El 14 Congreso Nacional del PRD no generó sorpresas para nadie, aunque seguramente fue motivo de frustración entre la mayor parte de los militantes de a pie y los simpatizantes del ideario político del partido. La democracia interna y el debate abierto fueron simplemente cancelados por los jerarcas de las tribus que dominan los órganos de dirección partidista, como quedó manifiesto en el encuentro. A pesar de lo anterior y contrariamente a la opinión mayoritaria, los resultados del congreso deben ser motivo de satisfacción y tranquilidad, por lo menos temporal, para las cabezas de la burocracia dirigente y para los integrantes de sus respectivas tribus, pues lograron fortalecer su control central y la definición de las prioridades partidistas en el corto plazo.

Durante el desarrollo del congreso, el debate sobre las modificaciones a los documentos básicos con la abierta participación de los delegados fue nula. La agenda del evento la determinaron en conjunto las corrientes dominantes: Nueva Izquierda (los Chuchos), Alianza Democrática Nacional (liderada por el mexiquense Héctor Bautista), Izquierda Democrática Nacional (de René Bejarano y Dolores Padierna), y en menor grado Foro Nuevo Sol (de Amalia García). La mecánica consistió en la discusión de los temas agendados en reuniones cupulares de los dirigentes de estos grupos, con la presencia de algunos disidentes con voz pero sin derecho a voto en los hechos, en las que se acordaron cupularmente los puntos tratados. Posteriormente éstos fueron transmitidos por los dirigentes tribales a los miembros de sus respectivas corrientes, y finalmente el pleno fue convocado para la aprobación de los mismos, vía plancha, ignorando los argumentos y el pataleo de los opositores. A pesar de lo anterior, el congreso tomó decisiones importantes para la militancia y los simpatizantes sobre diversos temas:

Se acordó que el PRD se mantenga en el Pacto por México, del que se retiraría si la reforma energética planteada por Enrique Peña Nieto fuera aprobada por el Congreso de la Unión.

Se aprobó asimismo la modificación al artículo 107 de los estatutos para permitir, a partir de ahora, que quienes hayan presidido el partido puedan volver a hacerlo después de un periodo de mandato. Esto significa que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano o cualquier otro ex presidente partidista podrían volver a hacerlo, si así lo decidiera la mayoría de los electores.

Otra modificación al estatuto parcialmente importante fue la relativa al método de elección de los presidentes de los comités ejecutivos nacional, estatales y municipales; ésta podrá ser indirecta, a través del Consejo Nacional, o directa, mediante el voto directo, secreto y universal de los militantes inscritos en el padrón del partido.

Finalmente, se acordó que en lo futuro, la afiliación de nuevos militantes podrá hacerse por los interesados a través de Internet mediante el cumplimiento de algunos requisitos mínimos, despojando así a los integrantes de las expresiones mayoritarias del manejo discrecional de las credenciales de afiliación y del control del padrón de afiliados.

Ante esta perspectiva queda vigente, aunque poco probable, la posibilidad de que la próxima dirigencia nacional le imprima un rumbo diferente al partido; esto es, alejarse del colaboracionismo con el gobierno y de las alianzas electorales con el PAN, asumidas por las expresiones mayoritarias desde que se hicieron de la dirección y el control de la dirigencia partidista. De la misma manera, se podrían dar las condiciones para una verdadera refundación, que implicaría en los hechos la recuperación de los principios que dieron origen en 1988 a esta organización política; esto es, la participación en la vida interna del partido de amplios grupos de la sociedad con una visión nacionalista, el compromiso con las causas más sentidas de los grupos más desprotegidos de la sociedad, la defensa de los intereses nacionales y el uso de mecanismos genuinamente democráticos para garantizar que los espacios de dirección partidistas y las candidaturas a puestos de representación popular se decidan  en forma transparente y se distribuyan en función de las prioridades de las bases del partido y de la ciudadanía, y no en función de los intereses de grupo y  de las expresiones dominantes, como viene sucediendo actualmente.

Ese escenario sería posible si la dirigencia nacional a elegirse durante el primer semestre del año siguiente fuera definida mediante el voto directo, secreto y  universal de la militancia, ya que ello garantizaría que un verdadero demócrata, con amplio consenso entre la militancia, llegara a la dirigencia nacional del partido, con el suficiente respaldo para integrar un Comité Ejecutivo Nacional plural y libre de ataduras tribales. Este personaje pudiera ser el ingeniero
Cuauhtémoc Cárdenas o algún otro militante que a simple vista no pareciera estar presente en el escenario cercano.

Si en cambio la elección de la dirigencia nacional se decidiera por la vía del consejo, quedaría garantizado el inmovilismo en el rumbo que le han impreso al partido los dirigentes durante los últimos seis años. En ese escenario, en el mejor de los casos podría quedar como presidente un personaje con espíritu democrático, pero rodeado, y por tanto acotado, por integrantes de un Comité Ejecutivo Nacional emanado de las expresiones que dominan al Consejo Nacional, o, en el peor de los casos, que el presidente, secretario general y demás integrantes de la dirección nacional continuaran siendo designados por las tribus dominantes, a pesar del rechazo de la mayor parte de la militancia y de quienes no siendo miembros del PRD coinciden con su ideario partidista.

Habrá que esperar para ver si milagrosamente el Consejo Nacional se decide por la elección directa, secreta y universal de los militantes inscritos en el padrón, o por el contrario, prefiere seguir hundiendo al partido en la mediocridad.