“LA FINALIDAD DEL ESCRITOR NO ES  ALCANZAR EL ÉXITO COMERCIAL, SINO LOGRAR ENTENDER Y EXPRESAR LA REALIDAD EN LA QUE VIVE Y ESA ES SU MAYOR SATISFACCIÓN”. JOSÉ CEBALLOS MALDONADO.

Por circunstancias que no vienen al caso, en un ambiente festivo compartí la mesa, el pan, el vino y la sal,  con Rodrigo Ceballos, sobrino del Dr. José Ceballos Maldonado, maduro y magnífico narrador radicado, y realizado, en Uruapan, y para mí fue algo muy natural la conversación, que se centró en su tío y su obra, la conocida por mí: allá por los años 1968, 1969, 1970 iniciada mi carrera por el posgrado en Lengua y Literatura Españolas laboraba como docente en esa materia en la escuela secundaria Justo Sierra, en el 1544 de la avenida Lázaro Cárdenas, antes de cruzar la calzada Ventura Puente. Ahí trabajaba la maestra Velázquez – no recuerdo si fue la mamá de Eugenio y Víctor, pero era familiar de ambos; los  dos muy buenos, pero  distantes amigos, a quienes entrego mis saludos y respetos -. Ella era subdirectora y casi siempre  traía-tenía un libro en la mano; bobo, curioso y confianzudo un día le pregunté ¿qué leía? Su respuesta fue extenderme el libro y permitirme ojearlo y hojearlo. Era una novela: DESPUÉS DE TODO. Vio mi interés y me la prestó. Cuando terminé de leerla, se la regresé. La novela tenía como personaje central a prestigiado bioquímico – Javier Lavalle – que trabajaba como docente y su perfil de comportamiento homosexual, vivencias-ansiedades-conflictos y su pequeño, pero pesado, mundo secreto de su preferencia sexual.

Fue sumamente extraño para mí que a lo largo de mis estudios en el sector de la literatura y carrera como maestro de esa área, no encontrara referencias  sobre José Ceballos Maldonado y su obra, que para mí era extraordinaria. Curiosamente en ningún libro de texto, específico de Literatura Mexicana – de la clásica, de la nueva, de la literatura de la onda de José Agustín y de Gustavo Sáenz, de la contemporánea -,  de analistas,  de críticos, en ninguna parte hallé referencia alguna sobre él, su persona y su obra.

En la literatura occidentalizada solamente he encontrado abiertamente mundos homosexuales en la Montaña Mágica y Muerte en Venecia, del premio Nobel de literatura Thomas Mann; en Latino América es realmente escasa, si acaso, un inicio en Los Cachorros – título 58 de la Colección Salvat -, de Mario Vargas Llosa.

Hace casi dos generaciones – poco más de 50 años – acaso sin saberlo, el doctor José Manuel Maldonado abrió camino a nuevos mundos a escritores por venir y al mostrar al lector el/los  mundos, los conflictos interiores, las cinceladas personalidades de seres masculinos y sus conflictos sentimentales de origen sexual y  exhibir – sin querer – sus infernales tormentos, fue el pionero michoacano que marcó la línea-ruta a seguir. A él,  la sociedad uruapense lo castigo con el látigo del desprecio-exclusión entre el círculo de artistas y socialites; a  Luis Spota la  “Alta Política” y la “Alta Sociedad defeña” lo satanizaron, estigmatizaron e impidieron su incorporación, por el simple delito de exhibir sus carnes y huesos, de mostrar su anatomía. Fueron, y son, dos tremendos escritores, pintores, fotógrafos, literatos forenses que con el bisturí, lente y pincel  de la palabra mostraron, exhibieron y expresaron, si no los males, sí varios de sectores de la sociedad – individualizándolos – , con sus microcosmos llenos de ansiedades, reprimidos deseos y comportamientos satanizados, atormentados, estigmatizados. Un poco más atrás, a Bruno Traven Tornsvan le pasó algo parecido  – los empresarios mineros,  petroleros y caucheros intentaron  cerrarle la puerta, más él se refugió en su  casi anonimato y lejanía, así deseadas, de las cuales Spota lo sacó y acercó su figura y obra al lector y su narraciones sobre la explotación indígena y vida y cultura de las culturas del sureste lo mantuvieron y conservaron como objeto de lectura actuante y viviente.

