Basado en los últimos acontecimientos jurídico-políticos-procuración de justicia que han llevado en vilo, rápidamente, del asombro, al escándalo y a la reflexión, a la sociedad-opinión pública estatal, en la que, hasta el momento, han sobresalido por sus actos nada honorables y sí bastante deshonestos, dos “presidentes municipales”, surgen muchas interrogantes y, paralelamente, reflexiones.

¿A qué llega al poder municipal, a la presidencia de un H. Ayuntamiento? Ciertamente, es muy bajo el porcentaje relativo – 2%, aproximadamente – del total absoluto – 113 – que se denunciaron por conductas ilícitas, pero ¿Y si se le rascara a los restantes 111? ¿O si se actuara en función de las recomendaciones, tanto de la Auditoría Superior de Michoacán y de la Secretaría de la Función Pública, sin la intervención de la partidización de la justicia? ¿Cuántos más resultarían?

Por los hechos, que están registrados en las diarios y en los formatos de archivo de las estaciones de radio y televisión, pareciera que la inmensa mayoría de ellos toma la función de presidente del H. Ayuntamiento constitucional de XYZ municipio, o como regalo-recompensa-premio, por un lado o, por otro, como espacio para pagar facturas a quienes aportaron dinero, activos, pactos-acuerdos, en forma privada-ocultamente, en la campaña para llegar a ese cargo o espacio para buscar y alcanzar la forma de establecer un negocio que resuelva, por lo menos, de tres generaciones, la situación económica.

Es inaceptable que esta situación continué así o se incremente.

No es una cuestión, ni de instituciones, ni de leyes.
Las instituciones ahí están.
Las leyes, también, ahí están.

Es la actuación de los hombres los que han debilitado a las instituciones, sus mecanismos de operación y las investigaciones y resultados.

Es evidente que sufrimos el mal de nuestro tiempo: la falta de moral, la carencia de escrúpulos, la corrupción, que todo esto ha permeado no únicamente a los partidos políticos, a los funcionarios públicos, sino que ya está bajando a las capas de la sociedad, por una sencilla razón: existe la presunción, la percepción, – siendo dos cualidades-funciones y categorías diferentes – de ser, quedar y estar impune, o con “una corta” o con un palancazo o con el tiempo, pues los órganos- del Estado son o incompetentes o incapaces o insuficientes u omisos o fácilmente corruptibles. Somos la sociedad del NO PASA NADA y si llegara a suceder, FINALMENTE, NO PASA NADA.

Aquí todos nos hemos equivocado: tanto nosotros los electores, acaso – muy probable y posiblemente – los partidos y, muy seguramente, los hombres electos, pero fundamentalmente somos más responsables los electores y los partidos políticos. Debemos encontrar mecanismos de cambio Y no repetir los mismos errores, ni ignorar nuestra Historia, pues, en su caso, estaríamos cíclicamente, repitiendo las mismas tragedias y acercándonos al desfiladero social.