Durante las primeras decenas de años en el siglo pasado, nuestros gobernantes prácticamente no tenían una elevada preparación académica (salvo excepciones) y sin embargo, trabajaron siempre con la idea de cambiar radicalmente las condiciones que tenía el país; las autoridades de esos años tenían un concepto muy elevado sobre lo que era la honestidad política y el valor de la palabra, de la necesidad urgente que tenía México de dejar en el pasado la dictadura y de buscar un mayor desarrollo, y muy particularmente impulsar la educación.

Los gobernantes, en forma genérica, conocían el valor de la palabra, tenían mayor honradez política y administrativa y desde luego, un elevado sentido de la responsabilidad y honestidad, lo que permitió un desarrollo progresivo, pues trabajaban para servir a su pueblo.

Por eso me llamó mucho la atención que “Pepe” al terminar su periodo constitucional de gobierno en Uruguay, expresara, cito: “mi salida del poder, me va acercar más a mi pueblo” (termino la cita). Hasta ahora no he sabido ninguna autoridad de un país en todo el orbe, que haya expresado lo mismo.

En México, los últimos gobernantes de pacotilla han tenido aptitudes más que para gobernar, para robar. Los ha habido que han hecho gala de su fortaleza atlética, como José López Portillo, quien demostraba su agilidad brincándose las cercas y quien construyó una residencia en la denominada Colina del Perro.

Otro ex presidente, más tardó su relevo en protestar cuando ya había salido en fuga a un país muy alejado de México y se fue a refugiar en Irlanda. Otro más pensó que para hacer menos pendejadas había que estudiar más y se fue a una Universidad de los Espantados Unidos para servir a los gringos y otro terminó prácticamente cuidando vacas y buscando sembrar mariguana es su rancho, alejándose lo más posible de sus gobernados. Y desde luego, no es que sea malo cuidar vacas, lo grave es que a su paso por la Presidencia, con mucha frecuencia lo que hizo fue ridiculizar la posición como Ejecutivo Federal y permitir que los zánganos de sus hijastros saquearan las arcas públicas.

Es alentador pues el saber de una determinación de tal naturaleza como la que expresara Pepe, que debería ser emulada por todos esos zánganos que no solamente nos han desgobernado, sino que con sus formas de administrar al país nos han llevado a la ruina, a la pobreza y a la pérdida de la soberanía.

Los ex presidentes de México, no solamente no pueden andar solos por las calles, sino que se ven obligados a traer escoltas por delante y por detrás, pues bien saben ellos el daño que han ocasionado al país y a todos los mexicanos; por eso no pueden andar caminando por las calles de México (andarán por las de Nueva York, porque allá no les conocen las trapacerías hechas); vaya, ni si siquiera pueden caminar por la de la ciudad de su nacimiento. Se saben despreciados por todos y seguramente tienen miedo de ser abucheados. Vaya, ni siquiera los ex gobernantes (son escasos) de sus estados se atreven a pasear por el centro de sus ciudades.

Desde luego que hay excepciones a la regla y uno de los pocos contados con los dedos de una mano, lo fue el General Lázaro Cárdenas, de quien se decía que era el único de los ex presidentes en funciones que solía caminar sólo por la calles de San Juan de Letrán (en la capital del país) a quien a su paso, le arrojaban serpentinas de colores y lo saludaban con cariño y con respeto.

¡La expresión de José Mujica, pesa! debiera pesar en las conciencias de quienes nos han saqueado, pues con esta expresión y sin quererlo, el ex presidente de Uruguay hace una denuncia de todos los zánganos que nos han robado y desgobernado, pero además nos alerta a no permitir más este saqueo atroz que comenten en nuestro país.