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Las elecciones federales del pasado domingo resultaron menos desestabilizadoras de lo que se temÃa. El contexto de violencia en que transcurrieron no tiene precedentes, aunque en algunos casos, por ejemplo en Chihuahua, afectó la participación, en otras entidades que viven el asalto de las bandas de narcotraficantes los porcentajes de electores que asistieron a las urnas alcanzaron niveles normales.
Estos datos son motivo de satisfacción porque apuntan hacia la determinación de los ciudadanos de defender sus derechos polÃticos contra quien sea que intente de alguna manera cancelarlos.
En términos de actitudes y tendencias de los votantes el proceso electoral también es importante porque ofrece elementos de reflexión a propósito de la elección presidencial de 2012. Los lÃderes del PRD y del PAN ya anunciaron que no irán en alianza en esos comicios. Pero tal vez hablaron demasiado pronto, sobre todo si tenemos en cuenta la perseverancia y la capacidad persuasiva de polÃticos como Manuel Camacho, que llevan buen tiempo trabajando por la construcción de un frente unido de oposición. No sólo eso. En el trienio que ahora inicia, el PRI tiene la oportunidad de avanzar en las preferencias electorales si sus elegidos se desempeñan con eficiencia y honestidad; si los porcentajes que lo favorecen son grandes, sus opositores habrán de reconsiderar la posibilidad de lanzar un candidato único. Pero esta estrategia se topa con las diferencias programáticas que separan todavÃa a las izquierdas del PAN, asà como con los gigantescos egos de los aspirantes: López Obrador piensa volver a la carga, pero, a diferencia de lo que ocurrió hace cuatro años, ahora tendrá que enfrentar las dudas que despierta su liderazgo incluso entre muchos de sus antiguos seguidores, asà como el surgimiento de alternativas dentro de las mismas izquierdas, por ejemplo, Amalia GarcÃa o Marcelo Ebrard, que cuentan con un capital polÃtico propio. (Y no faltará el chistoso que le señale a López Obrador que estarÃa infringiendo el principio de la no-reelección) Además nadie imagina que Santiago Creel, Javier Lozano o Gerardo Ruiz Mateos estén dispuestos a renunciar a sus pretensiones presidenciales a favor de López Obrador, o de quien quiera que fuera el candidato de las izquierdas.
Más allá de conjeturas a propósito de una candidatura presidencial única del antipriismo, el proceso electoral reciente es un buen punto de partida para que los partidos examinen su desempeño, su imagen pública, reconsideren sus estrategias y discutan las plataformas que impulsarán dentro de dos años. Por ejemplo, los descorazonadores resultados que obtuvo el PRD, en particular la derrota en Zacatecas, deberÃa ser una lección para las izquierdas locales y nacionales, pues con todo y la gubernatura en sus manos, según el PREP, el partido obtuvo casi la mitad de votos que recibió el PRI (23 por ciento frente a 44 por ciento). Incluso si sumamos los sufragios emitidos por el PT, que hubiera podido presentarse en alianza con el perredismo de no ser por el conflicto de la gobernadora GarcÃa con su predecesor Ricardo Monreal, el partido en el poder habrÃa sido derrotado.
Superada la rabia inicial y las denuncias de “traiciones internasâ€, los protagonistas de este desaguisado tendrÃan que analizar cuerdamente cuáles fueron las facturas que les pasaron los zacatecanos. Sólo asà estarán preparándose para una elección presidencial que, de mantenerse el retroceso del perredismo, las pugnas internas de las izquierdas y su incapacidad para formular un programa de gobierno medianamente interesante, puede ser el sueño realizado de los promotores del bipartidismo en México.
Para Acción Nacional los resultados del domingo son un respiro, porque no fueron el “carro completo†que se veÃa venir y que hubiera ensoberbecido a los priistas de tal forma, que se hubieran vuelto intratables. Ya lo son, pero de haber conquistado todas las gubernaturas habrÃan elevado a precios prohibitivos su apoyo a las polÃticas del gobierno, o simplemente su participación en los procesos institucionales. El PAN en alianza triunfó en tres estados polÃticamente importantes: Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Lo primero es que no puede olvidar que llegó en alianza con otras fuerzas polÃticas, y serÃa un error que, en Puebla o en Sinaloa, intentara pintar todo de azul, como lo ha hecho en el gobierno federal y ahà adonde ha llegado. Si lo intentara siquiera, solamente estarÃa alimentando la desconfianza que ya despierta su imparcialidad en los procesos electorales. SerÃa una catástrofe que en los comicios presidenciales de 2012 se reprodujera el contexto polarizado de 2006, y que la sospecha dominara la sucesión presidencial, entre otras razones porque las imágenes y actitudes negativas, por ejemplo, en relación con el IFE tendrÃan un efecto acumulativo que podrÃa destruir nuestra accidentada experiencia democrática.
El PRI es un partido ganador, pero menos de lo que esperaba, y también tiene lecciones que extraer del proceso del domingo. En primer lugar, que en esto de la democracia ningún partido tiene la vida comprada, que los aliados de hoy pueden ser los adversarios de mañana, y que, pese a su generosidad, muchos electores no olvidan y tampoco toleran a polÃticos del corte de Mario MarÃn y de Ulises Ruiz.