Todo empieza con la manera en la que tomamos decisiones.
De entre varias posibles alternativas, seleccionamos una. Eso es decidir.
Ver las opciones y escoger la que creemos que más conviene.
Y dentro de las decisiones, tenemos importancias variables. Hay decisiones importantes y la hay irrelevantes.
La clave del proceso de decisión es la importancia, en dos terrenos. La de la opción seleccionada, y la de la decisión en sí misma.
Decidir qué carrera se estudiará es una decisión más importante que la de decidir qué cerveza tomar ahora. Cualquiera entiende esto.
Y entre las opciones a considerar, la importancia es vital. La importancia determinará la opción por la que optamos.
Entre estudiar una carrera de experto en lenguas muertas y una de química, encontraremos diferencias de importancia. Nada que sea muy complicado, pero que se pone interesante si seguimos por donde vamos.
Podemos ordenar la importancia de las decisiones que tomamos. Unas importan más que otras, no hay duda. Lo que nos lleva a preguntarnos cuáles son las decisiones más importantes que tenemos en nuestra vida.
Usted puede hacer su lista. Quizá incluya decisiones de matrimonio, de compra de casa, de cambio de ciudad o país, de tener hijos.
Hay muchas y no son sencillas. Con la lista de las decisiones más importantes haga un análisis simple, explicando por qué son importantes.
Verá que la razón es muy simple, por las consecuencias que eso tiene en su vida. A mayores y más serias y de mayor plazo que sean las consecuencias, mayor importancia tendrá la decisión que usted toma.
Y esto no hace entrar a un territorio poco explorado, haciendo una pregunta. ¿Cuál es la decisión más importante de toda la vida? Me refiero a una sola, la que de verdad importa más que cualquier otra y por mucho.
Será difícil de contestar, muy difícil, y eso mismo me pasó a mí hace ya tiempo, cuando hice ese ejercicio. No pude contestarla. No supe cuál era esa única decisión, la más importante de todas las que se toman en la vida.
Hice un ejercicio de sillón. La decisión más importante, pensé, sin duda alguna sería la que de tomar un cierta opción me mandaría a abandonarlo todo, en un sólo instante y dejar atrás todo lo que tengo.
Y hacerlo en ese mismo instante. Algo que cambiaría mi vida totalmente y sobre lo que no tuviera duda alguna.
Suena un poco abstracto, es cierto, pero hay casos. Piense usted en algún artista, pintor o escrito, que deja todo atrás y se dedica en cuerpo y alma a su vocación. Gauguin es un ejemplo de esto, saliendo de su país y yendo a otros, dejando toda su vida anterior atrás.
Hubo otros ejemplos que encontré, pero entre ellos destacó un grupo muy especial.
Piense usted en Francisco, el de Asís, y su renuncia literal y física a su vida anterior. O en Catalina, la de Siena, que renunció a su vida de matrimonios arreglados, para seguir lo que ella más deseaba.
O a Ignacio, el de Loyola, y su amigo Francisco, el de Xabier, que dejaron todo de lado y en un momento decidieron seguir la opción que les forzó a dejar toda su vida atrás.
Eso me impresionó. Esos santos y otros más me mostraron casos concretos en los que ellos habían enfrentado lo que realmente es la decisión más importante de la vida.
Una que se define como la que tiene opciones, una de las que significa dejar la vida anterior atrás. Como la de quien prefiere la muerte a cambiar sus creencias.
Le di vueltas y vueltas al asunto, durante meses y años. Encontré otros casos, algunos narrados en la Biblia.
Llegué a concluir algo que comparto con usted y que propongo como regla general para todas las personas: la decisión más importante que enfrentamos en nuestra vida es una y solamente una, la decisión de nuestra religión.
Sus consecuencias son las mayores que podamos tener, gozar o sufrir. Puede que esa decisión lleve a simplemente no creer en Dios, ni en religión alguna. O puede ser que lleve a creer en Dios y en alguna religión en concreto. Eso dependerá de cada persona. No pretendo influir en su decisión.
Pero lo que sí obviamente intento en convencerlo de una sola cosa: ésa será sin duda la decisión más importante que usted tomará jamás. Estoy seguro de ello.
Y, siendo razonable, le trataré de convencer de otra cosa: le conviene más que nada más en el mundo ponerse a pensar en el asunto, a saber más del tema. Me interesa usted y lo que a usted le suceda, no puedo negarlo.
Post Scriptum
Esto es un ejemplo de lo que significa examinar la propia vida, ponerse a pensar sobre uno mismo. Es hacer filosofía, explorar lo que uno es y sacar conclusiones. Lo que T. Morris llama deporte extremo, realmente extremo.
Lo que me lleva a una consideración final, la de sugerirle hacer lo lógico, dedicar tiempo a esta cuestión. Será el tiempo mejor invertido que usted jamás pueda tener.