Me parece que el mundo tiene que invertir mucho más presupuesto en la tarea educativa. En la actualidad, hay un déficit en la educación universal de calidad, tanto en la escuela primaria como secundaria. Al mirar a mi alrededor hoy en día, percibo esta necesidad de preparación para vivir en plenitud. La misma Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), dice que para alcanzar las metas educativas se requiere recursos financieros, los cuales se han reducido debido a un recorte de la ayuda internacional. Por ello, insta a los países a compensar este déficit mejorando la recaudación tributaria y su posterior redistribución a la tarea formativa. Hoy se hace dificultoso transmitir de una generación a otra valores y reglas de comportamiento. Lo saben bien los padres de familia, los docentes, y todos los que tienen responsabilidades educativas directas. Parece como si el fracaso truncara nuestras expectativas y nuestros esfuerzos por formar personas de bien. De ahí, esa emergencia educativa que ha de propiciarse más allá de una mera transmisión de contenidos en un orbe que evoluciona con gran rapidez.

Evidentemente, hemos de crear ambientes más favorables a la educación y, para ello, es esencial el apoyo a los maestros para mejorar la calidad del aprendizaje. Desde luego, los docentes no pueden cargar con toda la responsabilidad que conlleva la tarea educativa. Y en este sentido, los gobiernos deben ofrecer incentivos alentadores para que no abandonen la docencia aquellos docentes capacitados para impartir una formación para la vida, y desde la vida. Es hora de que se superen las desigualdades destinando los más cualificados maestros a las zonas más problemáticas de un país. También los padres han de colaborar con el educador y, de este modo, ayudarles a superar los posibles conflictos que surjan en el aprendizaje. Por otra parte, en sociedades étnicamente diversas como las actuales, los docentes deberán aprender a enseñar en más de un idioma, y los gobiernos deberán activar los programas de formación de docente para que el educador esté verdaderamente cualificado y acorde con los tiempos y las culturas variadas. Por eso, es importante que los encargados de esta formación dispongan de conocimientos y experiencias sobre lo que son los problemas reales de la enseñanza en el aula y el modo de afrontarlos desde esta pluralidad.

En educación, por tanto, no se pueden escatimar recursos económicos. A mi juicio es vital que los chavales que han abandonado sus estudios retornen a la escuela. Todos nos merecemos una segunda oportunidad. Los gobiernos deberán fomentar que así sea, con programas de aprendizaje acelerado y objetivos atrayentes. Si en verdad queremos acabar con la atmósfera de mediocridad que nos invade, con la desilusión por el aprendizaje, tenemos que hacer valer la docencia, así como velar por que todos los niños puedan tener acceso a un educador bien capacitado y mejor motivado. No se pueden transformar vidas si el docente carece de cualidades y de formación. Sin duda, todos los seres humanos tienen derecho a la educación, a tener conocimiento, pero también a poseer un juicio crítico y a poder disfrutar aprendiendo.

En esta apasionante tarea educativa, todos juntos tenemos que estar dispuestos, aunque los papeles y las responsabilidades de cada uno sean distintas, a donar lo mejor de nosotros mismos, para que se haga realidad el objetivo de formar buenos ciudadanos, sabiendo que por el analfabetismo se retorna a los tiempos de la esclavitud, y, en cambio, por la educación se asciende al goce de la realización humana. No se puede pretender cambiar el mundo si el activo educativo flojea. Estoy convencido, que atravesaremos el horizonte de la luz en la medida que el aprendizaje se haga extensivo a toda la especie. Al fin y al cabo, un ser no está completo hasta que no se instruye y se le enseña a respetar, a nutrir su vida de pensamientos y razones, y a desnutrirse de carreras que no sosiegan el alma para poder convivir.

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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26 de marzo de 2014