El discurso del 6 de marzo de 1994 marcaría su deceso, el pedido de reformar al poder y de construir un nuevo equilibrio en la vida de la república lastimó a la clase política en el poder, el reconocimiento de que era el momento del poder del ciudadano no era nada nuevo, su base evidentemente fue el artículo 39 de nuestra carta magna; el reconocimiento de una democracia efectiva tensó la vida de muchos políticos, el llamado a una correcta impartición de justicia denotaba lo erosionado de la estructura del poder y el abandono en que se encontraban las comunidades; era evidente que se enfrentaba a los corruptos e influyentes de México, a los impunes. Como un Cristo, se ofrece en redentor en un sentido metafórico sin saber que su final estaba cerca. Aquel México con hambre y sed de justicia, de gente agraviada, de mujeres y hombres afligidos que en ese momento decía ver, no era ni es nada nuevo, nuestro país parece seguir igual, con las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla y el abuso de las autoridades, así como por la arrogancia de las oficinas gubernamentales. El hombre estaba decidido, sabia lo intrincado del camino para llegar a ser el titular de la primer magistratura de la nación mexicana; con firmeza, con visión y plena confianza, manifestaba su deseo de ser presidente para encabezar una nueva etapa de cambio; en menos de 20 días un sujeto le quitaba la vida.
Que vergüenza que en un aniversario luctuoso más de Colosio, no se exija el castigo a los autores intelectuales y más bien sirva tal pasaje de pasarela política para quienes se precian de ser paladines de la democracia.
Campañas políticas siguieron y siguen a su muerte pero no hay hombre alguno que se atreva a, o que cuente con el respaldo de una institución política para llevar a cabo tales cambios, contrario a ello solo existen discursos demagogos mientras el país se hunde ante la indiferencia de sus gobernantes y el encono de los grupos de poder al interior de los partidos políticos, donde el gran olvidado sigue siendo el pueblo, los millones de pobres que siguen sufriendo el olvido del Estado y que sólo en los tiempos electorales voltean a verlos pidiendo el apoyo para después de nueva cuenta, hasta la siguiente elección volver a verles.
La muerte de Colosio debía servirnos para crecer como país, de salir unidos sin importar colores partidistas o revanchismos políticos, para hacer de México una nación única, donde todos sin descalificarnos nos respetemos, nos escuchemos, propongamos, debatamos y en nuestro beneficio o perjuicio se cumpla con la ley, no necesitamos una nueva Constitución (la que por cierto es permanente), precisamos solamente que se cumpla.