El tiempo sólo es una ilusión, escribió alguna vez Albert Einstein. En el presente convergen un pasado que fue y un futuro que aún no es, colapsándose de lleno sobre un ahora constituido de ausencias, de posibilidades de ser a las que nunca se llega. Vivimos en un mundo de símbolos al que siempre interpretamos tarde; cuando hemos penetrado en su esencia resulta que estamos observando al pasado y que el presente se nos escapó como ríos que huyen corriendo hacia los mares. Siempre llegamos tarde. Y esa tardanza inexorablemente nos sumerge en un remolino de culpas y de dolor.

De noche y a secas me da por pensar (ilusionarme, tal vez) al 2012 como nuestro momento tardío de llegada. El presente de México se ilumina (o se oscurece, decida el lector de esta columnita chabacanamente interactiva) a partir de un futuro robado y de un pasado escrito con la tinta indeleble de la injusticia. Eso es México hoy, un pedazo de macizo continental navegando entre los océanos, sin saber a dónde va y sin terminar de comprender porque pasado y sufrimiento van de la mano. Por ello es que la coyuntura electoral no resulta en modo alguno trivial; el 2012 se nos presenta como un posible punto de inflexión, una oportunidad de recuperar el futuro perdido y comenzar a cicatrizar heridas que jamás cerraron. Estamos ante la circunstancia de encontrarnos y reconocernos como lo que somos; justo ahora, en los días más aciagos, en los días de más dolor.


¿Cómo es que sobrevivimos a nosotros mismos? ¿Cómo es que, pese a todo, aún hay país? Preguntas éstas de respuestas abiertas, múltiples, que tarde o temprano habremos de enfrentar. Seguro que no las contestaremos a plenitud, pero en el intento algo se habrá ganado. Y he aquí una propuesta para comenzar a hacerlo. Esta semana que recién concluyó se presentó en la Facultad de Ciencias el libro “Un lugar cercano a la locura”, de Agustín Benítez Ochoa, matemático radicado en Colima y reinventado exitosamente como escritor. Aunque el autor afirma con modestia que el texto sólo “es la narración del transcurrir de la vida de un joven miembro de una brigada estudiantil”, la realidad es que rebasa con mucho ese propósito. Sus páginas son fuente viva de asideros para pensar la angustia existencial; para replantear a esa tensión entre pasado y futuro que deja su huella en cada instante del presente; e incluso, partiendo del marco histórico, para observar a México en su trayectoria y cuestionar la pertinencia de ese camino que nos ha llevado a la debacle.

Libro extraordinario de lenguaje ameno y de líneas profundas, con una geografía extensa que deambula entre ríos de agua muy dulce que provocan sonrisas para luego, sin previo aviso, sacudirnos con toda la fuerza de los mares. Lectura útil para quien mire al 2012 desde el hoy y también para quien lo haga desde el ayer. A los jóvenes les vendría bien para recordarles las palabras que Allende pronunciara en la Universidad de Guadalajara: “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción”. Así es como el espíritu de Evariste Galois permea su impronta en la generación de Héctor, el protagonista, y el autor nos la lega para que nosotros, sus lectores, jamás lo olvidemos: el irrenunciable compromiso político y ético que todo estudiante tiene con sus semejantes.

Aunque la historia que narra se inicia hace más de 40 años, su actualidad sobresale. Es otro tiempo, otra dimensión, otras condiciones, pero la correspondencia entre lo que cuenta y lo que está sucediendo hacen del texto el fragmento de una crónica paradójica del hoy escrita viendo hacia y desde el ayer. Héctor, joven militante de una brigada universitaria, lo mismo botea, improvisa un discurso sobre un camión que realiza pintas en las calles. ¿No es un Héctor colectivo, espontáneo, el que sin reparo ha defendido al espacio público de la imagen turbia de Peña Nieto? ¿No es el Héctor colectivo el que, frente al silencio cómplice del árbitro, se ha cobrado con su estilo barroco el evidente rebase del tope de campaña? Relato de ficción con retazos de realidad; tal vez sea al revés, o quizá sean ambos. Tantos años y las mismas afrentas desde el poder, los mismos abusos, las mismas mentiras.

Un lugar cercano a la locura, metáfora en dos tiempos para el país que se reconcilia entre sueños, cuando el dolor duerme y la vida canta. Un lugar cercano a la locura, imagen luminosa en la oscuridad del grito y del silencio. Evocación de México, de nuestro país en llamas.

Publicado en la Revista Gurú Político (http://www.gurupolitico.com) y reproducido con la autorización de su Director.

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