La semana pasada, afortunadamente el Senado aprobó una reforma a la Ley General de Salud, en la que, hasta ahora, se define propiamente lo que es un producto cosmético y de aseo, lo que permitirá su clara distinción normativa, la cual incluirá la prohibición de que puedan ser promocionados atribuyéndoles -engañosamente- propiedades curativas, tal como igual sucede con un gran número de productos comercializados bajo la denominación de suplementos alimenticios o remedios herbolarios.
Aprovechándose de varias circunstancias muchos empresarios, en el campo de la salud, se han enriquecido en nuestro paÃs a costa de venderle a la población todo tipo de remedios para las más diversas enfermedades, sin que éstos cuenten con un respaldo racional-experimental serio que explique -y de alguna manera garantice- la eficacia terapéutica que les publicitan.
Los grandes esfuerzos que ha emprendido el gobierno federal a través de las autoridades sanitarias para regular -y sancionar en su caso- esta forma engañosa, y muchas veces falsa, de vender salud no han alcanzado los resultados pretendidos por falta de las suficientes reformas legales. A pesar de que desde el 2005 se previó en la ley el aseguramiento para productos cosméticos, remedios herbolarios o suplementos alimenticios que se comercializaran indebidamente como medicamentos o que no contaran con el debido registro sanitario, sigue habiendo rendijas legales que permiten burlar tal medida, lo que ha significado una batalla constante contra este ramo industrial y contra la publicidad en medios de comunicación que forma parte de este juego perverso, en el que en cuanto es requerida información oficial sobre tal o cual producto, se hacen los análisis correspondientes y se llega a la conclusión que debe ser asegurado, para entonces ya han salido otros tantos, con las mismas fórmulas y las mismas “bondades†al mercado.
Sólo en 2010, la Comisión Federal para Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) llevó a cabo más de 600 informes sobre este tipo de publicidad, de los cuales 307 derivaron en la orden de suspensión de la misma y en el aseguramiento de unas 250 mil piezas de productos “milagroâ€.
Actualmente dicha dependencia federal cuenta con una lista de unos 250 productos que están en este supuesto y que en los próximos dÃas significará la salida del mercado de 13 de ellos, entre los que, por cierto, se encuentra el tan afamado y publicitado Hongo Michoacano. De la lista, usted, seguramente, muchos sugestivos nombres le sonarán familiares: Uña de Gato, Cold Heat Extreme, Ami-no-gras, Calcio de Coral, Melatonina Reforzada, Perlas de Tiburón, Agua de Tlacote, Prostamax, Body Line, Tepezcohuite, etc.
Además de la necesidad de mejores leyes, entre los factores que han contribuido al florecimiento de lo que podrÃamos llamar la industria de la falsa esperanza en un cuerpo saludable comentaremos brevemente otros tres: la cultura del pensamiento mágico, la publicidad poco ética y, las limitaciones que padece mucha gente para acceder a servicios médicos expeditos y de calidad.
Opuesto al pensamiento lógico, el cual se caracteriza por seguir reglas lógico-racionales de manera precisa y secuencial, ser predominantemente analÃtico y sensatamente basarse en hechos probados o evidentes, el pensamiento mágico-primitvo es una forma de raciocinio causal no cientÃfico que ha acompañado al ser humano a lo largo de su existencia. Se trata pues de arreglar el pensamiento de manera que esté al alcance de la mano el que la realidad se vuelva a nuestro favor o como en el caso que nos ocupa que un malestar fÃsico sane, viéndose cumplidos, asÃ, nuestros anhelos. Las variantes son casi infinitas y de todo tipo, desde la que se unta una pomada “que quema grasa†o el que se coloca un anillo “que ajusta el metabolismo†buscando combatir la obesidad hasta el que enciende una vela o repite constantemente ciertas frases para que ocurra esto o aquello.
Otro factor que contribuye al éxito de los productos “milagro†es la enorme publicidad que se les da en los medios de comunicación, especialmente en televisión y radio. De todos es sabido que estos medios gozan de enorme efecto de penetración (una encuesta reciente en Michoacán mostró que, respectivamente, el 95% y el 64% de los entrevistados los “consumenâ€). Mucha de la información que contiene esta publicidad es imprecisa o de plano falsa, frecuentemente carece del respectivo permiso sanitario y prácticamente nunca se acompaña de advertencias sobre los posibles riesgos o efectos indeseables. A esto se prestan conductores, artistas, pseudomédicos y hasta deportistas famosas que “encarnan†los supuestos beneficios de dichos productos, legitimándolos de forma poco ética e incumpliéndose con la responsabilidad social inherente a este tema y que a todos nos atañe.
Finalmente, es una realidad que todavÃa para un sector significativo de la población no le resulta fácil acceder a servicios de salud en forma pronta y de calidad. Esto a pesar de los significativos avances que en los últimos años se han logrado en el Sector Salud a lo largo y ancho del paÃs. Hay datos concretos que asà lo avalan, cito sólo dos ejemplos: en el perÃodo 2001-2009 comparado con el de 1980-2000 se redujo a menos de la mitad la incidencia de muertes por enfermedades relacionadas con la pobreza y en el año 2000 solamente el 40.1% de la población, es decir poco menos de 40 millones de personas, contaba con cobertura en salud dentro de un sistema de seguridad social, en cambio, ahora con cifras de 2010, 64.6% de los mexicanos contamos con este tipo de protección, lo que equivale a unos 72 millones de afiliados al IMSS, al ISSTE o al Seguro Popular. No obstante este progreso, es de reconocerse que estas instituciones cuentan con recursos que no son del todo suficientes para el tipo de atención que uno o muchos quisieran, máxime en términos ideales.