En una sociedad nacional con tantas contradicciones, confrontaciones, asimetrías, furor, ira, resentimientos y frustraciones; con tantas desigualdades y relaciones asimétricas; tan escindida, tan desigual; donde es evidente que la distribución de la riqueza es desigual y manifiesta sus desajustes, donde quienes reciben los mayores beneficios de la distribución de la riqueza, son los menos, los más ricos – y quienes reciben los menores beneficios son los pobres, los más; donde la llamada clase media se está adelgazando – por las razones económicas y teóricas que sean – ; con tantos testimonios históricos de diferencias sociales y económicas y de trato y reconocimiento de derechos humanos, sociales e individuales, como la sociedad norteamericana, sucedió un hecho de sangre, acaso insignificante, para encender la hoguera racial, casi como una Guerra Santa Nacional.
Basto que un policía norteamericano, blanco, anglo-sajón, pues – detuviera a un afroamericano, George Floyd, lo detuviera colocando su rodilla sobre su cuello hasta inmovilizarlo – hasta aquí no habría mayor problema -, pero lo asfixió, pues la autopsia mostró que el peso del cuerpo del policía sobre el cuello del ciudadano le produjo su muerte.
Fríamente, este hecho desató todo un infierno social, semejante a las luchas de hace dos generaciones por los derechos civiles en 1964.
Y el país se incendió: en buena parte del territorio norteamericano surgieron manifestaciones, confrontaciones con la policía, entre los diversos grupos sociales, vandalismo, robos, saqueos, incendio de patrullas y de autos de particulares, en fin, hasta destrozos-derrumbamiento de estatuas que nada tienen ni ene que ver, como la de Cristóbal Colón y héroes de la Guerra de Secesión. (Antes este hecho en particular Donald Trump afirmó que no aceptaría que se intentara borrar la historia nacional).
Esto0s eventos, regresaron a la sociedad norteamericana los hechos de la Guerra de Secesión y de las luchas por los derechos civiles de la población afroamericana de 1964, que si bien, fueron incorporados a su constitución política, no tuvieron reconocimiento hasta mucho después de 1964 y debieron suceder varios asesinatos de sus líderes de color como los de Martin Luther King y Malcon X y la lucha clandestina de Las Panteras Negras.
Donald Trump en nada facilitó la reconciliación: Es más avivó el fuego y con el lema LA LEY Y EL ORDEN, al amenazar con enviar la Guardia Nacional si los gobernadores no resolvían la situación, hecho que produjo fisuras en la cúpula de la administración Trump, pues el Director del Pentágono y el Jefe del Estado Conjunto de las Fuerzas Armadas se negaron a enviar a la Guardia Nacional para enfrentarla con el pueblo.
Parece ser que, por el momento, la situación está siendo atendida por medio de la conciliación, mas se ignora si lo de la aplicación de la LEY Y EL ORDEN es únicamente pose electoral o es cierto. Lo cierto es que los Estados Unidos, por las cuestiones de la segregación racial, la desigualdad ante la ley y las asimetrías económicas está sentado en un polvorín.