Más de 1.400 policías e infantes de la marina de Brasil entraron a un enorme complejo de favelas cerca del aeropuerto internacional de Río de Janeiro la madrugada del domingo, en la más reciente operación de seguridad antes del Mundial de Fútbol.
No se realizó un solo disparo mientras el complejo Mare, donde hay 15 favelas, se volvió la más reciente área empobrecida en presenciar una invasión de las fuerzas de seguridad, en un intento por expulsar a las pandillas fuertemente armadas que han controlado durante décadas estos barrios pobres de Río.
En los próximos días, soldados de la armada comenzarán a patrullar esta área plana y casi sin árboles de unos 5 kilómetros cuadrados (2 millas cuadradas) en el norte de la ciudad, que abraza el principal camino al aeropuerto y donde viven unas 130.000 personas.
Al final, las fuerzas de seguridad instalarán puestos permanentes en Mare como parte del programa de “pacificación” que comenzó en 2008 y que busca garantizar la seguridad de Río de Janeiro antes de la realización en el país de la Copa del Mundo este año y los Juegos Olímpicos en 2016.
En años recientes, las autoridades han instalado 37 puestos de “pacificación” en un área que cubre a unas 1,5 millones de personas. El operativo del domingo es determinante en un momento crítico para la campaña de seguridad.
En meses recientes, las pandillas han atacado descaradamente puestos policiales en otras favelas bajo las órdenes de líderes de bandas presos que quieren evitar que más barrios sean “pacificados”. Con cada área que la policía ocupa, los delincuentes pierden terreno valioso para la elaboración y venta de droga.
Hilda Guimares, una anciana que se dirigía a paso lento a la iglesia mientras la policía de élite avanzaba rápidamente por una calle de la favela, dijo que “esto tenía que pasar. Ya era hora”. “Necesitábamos que limpiaran este vecindario desde hace mucho, pero siempre nos habían ignorado. Por muchos años estas bandas han gobernado este lugar”.
Otros residentes, muchos de ellos temerosos de la policía y las pandillas para dar sus nombres, tienen sentimientos encontrados.
A cinco años de que comenzó el programa de “pacificación”, sin duda han disminuido las balaceras en las favelas afectadas, pero muchos cariocas se quejan de la fuerza excesiva de la autoridad.
Más de 20 policías que vigilan Rocinha, la favela más grande de Río, enfrentan acusaciones de tortura, desaparición y presunto asesinato de un hombre a quien estaban interrogando sobre armas y droga en la comunidad.