Cada presidente municipal, cada gobernante y cada presidente de la nación tiene su sello, su estilo personal de gobernar, como lo estableció-dijo-afirmó el maestro Daniel Cosío Villegas y esa forma es, por mucho, irrepetible.
El actual titular del poder Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, tiene el suyo: centralizar, controlar la información, categorizar a sus enemigos-opositores – prensa fifí, chairos, conservadores, liberales -, irrespetuoso de las leyes – casi omnipotente -, olvidadizo – se le olvida que somos una República con tres poderes que se equilibran y sirven de pesos y contrapesos entre sí -, y ser omnímodo y, casual y coincidentemente con José López Portillo, su política es chicharronera: sólo sus chicharrones truenan.
En casi 170 días de administración, de dirigir las prioridades de la sociedad nacional y de la nación la implementación=aplicación de sus políticas públicas ha generado, por decir lo menos, desconcierto, inquietud, inseguridad y fluctuaciones en las instituciones financieras que se vinculan con los famosos mercados. Por estas ondulaciones se han manifestado pérdidas de dinero y devaluaciones de la nuestra moneda en su paridad con el dólar y el euro y aumentado – por los intereses – la deuda extr4ena contratada en la divisa norteamericana=dólares.
Sin olvidar que el señor presidente de la República llegó a la titularidad del poder Ejecutivo por cerca de 31 millones de votos y con un nivel de aceptación social cerca del 75% de las personas consultadas y a esa circunstancias los técnicos le llaman Bono Democrático; los populistas, Luna de Miel, que sea lo que sea, y determinado por los resultados de sus políticas públicas, puede durar o cerca de 6 meses o un año o un bienio o un trienio o acabarse en menos de los 100 días Napoleónicos. En este caso y con ese marcador, el Gran Evaluador será el primer domingo de julio del 2021 y, curiosamente, será la prueba del ácido pues se aplicará por primera ocasión, la consulta/revocación de mandato.
Viene lo anterior a cuento, porque el pasado domingo 5 del presente en 16 ciudades del país – incluyendo la ciudad de México – ciudadanos libres, sin mandato partidista alguno, evidente, se manifestaron en contra de las políticas públicas y grandes decisiones tomadas por el titular del Ejecutivo. ¿Cuántos marcharon? Aquí no importa ni interesa. Lo interesante y que se debe tomar en cuenta por los protagonistas políticos y el partido en el poder – MoReNa -, que fueron ciudadanos libres, que de alguna forma o modo se sintieron o perjudicados o están inconformes de la forma, manera y estilo en que se está llevando la administración y los destinos de nuestra nación. No participaron protagonistas políticos del momento, ni de la administración anterior.
El grupo en el poder se mostró respetuoso de esa práctica-ejercicio político, mas no debe echar a saco roto el escenario de ese momento y sus causas y objetivos: muy posiblemente, la aplicación de sus políticas públicas, sus efectos – o en la sociedad nacional o en los manifestantes -; en la ciudad de México se acercó a 25 mil ciudadanos vestidos de blanco, que porcentualmente, en relación con los 31 millones que votaron por él, es una insignificancia, más si lo valoramos con el dígito indicador de su aceptación social diario, que va disminuyendo, lenta, pero constantemente -, entonces, siendo lógico y razonable, además de práctico y utilitario, tomaría decisiones para mejorar este escenario descendente de la aceptación social, que se está acercando al 50%.