Omar Bravo es un tipo discreto. Nada afecto a los reflectores. Se le ha acusado de tener una personalidad fría y que inclusive se achica en los momentos más críticos. Pero en su aventura con el Atlas ha derribado los prejuicios en su contra.

En tres partidos ha anotado goles decisivos. En el amistoso que se presentó ante Chivas no se intimidó ante el escenario que lo podría colocar como el héroe o el villano. Ahí cobró un penalti y lo concretó contra su querencia.

 

 

 

Y la noche de este sábado, en partido oficial, con el marcador empatado, la Barra 51 frente a él, hambrienta de ese gol salvador; Omar tampoco mostró temor. Si el grupo de animación rojinegro pedía a gritos la anotación, el resto, una mayoría americanista conformada por miles de aficionados lo insultaban. Bravo hizo oídos sordos, se enfiló, tiró el derechazo, Moisés Muñoz alcanzó a tocar el balón, pero fue insuficiente para evitar que llegara al fondo a las redes.

 

El gol significó el estallido del fiel público rojinegro, ese que ha sufrido a través de 96 años de historia y que ha resistido todo tipo de sufrimientos.

 

UN ZORRO TEMERARIO

Atlas se plantó de manera heroica en una batalla en la que aparecía como víctima. Las circunstancias no eran las más favorables. Un día antes, el club Atlas Colomos donde entrena regularmente fue embargado por una deuda con la Secretaría de Hacienda por 4.6 millones de pesos.

Durante la semana, Tomás Boy declaró que tenía miedo del arbitraje y por ello procuraba no opinar sobre el trabajo de los silbantes para que no repercutiera en contra de su equipo. Con ese entorno, los rojinegros recibieron al favorito América, con tres partidos ganados de manera consecutiva que le otorgaban una aurea de invencible.

 

Pero Atlas, con el conocimiento de que Puebla y Querétaro, los rivales involucrados en la lucha por no descender, habían perdido; pisó el campo de un estadio Jalisco casi lleno con la convicción de doblegar al gigante.

 

Los dirigidos por el Jefe tuvieron más de 30 minutos perfectos en los que le cerraron los espacios a los talentosos como Oswaldo Martínez, Rubens Sambueza, y así dejaron aislados al Chucho Benítez y a Raúl Jiménez.

 

Luis Robles, ese medio de contención que Juan Carlos Chávez despreció y lo exilió en el Veracruz de la Liga de Ascenso, se mostró como el recuperador que requiere el equipo rojinegro. El Macue le arrebataba el balón a Oswaldito, y lo distribuía con visión.

 

Los americanistas de inmediato se percataron que era el elemento al que debían disminuir a base golpes bajos. El primero fue el Maza Rodríguez, y fue amonestado lo que hizo suponer que la manifestación de Boy había surtido efecto. Pero sólo fue una cortina de humo, porque después, como sistema otros se alternaron en la tarea de tirarle patadas bajo la complacencia del silbante.

 

Pero no era suficiente, y Atlas insistía. Matías Vuoso, abucheado al momento en que el sonido local anunció su nombre, estuvo cerca de abrir el marcador al ’11 con un disparo por el sector derecho, pero el balón sólo se paseó cerca del poste derecho de Muñoz.

 

Al ’18, los Zorros tuvieron su llegada más cercana en el primer tiempo. Ricardo Bocanegra cobró tiro de esquina, y Omar Bravo pegado al poste izquierdo de Muñoz se levantó para girar su cabeza y enviar el esférico hacia atrás para cruzar burlonamente tan cerca de ingresar a la red, pero sólo fue una emoción para esos seguidores tan abnegados. Atlas dominaba, pero lentamente el ritmo intenso con el que arrancó bajó y América avanzó cercando el área rojinegra.

 

En el ’37 dieron el primer aviso. Jiménez llegó hasta la línea de fondo por la derecha, centró, Benítez cerró para el remate, de forma dramática Pinto rechazó, pero el balón llegó a los pies de Rubens para el disparo letal, pero Robles impidió la anotación.

 

Atlas ya estaba acorralado y observando el cronómetro para irse al vestidor con el empate a cero. Sin embargo, al ’42 hubo una falta más, Oswaldito ejecutó el tiro libre directo, y entonces Diego Reyes, aprovechó su espigada figura para dar un pequeño brinco que superó a sus marcadores, conectó de cabeza y enfrió el ánimo rojinegro, mientras las tribunas se pintaban de banderas amarillas.

 

América finalizó agobiando al Atlas y alimentado por su público que coreaba con un “¡Olee!” humillante cada toque de balón.

 

Así terminó el primer tiempo con la promesa de un América aún más agresivo y un Atlas cuya consigna sería salir a morirse con honor.

 

REMONTADA CON ORGULLO

Seguramente en el vestidor, Tomás Boy habrá dado un discurso bravío para motivar a un grupo que se había esforzado pero que no encontró la ansiada recompensa.

Las palabras funcionaron adicionadas con un ajuste del Jefe: salió el Amaury para darle el lugar a Guillermo Martín en la misma posición de la lateral derecha.

 

Lo que sea que haya dicho el temperamental técnico dio el resultado deseado rápidamente. Al ’46, Rodrigo Millar, quien llegó como refuerzo para este torneo, tomó un balón fuera del área, tiró al centro, Reyes desvió, el esférico se estrelló en la base del poste izquierdo y se metió al rincón de las redes para renacer la esperanza.

 

Con el marcador igualado, más que buscar la ventaja, Atlas se replegó y le cedió peligrosamente la iniciativa a un América que por obligación debe ganar donde se presente. El asedio fue incesante ante un Miguel Pinto y sus defensas que se pusieron el traje de héroes junto con el poste que también ayudó.

 

Cuando América era amo y señor, la jugada tan esperada por Boy llegó. Al ’71, Omar Bravo, tuvo el balón en el área y permitió que Aquivaldo Mosquera lo encimara, se enredaron las piernas, y el delantero se desplomó para que Erim Ramírez señalara el penalti.

 

Omar, igual que en aquel partido contra Chivas, sabía que ese balón era suyo, porque solo con goles justificará su contratación tan polémica. El mochiteco no perdonó a Muñoz y puso adelante al Atlas al ’73.

 

Siguieron más de 21 minutos de angustia, al estilo cardiaco del Atlas, con esos finales dramáticos, vibrantes, con los once metidos en el área, pero con un Pinto agigantado, pero también errático que debió agradecerle mil veces al poste su intervención divina cuando él falló.

 

Sí, Atlas, ganó en la cancha, respiran en su batalla por sobrevivir en el Máximo Circuito. Mientras, América, que llegó con la etiqueta de invencible, perdió el invicto en el Jalisco ante un rival que parecía a modo.