De un tiempo a esta parte insistentemente se habla de tres males de nuestra sociedad y aunque no es, exclusivamente, de nuestro tiempo y siempre han existido y son producto de la modernización, de la civilización, de nuestra cultura, del crecimiento poblacional, de la popularización, facilidad e inmediatez de la comunicación electrónica, por una serie de razones de las cuales no es ni el tiempo ni el lugar para tratarlas; estos llamados “males” son los embarazos no deseados, específicamente en jóvenes adolescentes – menores de 16 años -, la adicción a drogas y los suicidios – y aunque no se ha mencionado, está otro que es ya distintivo de nuestro país: la obesidad y que es realmente patológico.
Y estas notas negativas poseen y generan efecto dominó: facilitan y son caldo de cultivo para otros males sociales, como la delincuencia, la destrucción de familias, la pérdida de horizontes de desarrollo individual, enfermedades, pobreza, miseria, alteraciones psicosociales, etc.
Estas tres –más la silenciosa obesidad – notas distintivas de nuestra sociedad, específicamente de nuestros jóvenes adolescentes han tenido un crecimiento exponencial y todos y cada uno de ellos son dañinos para el desarrollo y consolidación de nuestra sociedad.
Curiosamente: el aumento-incidencia de estos casos corre en sentido inversamente proporcional a las acciones de prevención: a mayores actos de prevención, de publicidad y propaganda para evitar su presencia, mayor es el índice de casos de estos hechos, cuando debería ser al revés: su disminución.
Nuestro país – y nuestro estado no podría ser una excepción – está dentro de las tres primeras naciones con mayor incidencia relativa – en relación con el índice poblacional – de embarazos no deseados entre mujeres adolescentes y, lo mismo se puede afirmar, con los suicidios y las adicciones, particularmente al alcohol, tabaco y narcóticos – particularmente la mariguana, la heroína, cocaína y morfina, así como a los nuevos productos de laboratorio como los llamado fentanilo y cristal.
Mas, nosotros como sociedad, cometemos un grave error; responsabilizar al Estado para su atención, enfrentamiento, contención, disuasión y solución. Es un comportamiento muy humano: aplicar la Ley del Menor Esfuerzo y echarle la culpa a otra persona-institución.
No. Es responsabilidad y obligación nuestra como familia. Es ahí en donde debe atenderse, tratarse y resolverse y, es más: esas deficiencias y distintivas sociales son indicadoras de algo que no deseamos señalar: la crisis interna dentro de las familias, la ineficiencia e inoperancia de nuestro modelo de familia, de formación filial, de la educación, de la religión y de nuestras prácticas de gobierno.
Esas tres cualidades negativas de nuestra sociedad – más la obesidad – deben ser atendidas con todo el poder de la sociedad, de las familias y de las religiones, y finalmente, de las políticas públicas, porque del éxito de ellas nos va la sobrevivencia de nuestra sociedad.