Las elecciones federales han concluido, los votantes han expresado, con absoluta libertad, su voluntad en la urnas, que es donde la deben manifestar, no en las calles, no en bloqueos, no en plantones ni en los actos de vandalismo , robo y destrucción que malamente nos hemos acostumbrado a tolerar.

Para intentar explicar los resultados que hemos visto, vale la pena puntualizar algunos hechos que tal vez hemos pasado por alto, o bien no les hemos dado la importancia que tienen. Primero, los votos se cuentan, no se juzgan, pueden ser emitidos por personajes muy informados, cultos y razonables, o por auténticos patanes, analfabetas funcionales, incultos y sin ningún conocimiento de la realidad del país. Eso no importa, los votos se cuentan y basta.

Otra; en Michoacán, y todo México, existen innegablemente, enormes y muy activas bases sociales de diversos grupos, no entro en detalle sobre ellos, mismas que votan de acuerdo a sus muy personales intereses. Eso cuenta y cuenta mucho.

Otra; una verdad incómoda para muchos: Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, los candidatos son producto de nuestra sociedad y nuestras costumbres, eso es innegable. No nos los envían de Italia, EUA, Rusia ni Sudan; son paisanos nuestros, producto de nuestras escuelas, universidades, medio ambiente, usos y costumbres.

Así es que, una vez contabilizado el último voto solo nos queda aceptar el resultado. Esa es nuestra realidad, eso es lo que tenemos, eso es Michoacán, eso es México, nos agrade o no.

Termino citando un episodio de la Historia reciente que considero aplicable a nuestro país, guardando las proporciones. En el Berlín de abril de 1945 los tanques rusos ya estaban llegando al anillo defensivo de la ciudad. Berlín empezaba ya a morir. En la mayor parte de la ciudad se habían suspendido los servicios de gas y de agua. Comenzaban a cerrarse los periódicos. No había alimentos. Todo transporte urbano se iba paralizando a medida que las calles se hacían intransitables y los vehículos quedaban inutilizados. Ruinas, escombros, muerte y una terrible destrucción eran visibles. El 22 de Abril, por primera vez en la historia, se cerró la oficina de telégrafos, que llevaba un siglo ininterrumpido de servicios. El último telegrama recibido, procedente de Tokio, decía: “Buena suerte a todos”.

Así término esta entrega, diciendo: “Buena suerte a todos”

 

Alejandro Vázquez Cárdenas

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