Los hechos dramáticos y sangrientos hablan por sí solos. Las imágenes hablan más que cien mil palabras. Ahora es Apatzingán; ayer fue Parácuaro; antier Tancítaro;  en el cercano pasado, Coalcomán; mañana, ¿Qué región será?

Pero no es cuestión geográfica, acaso territorial por la disputa del poder no únicamente entre los grupos delincuenciales, sino  entre estos y las instituciones del Estado – en sus tres niveles de gobierno -: es la población las actividades económicas, sociales y culturales de toda una sociedad que vive e interactúa y las instituciones de gobierno que están en jaque; con todo el poder de información y manipulación de los poderes instituidos no es posible ni recomendable tratar de ocultar la realidad.

No se puede.  Es imposible tapar el sol con un dedo.

Es una guerra, ya no de  baja intensidad; por los hechos es abierta, explícita y el Estado está en jaque y está obligado a triunfar y restituir la paz, la tranquilidad y la “normalidad civil, democrática y productiva”, al costo que sea porque…detrás del Estado no hay nada, salvo el precipicio del caos y de  la anarquía.

No es extraño que pequeños empresarios, que familias con posibilidades de iniciar otra vida en otra parte, se desplacen de la región, complicando aun más la configuración del conflicto.

Lo que vemos es la muestra, el signo, de que la estrategia – y la táctica de confrontación bélica, únicamente – utilizadas por el Estado – las que hayan sido o sean – no produjeron los resultados esperados y ante los resultados, es congruente y lógico, y necesario, cambiarla, pero ya, porque el horno está para bollos ni para experimentos.

Las circunstancias demandan resultados efectivos, inmediatos.

¿Cuál debe ser o cuál podría ser? No hay recetas aunque sí modelos, mas ante la inutilidad, improductividad de ellos, es necesario crear, experimentar formas nuevas, pero sí integrales: financieros, bancarias, militares, de inteligencia, policiales, mediática, pero todo esto sucede en el seno de la sociedad, por lo que los segmentos sociales, están obligados a colaborar resguardadas en el anonimato (aunque muchas familias viven de este caos y  tiene miembros en los grupos oscuros), el concepto de la sociedad mayoritario debe prevalecer e instaurarse el Estado de Derecho, el respeto a la ley, la civilidad y disfrutar de  paz y tranquilidad.

Hay instituciones, pero no hay resultados y están en jaque por las razones que sean, mas algo debe hacerse y pronto porque el tejido social está permeado y comienza a dar indicios de mayor descomposición.

Ya no es cuestión de quién  es el responsable, si fuero federal o común; es cuestión de sobrevivencia de las instituciones: O ellas – y nosotros – o el caos y la Ley de la Selva.