Pequeñas acciones, bien ejecutadas y de manera consistente, dejan ver sus efectos al cabo del tiempo.

Aquí lo recordamos a menudo, para dar importancia a lo que hacemos cada día y motivarnos con esas pequeñas decisiones acertadas que vamos tomando.

Por ejemplo, una decisión acertada es terminar una tarea simple, cuando podrías haberla dejado para mañana. Ahí das una muestra de fuerza de voluntad. Pero, también, de generosidad contigo mismo.

(Cuántas veces se nos olvida ser generosos con la persona que tenemos más cerca… Hay que ver.)

Al realizar esa acción que te cuesta (o al abstenerte, según el caso), estás siendo generoso contigo, porque gracias a eso mañana vas a estar en un mejor panorama.

Si haces hoy un rato de trabajo (o estudio), eso que tienes adelantado para mañana.

Si hoy te resistes a comprar esa tontería que no te hace falta, mañana tendrás ese dinerillo para responder a un contratiempo.

Si hoy escuchas y apoyas a un amigo, la relación se va a fortalecer.

Si hoy comes sano, mañana te sentirás más ligero (que si comes porquerías).

Y, de seguir practicando esa serie de gestos, cada día estarás más cerca de lo que quieres, porque lo pequeño se acumula.

La disciplina se ve árida y cuadriculada, cuando piensas en ella como el mal rato que estás pasando, en lugar de dedicarte a opciones más divertidas. Pero hay distintas maneras de ver la misma cosa.

También puedes ver la disciplina como la oportunidad que tienes hoy de dar un paso más, de todos los que son necesarios para llegar a tu destino.

O como una muestra de generosidad hacia tu “yo de mañana” que, gracias a tu esfuerzo de hoy, va a estar en una mejor posición.

¿Vas a hacerte hoy un regalo? Intuyo que sí. Más de un detallito vas a tener con tu “yo de mañana”, ¿verdad