Todos les tuvieron MIEDO a  Bruno Traven Tornsvan, José Ceballos Maldonado y Luis Spota, autores mexicanos,  que a pesar de ser satanizados, estigmatizados y despreciados por las sociedades de hace  dos generaciones, por su obra trascendieron en el espacio y en el  tiempo.

Don José Ceballos Maldonado  al mostrar el mundo interior de  los homosexuales – temas, figuras y comportamientos tabúes para esa época –   y de todos los caracteres psicológicos que exhibió,  usó palabras claras, precisas, significativas, sin faltar al respeto, sin ofender, sin humillar; lo más importante fue que al radiografiar sus mundos interiores en los escenarios de una sociedad que cambiaba estructuralmente, no coyunturalmente, lo hizo pulcramente, buscando no las consonantes ni las asonancias, pero sí precisión detallada de la personalidad de sus personajes; en eso fue un perfeccionista, acaso, si cabe la palabra, un diletante en el uso del lenguaje para expresar los demonios que caracterizan a sus todos sus personajes.

Con sus palabras, por sus imágenes…Lo mejor de las mujeres son las nalgas…se les conoce por el culo y por ahí navegas…las cuidan bien, se las arreglan cada rato para que se las vean…a las mujeres se les conoce en la cama…esa que se te pega muy bien, por en medio, por abajito…que te agarra y te aprieta…¡no la dejes ir!…Tiene boca, labios….de mamador”, ciertamente era temer encontrarse en sus libros, en sus líneas, en sus páginas…Acaso por esa razón no lo leyeron…¡para no encontrarse ahí.   Ahí, en los renglones, páginas y capítulos de sus obras están hombres y mujeres de Uruapan – Tea, Adrián, Javier, Rodrigo, Gastón etc. –  y ellos le sirvieron como moldes para vaciar en ellos los perfiles psicológicos y sociológicos, sus preferencias sexuales, sus rutinas sexuales, sociales, familiares, laborales, sus miedos, sus ansiedades, sus erotismos, sus cobardías y valentías sexuales, adulterios y sus soledades, sobre todo esto: la  soledad.

Don José Ceballos Maldonado, se adelantó  a esta época de prevalencia de los grupos de presión, ahora tan abierta; uno de ellos, los homosexuales están por todas partes y reclaman, abiertamente,  su espacio y su protagonismo, y lo obtienen: pueden casarse, formar familia, adoptar hijos  e interactuar en sociedad: ya no están en lo oscurito ni en el closet y Don José Ceballos Maldonado los perfila, los define, los caracteriza como seres humanos sujetos al infierno, al purgatorio y al firmamento, como hombres, pero satanizados, y condenados a las sombras, a lo oscuro y al estigma.

Don José Ceballos Maldonado  no se unció al carro del corporativismo cultural “oficial” que dividió y confrontó a los llamados intelectuales  de esa época – divididos en grupos Taller y Contemporáneos -. Acaso hubiera triunfado, pero prefirió su autonomía, su independencia y su libertad creadora y decidió radicar y trabajar en Uruapan y desde ahí cinceló su obra que, ojalá, sea  valorada en toda su amplitud y profundidad:   “Bajo la Piel”. Costa Amic. 1966. “Después de Todo”. Diógenes. 1969.  De Amor y Otras Intoxicaciones”. Novaro. 1974.  El “Demonio Apacible”, Premiá. 1985. “Fuga a Ciegas”. Coyoacán. 2005. Todas novelas.  En la narrativa corta, cuentos: Blas Ojeda. 1964. Recibió como tributo al valor literario recibió el Premio  al Mérito Artístico, por el Instituto Michoacano de Cultura, pero los enormes valores literarios, psicológicos y sociológicos ahí están en espera de que usted lo lea y los encuentre.

Don José Ceballos Maldonado murió el 3 de marzo de 1995. Él escribió su epitafio: “La existencia es un prodigio a condición de llenarla con una labor que deje huella, aunque sea mínima” y él fue totalmente congruente.