ESCRITORIO DEL EDITOR.

Hay gobiernos cuya inconsistencia es permanente. Esta condición posiblemente se deba a una cierta debilidad institucional, a poca claridad sobre el destino al que quieren llegar o a la combinación de ambas que es una mezcla con un gran potencial explosivo, porque genera incertidumbre, confusión burocrática y social y espacios de indefinición política con un elevado potencial de conflicto.

La debilidad institucional provoca vacíos de poder que son ocupados por fuerzas con poco compromiso con el pacto social y cuyo enfoque es la ganancia inmediata, que es independiente de los grandes intereses nacionales. Puede uno ver suplantados los cálculos de promoción nacional por el dominio de objetivos de corto alcance. Un ejemplo son los monopolios que pueden anular los mejores propósitos de competitividad requeridos en un mundo globalizado que propicia una competencia feroz y descarnada.
La falta de rumbo refuerza a los intereses facciosos, estos se concentran en sus intereses inmediatos y egoístas y en construir capacidades de conducción nacional que se alejan del bienestar general, es el caso del crimen organizado cuyo avance pone en tela de juicio la viabilidad nacional.

El de Felipe Calderón es uno de estos gobiernos. El PAN no entendió que podía y debía conducir al país basado en las instituciones existentes imprimiéndoles un tinte político-ideológico distinto, sin embargo, la ideología ultraderechista del PAN que llegó al poder no podía generalizarse y tenían la convicción de que el nuevo rumbo no debía fincarse sobre las viejas instituciones, valores y símbolos, querían imponer un nuevo marco pero carecían de imaginación e inventiva y no tenían el diseño de las alternativas. Trataron de liquidar la simbología del siglo XIX y lo único que lograron fue aislarse del juarismo; trataron de aniquilar a la revolución mexicana y se dieron cuenta que no tenían héroes de recambio, es así que uno los encuentra poniéndole el nombre del Papa a las calles.
La falta de rumbo se agudiza conforme pasan los años porque debilita a las instituciones. La burocracia no tiene claro hacia donde debe caminar y se aferra a reglas y normas de un pasado que el gobierno quiere enterrar y estando inmersos en la confusión generalizada el gobierno comete un error tras otro.

Felipe Calderón busca estrictamente su posicionamiento personal, esta desesperado buscando buenos resultados en las encuestas y se confunde ante las distintas audiencias porque no controla las distintas posiciones ni siquiera dentro de su propio gobierno. Un ejemplo doloroso es la política energética, porque mientras se presenta en el mundo como un paladín de la protección ambiental su gobierno anuncia un aumento en el uso de carbón, un fósil altamente contaminante.
El último caso de torpeza gubernamental fue su intento de usar el futból para aumentar su popularidad. Mientras su gobierno anunciaba que se castigaría a los burócratas que se ausentarán a ver juegos o que salieran a celebrar en el caso que la selección ganara (cosa poco probable), el presidente como necio insistió en viajar hasta Sudáfrica a ver el juego. No solamente es imprudente el gasto cuando la economía mexicana continua en una situación débil, sino que buscó justificar el viaje de una forma infantil por decir lo menos: se reuniría con el presidente de ese país, seguro que el presidente estaba muy preocupado en México justo el día de la inauguración del mundial; se reuniría con empresarios para promover inversiones en México justo cuando éstos huyen del país por la inseguridad; y finalmente, como era de una gran importancia nacional, le llevó una condecoración a Mandela, lástima que él no estuviera bien enterado y que lo despreciara por haber tenido una desgracia en la familia.

Hay quien piensa que Calderón trataba de demostrar que entraba a un estadio sin recibir la rechifla que le ha tocado a los presidentes mexicanos que han tenido esa osadía, pero también es cierto que allá nadie lo conoce y los mexicanos que fueron hasta allá están muy poco preocupados de las necesidades anímicas del presidente.

La contradicción frecuente, las señales inequívocas de carecer de una agenda de gobierno y de carecer de un rumbo a seguir, más la debilidad generada con decisiones mal tomadas y peor conducidas, como su guerra contra el narco, están hundiendo a México en una situación problemática. Al término de la pesadilla foxista empezó la pesadilla calderonista y el deterioro sistémico en México resultante será muy difícil de revertir cuando llegue el momento del nuevo cambio.