El municipio se ha dicho es la célula básica de nuestro sistema político y federal.
Tenemos 2465 municipios, la cuarta parte concentrada en un polígono de pobreza, esto es en los estados de la Zona Fiscal Siete, Oaxaca, Chiapas, Veracruz y Puebla, más 81 de Guerrero, sin contar los de Tlaxcala que es una entidad federativa muy pequeña y Campeche. En suma la mitad de los municipios del País, la mayoría en situaciones de pobreza.
Hay quienes centran muchas de sus críticas en el municipio: desde la baja recaudación fiscal del País en relación al PIB, la menor de la OCDE e incluso de países de nuestro subcontinente latinoamericano como Brasil. La carga fiscal de este último, a quien se le acusa de muchas cosas, pero no del hecho de recibir casi muchas veces más IED que nosotros, es casi cuatro veces mayor que la nuestra. Su federalismo opera mejor, aunque se da la concurrencia fiscal, como sería el caso del Impuesto al Valor Agregado, que existe a nivel subnacional y ha llegado a existir en el nivel local.
Es notorio que siendo el nuestro un país con historia, luchas para ser federal, somos cada vez más centralistas o unitarios en lo fiscal, concentrándose el poder recaudatorio a nivel central. El municipio no cuenta en la coordinación fiscal entre las entidades federativas y el gobierno federal, su coordinación se da a nivel local, pero son pocas las entidades donde existen sistemas estatales de coordinación fiscal entre los gobiernos estatales con los municipales. El de Guerrero fue muy exitoso, pero con el último Gobierno de esa administración, los logros se tiraron al cesto de la basura y veamos como su dependencia de las transferencias federales, llega al 99 por ciento, lo que significa que es un estado fallido y poco viable.
Dada la concentración del ingreso y a vigencia de una estructura nacional de la desigualdad, incluso entre ordenes de gobierno y entre los propios municipios, la mayoría se encuentran excluidos del desarrollo.
Por ejemplo en materia de control presupuestal, transparencia, armonización contable, homologación de sus cuentas públicas, es imposible que puedan uniformarse la totalidad de los municipios, eso es imposible. En los 400 de usos y costumbres de Oaxaca, los presidentes no duran más de un año, no cobran un sueldo. ¿ Cuantos municipios de Oaxaca tienen acceso a Internet, cuantos cuentan con una cuenta, cuantos presidentes municipales de esos 400 hablan español, cuantos saben leer y escribir y cuantos fueron a la universidad?
Debemos reconocer que nuestro es País, es grande, pero heterogéneo y desigual en sus niveles de desarrollo. Ya he mencionado como la deuda pública se concentra en menos de 30 municipios, que la recaudación del predial, que efectivamente es baja y muy baja si excluimos la del DF, es seis vences menor a la de Chile – en relación al PIB- y se concentra en menos de cien municipios. Sólo podemos pensar en una efectiva corresponsabilidad fiscal, desarrollo administrativo moderno, transparencia y rendición de cuentas en unos cuantos. Aunque en los municipios más pobres la rendición de cuentas se da, en una hojita de entradas y salidas en las paredes del “palacio municipal”.
Debemos apostar al desarrollo del municipio, la democracia se fortalecerá si lo gramos, debemos apostar a la gente, al desarrollo regional y a mejorar el perfil de la distribución del ingreso. Pero siempre pensando en el municipio, en los congresos locales, a pesar de las evidencias de opacidad que acaba de mencionar como siempre con lucidez y claridad Juan Pardinas. La mejor forma de atajar el centralismo es fortaleciendo la transparencia, corresponsabilidad y la democracia.