En América los capos de la droga se han apoderado de la televisión. Las historias basadas en la vida y el imperio de los narcotraficantes más famosos han entrado cómodamente hasta la sala de los hogares y por los altos ratings que mantienen; todo indica que se quedarán ahí por un buen rato.

Mientras la más popular de todas, El Señor de los Cielos, terminó su cuarta temporada este lunes y anuncia ya su quinta entrega, Telemundo no quiere dejar huérfana ni un solo día a su audiencia ya enganchada con esta historia protagonizada por Rafael Amaya, pues ayer estrenó dos producciones en donde el tema está presente: Señora Acero 3, La Coyote, que narra la historia de migrantes mexicanos en su intento por cruzar la frontera norte y evitar ser detenidos por inmigración o las bandas de narcotráfico, y Sin senos sí hay paraíso, una secuela de la popular narcoserie estrenada en 2008 y que, según la productora, reivindicará la lucha de una mujer por salir adelante sin cirugía plástica y sin caer en las garras del narco. Además, Netflix estrenará la segunda temporada de Narcos en septiembre y hasta TV Azteca que promete una nueva versión para noviembre de Rosario Tijeras.

Pero, ¿qué hay en estas producciones que enganchan tanto a los espectadores? ¿El lujoso estilo de vida de los villanos convertidos en héroes que tanto se cuestiona? Entrevistados para el programa Confabulario TV, una producción de EL UNIVERSAL y Canal 22 que se estrena mañana a las 20:00 horas en El Canal Cultural de México, los actores Lorena del Castillo y Plutarco Haza, quienes participan en El Señor de los Cielos, y la especialista en letras latinoamericanas Ainhoa Vásquez, coinciden en que el problema no está en el contenido sino en el criterio y la educación de los espectadores.

La clave de su éxito, explica Vásquez, investigadora en el Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM, está en que es un género que retoma elementos de la telenovela tradicional que ha alimentado al imaginario latinoamericano. “Son una telenovela como tal, podemos encontrar esa raíz melodramática que siempre ha gustado, pero también porque está llevado a un contexto muy actual, contingente: el de la guerra contra el narco, la deslegitimación del gobierno y las instituciones, que no sólo se vive en México y Colombia sino en varias partes del mundo”, apunta.

Como en su momento lo hicieron los melodramas tradicionales, las narcoseries también se han expandido a aquellos países menos vinculados al narcotráfico, como Chile y España, que también han comenzado a producir sus propias versiones. “Hay incluso algunas que se están haciendo en la India”, señala Vásquez.

A la par de la popularidad que han ganado estas producciones que incluyen elenco y locaciones internacionales, también está la crítica de quienes las catalogan como una manera de promocionar un estilo de vida criminal, sus lujos y su poder, en lugar de promover una conciencia crítica de lo que está pasando en la realidad. “Creo que la deficiencia no está en el entretenimiento sino en la educación, sin afán de ofender a nadie, creo que una persona educada comprendería que eso no es un modelo ideal a seguir… La patita floja no son las narcoseries sino el sistema educativo; si hubiera más solidez en eso, la gente aprendería a distinguir que las series son solamente un medio de entretenimiento”, opina Del Castillo, quien protagoniza a la teniente García en El Señor de los Cielos.

Con la actriz y modelo coincide ePlutarco Haza, cuyo personaje en la producción es un ingeniero contratado para construir túneles en la frontera y que termina involucrándose en el mundo de la droga. “Yo no veo que estén ensalzando a nadie, todos los personajes son unos desgraciados y todos pagan sus consecuencias. Si hay un sector de la población que los ve como ejemplo a seguir es porque está mal educado o tiene una crisis ética y moral que tiene que ver con la educación y con el tema de que si la policía y las instituciones son corruptas e impunes, el pueblo piensa que ellos son los malos, por lo tanto, cualquiera que esté en su contra, deben ser los buenos”.

Para el actor, las narcoseries son un reflejo de esa realidad violenta y sangrienta que México y otros países en Latinoamérica han padecido desde hace un par de décadas debido a las políticas impuestas por los gobiernos que en su intento por combatir el problema, lo han acrecentado: “El grave problema es que nos hemos negado a aceptar el hecho de que hay gente a la que le gusta meterse sustancias, pero creo que eso hay que combatirlo como un problema de salud, en lugar de matarnos para solucionarlo, lo cual no ha dejado de pasar y lo único que ha provocado es que la gente se siga metiendo cosas y que haya un problema de violencia muy grave”.

Ainhoa Vásquez considera que más allá de la etiqueta que se les ha impuesto, en el fondo estas series, como todo producto cultural, contienen un mensaje: la desintegración de una sociedad sumergida en la violencia: “Es muy fácil decir que es un producto basura, que está promoviendo la vida criminal. Pero si lo vemos más allá, hay una crítica sumamente fuerte hacia el narcotráfico, a los gobiernos y a la sociedad en general. Vemos cómo nuestra sociedad se está desintegrando tanto que, en algún momento, todos vamos a terminar siendo asesinados, convirtiéndonos en narcotraficantes, encarcelados o muertos”.