Casi siempre es una buena idea hacerlo.
Ponerse a pensar en la real razón de ciertas cosas. Eso que están destinadas a hacer.
Por ejemplo, una pluma cuya razón de ser es escribir. Cierto, puede ser usada para otras cosas, como rascar orejas, pero no está en su naturaleza hacerlo. Hay otras cosas mejores para eso.
Tome usted, por ejemplo, a los gobiernos. ¿Qué los justifica realmente?
Lo básico y natural es la protección de la seguridad de sus ciudadanos. Este es el corazón de la función gubernamental. La protección de su persona y de sus bienes.
Para eso están las leyes y los servicios de policía y justicia. Su eficiencia, honestidad y rapidez son vitales.
Cuando el ciudadano tiene una confianza razonable en que su persona y sus bienes están bien protegidos, sentirá confianza en el futuro y pensará que los resultados de su trabajo están garantizados razonablemente en contra de ataques de otros.
Es una buena sensación que proviene de una concesión que no se ve con facilidad: el gobierno es el único que puede usar la fuerza de manera legítima. La condición para usarla para también desapercibida. Sólo puede usar la fuerza contra quien la ha usado primero.
Un caso, el del ladrón, que ha aprovechado la fuerza para robar, igual que quien ha usado el engaño para hacerlo, o quien ha matado a alguien, o quien interrumpe el tránsito en una vía pública por la fuerza.
Esta es la razón central de ser de los gobiernos, la seguridad de los ciudadanos contra ataques de otros, como la falta de cumplimiento de contratos. No es difícil de entender.
Esto hace de los gobiernos una especie de responsables de la vigilancia general de la sociedad para que los ciudadanos tengan una vida tranquila. No son gobiernos grandes, ni costosos, sino eficientes.
Sin embargo, algo ha perturbado esa fácil función. La palabra “seguridad” ha sido ampliada indebidamente. En la concepción original, eso significa, por ejemplo, protección contra robos: persecución del criminal, captura, juicio y condena, con idealmente restitución de lo robado. Cualquiera lo entiende.
Pero en la perturbación actual la “seguridad” ha sido ampliada más allá de lo razonable. Se entiende ahora más allá de lo original.
Esta ampliación del significado es lo que provoca que los gobiernos ahora se hayan adjudicado funciones adicionales, como en Nueva York regular el tamaño de los refrescos para proteger al ciudadano de la obesidad.
Responsabilidades de las que antes se hacían cargo las personas, con las consecuencias de sus decisiones personales, son ahora gubernamentales. Responsabilidades de ahorrar para la pensión, por ejemplo, son ya gubernamentales. Selección de la escuela para los hijos, también. Igual que la elección de los libros escolares.
Esto es lo que creo que bien vale una segunda opinión para explicar las crisis de deuda impagable de los gobiernos.
La expansión ilógica de la “seguridad” de los ciudadanos que es obligación natural de los gobiernos tiene un costo alto, muy alto, incapaz de ser cubierto con impuestos. Se financia con deuda y ella nunca es suficiente.
El concepto tiene un clímax delirante en la noción del estado de bienestar, un gobierno que protege al ciudadano desde que nace hasta que muere, asegurándolo en todo lo posible: salud, vivienda, casa, pensión, educación, entretenimiento, desempleo, todo lo que se ocurra.
Esto es lo que significa el cambio de seguridad física de su persona y bienes al trastornado concepto de seguridad social.
Tenemos aquí un par de problemas al menos con esa nueva idea de seguridad social. El primero de ellos es el que estamos viviendo, el de gobiernos que no pueden pagar sus deudas. Han adquirido tantas funciones adicionales de seguridad que no las pueden pagar.
Llega el punto en el que toda la estructura se viene abajo, como en España o en Grecia.
El segundo es aún mayor. Puede verse en las protestas en contra de las llamadas medidas de austeridad. Algunos ciudadanos dependen tanto del gobierno y sus funciones expandidas que su modo de vida caerá con esas medidas.
Es obvio que las combatirán. No están acostumbrados ya a ser ellos los responsables de su seguridad personal natural. El mundo de la seguridad expandida en el que han vivido era ficticio y no desean volver a la realidad.