La reforma educativa es quizás la más complicada de todas las reformas, no sólo porque tiene que corregir los errores del Acuerdo de 1992, también porque involucra alrededor de 24 millones de alumnos, cerca de dos millones de personas censadas, de las cuales más de 1.1 millones son maestros frente a grupo, que neteando las dobles plazas, son 978 118. Más de 230 mil escuelas, muchas en precarias condiciones, por ejemplo, más de 55 mil sin agua corriente, 18 mil sin energía eléctrica, 34 mil con techos inadecuados, etcétera, concentradas en entidades del sureste. De hecho en la vida del FAEB nunca existieron presupuestos por escuela, ya que en los estados más pobres y rurales, el escaso mantenimiento lo realizan los padres de familia.

Han pasado 23 años, desde 1992, cuando se llevó a cabo la fallida desconcentración de los servicios educativos, lo que no sólo no fortaleció el federalismo fiscal, menos mejoró la calidad de la educación, no fue transparente. Es más ni siquiera cumplió sus objetivos políticos, ya que el poder sindical se preservó y su influencia en los organismos estatales se ha mantenido, si antes controlaba las delegaciones de la SEP, hoy los sistemas estatales, lo que incluye el caso de Oaxaca, con la Sección 22, dominando el IEPO con el nombramiento de Directores para abajo, pero no es la única.

En suma, con la desconcentración se multiplicaron los problemas, los vicios y la corrupción, así como el poder sindical. El FAEB desde 1998, en sus 16 años de vida, arrastró islotes de opacidad.

Las problemas empezaron con la homologación que las más de 20 secciones sindicales de los sistemas estatales, exigieron respecto a salarios y prestaciones de los maestros federalizados. Así como con la llamada “doble negociación”, donde los gobernadores asumieron su papel de “patrones sustitutos”, como si fueran no condicionados los recursos transferidos y fueron generosos con las prestaciones adicionales.

Surgieron aberraciones como los 90 días de aguinaldo, que hoy son muchos más, cuando la SEP siempre ha reconocido 50, problema generalizado en todo el País; también el asunto de los comisionados pagados con recursos federales, a pesar de los reintegros con recursos propios de la entidad federativa; el “jineteo” incorrecto de los recursos transferidos; el uso de plazas de docentes para pagar comisionados a centros de trabajo, mandos directivos e incluso trabajadores administrativos, etcétera.

La creación del FONE presenta avances como una única negociación, asignación de plazas por concurso, escuela digna, pero se tiene que cuidar no repetir los errores del FAEB. La reconcentración de las nominas es una oportunidad para eliminar por ejemplo el problema de los comisionados y de acabar con muchos de los vicios que hoy existen, incluso en la administración de los Servicios Educativos del DF.

Lo que acaba de mencionar el Secretario Emilio Chuayffet no está mal, esto es, que en casos como el de Oaxaca y Guerrero, se reconcentre todo para que la fuerza federal corrija lo que hoy parece imposible de lograr en el ámbito estatal.

Los estados por su parte enfrentan un problema, con los déficit acumulados que se generaron en el periodo de la “nueva fórmula del FAEB” de 2008 a 2014, en que los recursos transferidos no crecieron en términos reales, se distribuyeron con inequidad, no se regularizaron ni los incrementos salariales y se aplicó mal la Ley de Coordinación Fiscal. El déficit de los estados suma miles de millones de pesos, nueve de los cuales terminan este año su gestión, con serios problemas presupuestarios

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