La exposición retrospectiva José Clemente Orozco. Pintura y verdad, que se inaugura hoy en el Colegio de San Ildefonso, ha generado gran expectativa luego de que la última gran revisión realizada sobre su obra la hicieron en 1979 el museógrafo Fernando Gamboa y la crítica de arte Raquel Tibol.

Miguel Cervantes, curador de la muestra que viene de exhibirse en el Instituto Cultural Cabañas, en la ciudad de Guadalajara, explicó que ésa fue una exposición importante, pero no tuvo la envergadura de una retrospectiva tan amplia como la que ahora se presenta en San Ildefonso.

El responsable del guión museográfico señaló que quizá la última gran exposición de Orozco (Jalisco, 1885; México, 1949) “verdaderamente grande la organizó el mismo artista en 1949 en el Palacio de Bellas Artes, donde logró reunir casi 600 obras”.

Es decir, que Orozco no se ha montado con mucha frecuencia en la Ciudad de México (aunque esto no signifique que su obra se haya visto poco).

Para resarcir este vacío, desde hace tres años se organizó la muestra retrospectiva que ahora se monta en lo que fuera la sede de la Escuela Nacional Preparatoria, recinto educativo donde estudió el propio Orozco.

Esta muestra es, en opinión del curador, la más completa que se haya organizado sobre la trayectoria de este artista, considerado uno de los grandes creadores del siglo XX, ya que ofrece un recorrido por sus 50 años de producción plástica.

Las 358 obras de la exposición se integran en 14 salas que, a su vez, están divididas en 34 núcleos temáticos en un área de mil 902 metros cuadrados.

Orozco, un provocador

Miguel Cervantes, como el arquitecto de este proyecto que pone en su justa dimensión la obra de Orozco, sostuvo que el trabajo del artista jalisciense, a diferencia de la creación de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, es inquieto, trágico, dramático y en ocasiones tremendamente satírico.

“Orozco es un artista provocador y su pintura no es nada complaciente, y eso hace que el público se aleje un poco de su obra. Los coleccionistas difícilmente adquieren cualquier cuadro de Orozco para colgarlo en sus salas, en gran parte porque es una obra que confronta la conciencia, que provoca”, precisó Cervantes.

No obstante, es importante hablar de la envergadura de Orozco —quien realizó una obra estupenda, a pesar de que sólo contaba con la mano derecha, pues la otra la perdió en 1904 al manipular la pólvora—, de su impacto, de su trayectoria y de su legado no sólo en México, sino también en Estados Unidos.

Aunque hay varias obras que se exhiben por primera vez en la Ciudad de México, para el curador resulta intrascendente mencionarlas. Sólo hace una pausa para mencionar el cuadro “La resurrección de Lázaro”, cuyo propietario lo retiró de la exposición, y en su lugar se expone otra versión de esa obra.

Asimismo, se exponen 20 dibujos inéditos que realizó Orozco entre 1948 y 1949 para su último mural La gran legislación revolucionaria mexicana, en la bóveda del que fuera el Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados.

Obra “de valor indiscutible”

José Clemente Orozco fue alumno de la Escuela Nacional Preparatoria en 1907; años más tarde, en 1922, sería invitado a pintar su primera obra mural.

“Si bien el patrimonio artístico de todos los murales de Orozco es de valor indiscutible, San Ildefonso posee, en los muros de los tres niveles del patio central, como en el corredor y en la escalera principal, algunos de los frescos más conmovedores: La trinchera y La maternidad, Cortés y la Malinche y Los franciscanos”, apunta en el catálogo de la exposición Paloma Porraz, directora del Antiguo Colegio de San Ildefonso.