A todas luces era previsible que la pasada reunión del G-20, en San Petersburgo, no fuera una cualquiera dentro del coloquio anual dada la coyuntura y anticipábamos que  su naturaleza sería prioritaria para la toma de decisiones entre los  grandes actores, tanto de la geopolítica, como de la geoeconomía actual.             No nos equivocamos:  en esta columna señalamos que  veríamos sus resultados de forma inmediata en dos renglones de  atención internacional: 1) Siria y 2) Los estímulos de la Reserva Federal de Estados Unidos hacia la economía de aquel país.

En el primero, Rusia con Vladimir Putin, como su presidente, convertido en  asesor de Siria y defensor de Bashar Al Assad ha cobrado tal protagonismo que inauguró  una nueva etapa en la moderna Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia ante el desbordado protagonismo de  Medio Oriente y su vorágine de transformación.

 

Mientras Estados Unidos sostiene que sus servicios de Inteligencia han provisto a La Casa Blanca de imágenes y pruebas del uso de gas Sarín por parte del gobierno de Al Assad; Rusia, en voz de Putin, acaso el mayor proveedor de armas de Siria sostiene que no fue el presidente sirio sino los rebeldes  quienes rociaron del gas a la población civil.

Por lo pronto, Putin al salir fortalecido como “mediador” ubica a Rusia de nueva cuenta como contrapeso del poder para los planes más voraces e intervensionistas de Estados Unidos en aquella región del mundo.

Segundo,  el impacto esperado de la retirada de estímulos monetarios por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, que desde hace un par de meses comenzó a enviar la señal de que “la maquinita de hacer dólares terminaría este mes”.

Los inversionistas a nivel global  reaccionaron anticipando posiciones para recanalizar su dinero hacia la economía americana esperando que la FED subiera las tasas de interés en los Bonos del Tesoro.

Los primeros castigados, como siempre, las economías emergentes precisamente las que mejor se han comportado en los últimos tres años en medio de la crisis de la Unión Europea (UE) y de Estados Unidos.

Una de las  líderes en el G-20 que habló del impacto negativo del  anuncio de la retirada de estímulos por parte de la FED fue, Dilma Rousseff, presidente de Brasil, quien no dudó ni tantito en exponer ante los jefes de Estado allí reunidos (por supuesto ante el presidente estadounidense Barack Obama) que su economía antes estable estaba de  nuevo tambaleándose gracias a la especulación bursátil desatada por los grandes inversionistas que  estaban dispuestos a trasladar su dinero hacia la Unión Americana en cuanto subieran tasas de interés.

Rouseff  puso el dedo en la llaga al señalar que en los últimos meses tanto la moneda brasileña, como la de otros países emergentes, iniciaron un proceso de devaluación  frente al dólar correlacionada con los anuncios de Estados Unidos respecto del fin  de los estímulos.

De esta forma, la mandataria brasileña recordó que si las economías emergentes caían en recesión no abría forma alguna de apuntalar el crecimiento global máxime cuando las economías industrializadas continuaban asoladas por un PIB en negativo o bajo y el desempleo alto.

Y si, los emergentes no están allí para salvar  a los industrializados, entonces quién lo hará.

A COLACIÓN

La mayor parte de las economías emergentes han padecido devaluaciones en sus monedas en los últimos meses y por supuesto, los mercados de valores también sufren los embates de la especulación y el traslado de capitales.

“En  lo que va de 2013, han caído la mayoría de los índices bursátiles del mundo emergente, como los de China (-7.6%), India (-5.3%), Indonesia (-4.9%), Corea del Sur (-4.5%), Rusia (-14.8%), Brasil (-18.1%), Chile (-18.7%) y México (-10.4%)”

La desaceleración económica también se ha hecho presente no sólo en  México sino en buena parte de la región y desde luego en los BRICS.

De San Petersburgo, salió entonces no únicamente la postura del presidente Obama de permitir que su homólogo de Rusia, Putin, se erigiera en mediador con Siria, también de allí deriva la decisión sorprendente de que la FED no retirará aún los estímulos monetarios  a su economía, para evitar una recesión en los emergentes aderezada con una crisis cambiaria y una salida de capitales que afecte a los mercados bursátiles.

Por lo pronto, Estados Unidos, continuará comprando deuda a un ritmo de 85 mil millones de dólares al mes lo que hace de forma recurrente desde finales del año pasado.

Tal parece que la tónica del presidente Obama seguirá siendo –al menos en el corto plazo-, mantener el dinero barato, tasas de interés bajas y dar estímulos para acelerar el PIB y reducir el desempleo.

PD. *Economista y presidente de Consultores en Economía y Educación Financiera.