A la luz de los últimos acontecimientos, los hechos permiten analizar, suponer y prácticamente acertar los motivos por los que el Partido Acción Nacional perdió el poder político presidencial el pasado 1 de julio. La división observada a lo largo del sexenio de Felipe Calderón hizo crisis en la pasada jornada electoral y continuará hasta en tanto los distintos grupos no lleguen a un pacto que permita estabilizar al partido, pero, sobre todo, ponerse de acuerdo en qué van a hacer de él: un partido que luche por el poder político o que sirva al poder de los grupos que gobiernan fuera de los partidos.
Al grupo de panistas-empresarios-salinistas llegados al PAN a partir del segundo quinquenio de los 80, les dolió perder el poder presidencial y desde la llegada de Felipe Calderón a Los Pinos, atacaron su liderazgo dentro del partido y en el gobierno federal. Fueron parte de la oposición dentro del partido y, posteriormente, fuera de él.
Manuel Espino fue uno de los primeros. Quién no recuerda su campaña a lo largo y ancho del país, con espectaculares, sobre todo en los estados priístas, para promover su libro contra Calderón. ¿Con dinero de quién efectuó esa costosa campaña?. Y con él, se engendraron alianzas que llevaron a muchos panistas a cambiar de color, junto con sus colaboradores cercanos y a la sombra de todos ellos, a miles de seguidores.
Salieron Manuel Clouthier, su hermana Tatiana —por cierto, esposa del secretario de la Sedesol Heriberto Félix Guerra—; Gerardo Buganza Salmerón, excandidato a gobernador de Veracruz y hoy Secretario del gobierno priísta de aquel estado; Ana Rosa Payán Cervera, ex alcaldesa de Mérida y ex directora nacional del DIF; Silvia López Escoffie, ex diputada federal y ex candidata a presidenta municipal de Mérida; Luis Aldana Burgos, ex diputado federal; Fernando Gómez Mont, ex secretario de Gobernación de Felipe Calderón e hijo de un ex fundador del PAN; Fernando Canales Stelzer, hijo del ex gobernador de Nuevo León Fernando Canales Clariond; Mauricio Sada Santos, ex-coordinador de la bancada panista en el Congreso local de Nuevo León y muchos otros más, cuyos nombres poco dicen pero que suman como el de Lía Limón.
Es nada casual el encuentro entre los gobernadores emanados del PAN y la propia presidencia del partido con el presidente electo, Enrique peña Nieto, más allá de vérsele como un acto de civilidad política. Bien decía el ideólogo priísta Jesús Reyes Heroles: “La forma es fondo”.
Si bien en 2000 el PAN alcanzó el poder, merced a una estrategia de alternancia controlada por el stablishment, ese poder que debía “entregarse” en 2006 fue retenido por Calderón y los grupos que lo impulsaron, los cuales habían sido excluidos de la “fiesta democrática” acordada tras los hechos lamentables de 2003-2004, entre los que se cuentan los asesinatos del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, además de la irrupción mediática del Ejército Zapatista y su líder Rafael Sebastián Guillén Vicente.
Así, desde dentro del PAN y del gobierno fue dinamitado el partido. Dejó de ser un organismo político que ejercería el poder para beneficio de aquella parte de la sociedad que creyó haberlo encumbrado merced a su voto, para convertirse en un partido con el objetivo de ejercer el poder para apropiárselo primero hacia el interior, y posteriormente salir a pelear fuera. Pero sus grupos, divididos, no lograron ni lo uno ni lo otro.
Le pasó al propio PRI seis años atrás. Quienes creían tener el control de la alternancia y quienes iban por el poder a como diera lugar se encontraron en una disputa que los llevó a jugar con todo y a librar batallas nunca antes vistas ni esperadas: ¿Recuerdan el “¿Tú le crees a Madrazo? Yo tampoco?”.
Tras la derrota y la posibilidad de que el poder se les alejara de forma natural, los líderes del PRI decidieron ceder espacios en sus cotos de poder y alinearse en torno al carisma e imagen de Enrique Peña Nieto; los espacios de poder ya los negociarán o negociaron. Pero por lo pronto, recuperaron el poder. Seguramente no lo tienen aquellos que iniciaron la alternancia pactada o controlada. Ese será motivo de una disputa posterior.
En el PAN la disputa es fuerte. La carta de Javier Corral al presidente Felipe Calderón y el secuestro de Diego Fernández de Ceballos son sólo algunos de los signos más elevados de la división. La pregunta es si los panistas tendrán la capacidad política para re-unirse, re-hacerse y recuperar el poder.