ESCRITORIO DEL EDITOR.
Antes que otra cosa suceda, evitaré caer en criticas, señalar, presuponer y prejuzgar el interés de los asistentes a la histórica marcha de este jueves 8 de Julio de 2010. No hay registro de algo similar en los anales del periodismo michoacano, seguro estoy que de vivir, El Gordo, Rodolfo RamÃrez, se hubiera asomado a tan singular evento.
 La convocatoria se dio entre reporteros gráficos de medios electrónicos e impresos, ya estaban acalambrados desde que fueron privados ilegalmente de su libertad por comuneros rijosos de la costa, luego, el asesinato de Hugo Oliveira colmó a la banda y se dieron a la tarea de llamar a los pares para manifestarse.
 VÃa correo electrónico, facebook y twitter, nos enteramos de las intenciones de ganar la calle y manifestar públicamente nuestro total rechazo a la violencia ejercida desde el poder gubernamental y el poder fático de grupos delincuenciales. Ahora sà que: a quién corresponda.
 Antes de las 11 de la mañana ya habÃa raza aguardando, otros, incrédulos esperaban en las inmediaciones del Obelisco, ya aguardaban elementos de tránsito municipal, seguridad pública y por supuesto no podÃan faltas los tradicionales orejas de gobernación, quienes por cierto, se emboscan en las filas reporteriles para sacar su chamba. Ni modo, el asunto come.
 Uno de entre muchos se adueñó de la voz, propuso, discursó y se acordó marchar sobre las banquetas para no obstaculizar el flujo vehicular en la principal arteria vial de Morelia. A la voz de “vieja el últimoâ€, partió el contingente hacia el primer punto de la repormarcha: palacio de gobierno.
 Previo, ya se habÃa rayado algunas cartulinas con frases, alguien de entre la bola sacó una máquina de escribir mecánica, de esas que ya no hay en las salas de redacción, algunos se taparon la boca con lo que encontraron y vámonos. Por cierto, hubo “invitados especialesâ€, por no decir colados. Aún asà no se contaminó el espÃritu de la protesta.
 “Corren los caballitos, los grandotes y los chiquitosâ€, ese Cri Cri era genial, seguro que no participó en marcha alguna. En la diversidad está la riqueza. La cosa es que marchamos, no fue hombro con hombro, tampoco como águilas draconianas, cada cual a su paso, a su ritmo, como lo cotidiano de nuestro trabajo y de nuestro medio. Partimos unos cincuenta.
 Llegamos a la puerta del palacio de gobierno. Cerrada. Abandonada al tiempo y a nuestras voces. Como homenaje, cámaras y micrófonos al suelo en macabra ofrenda a la indolencia. Fotos por aquÃ, fotos por allá. Vámonos a la siguiente parada.
 Caso curioso, al arribar la marcha, ya no éramos 50, habÃa el doble de periodistas y en el patio central del palacio legislativo ya estaba en semicÃrculo un grupo de diputados locales esperando a una comisión. Y pasó lo que tenÃa que pasar: aquellos que no marcharon, aquellos que no representan más que a sus intereses se volvieron interlocutores y se alzaron con la voz que desde sus medios han acallado toda la vida.
 Ahà terminó la marcha. Hubo quien permaneció en espera de los acuerdos logrados con los diputados, algo ocioso, pues el Poder Legislativo no es el responsable de la seguridad pública ni manda sobre la procuradurÃa estatal, apenas y sacan su trabajo, pero en fin. Al parecer se cumplió el objetivo de quienes detrás de la marcha pretendÃan desvirtuar su espÃritu, pero no lo lograron, el fondo real no se alteró.
 Afirmo esto porque es evidente más que nunca que las nuevas generaciones empujan y empujan fuerte, tanto que no sólo son vanguardia en sus medios, son capaces de meternos a los rucos en dinámicas progresistas que abandonamos al crecer y desarrollarnos.
 Insisto, no se contaminó el espÃritu de la marcha pues al final de cuentas la calle se ganó con el objeto no sólo de hacer causa común, era la intención de mostrar que a pesar de nuestras divisiones naturales y de intereses somos capaces de articular frentes comunes.
No importa que los arribistas y oportunistas de siempre se abroguen paternidades inexistentes, la relevancia de los hechos nos ubica por encima de un convenio o sueldo fijo o la simple necesidad de salir a cuadro y en la foto. Ahà estuvo la gente, caminamos, nos vieron y los vimos. Un hecho histórico.