La más grande delegación de artistas michoacanos llegó al XXXVIII Festival Cervantino, para dar constancia de que la tradición está sujeta a la renovación, pero que también se mantiene como una cultura viva, firme y arraigada en las comunidades indígenas de uno de los estados invitados junto a Chihuahua y Querétaro.

En uno de los encuentros más representativos de la gran riqueza y diversidad de la cultura del estado, la Kuinchekua (Fiesta grande en lengua purépecha) se recrearon danzas y música de  ceremonias religiosas en la vida cotidiana de los pueblos purépecha, náhuatl, otomí y mazahua.

187 portadores de la tradición musical y dancística armaron la Fiesta Grande o Kuinchekua con 17 cuadros  diseñados para el espectáculo del FIC por parte de los investigadores de la Secretaría de Cultura de Michoacán y la llevaron hasta la edificación del siglo XVIII, la Alhóndiga de Granaditas, que por su trascendencia en los movimientos históricos, cobró particular significado al abrir sus puestas a los pueblos originarios de Michoacán en el marco del Bicentenario de la Independencia.

La celebración comenzó con una danza espectacular de la región de Lerma Chapala que representó la fiesta de Santiago Apóstol implantada en Sahuayo por la orden de los sacerdotes franciscanos durante la segunda mitad del siglo XVI, los Tlahualiles.

El  espacio de pluralidad artística en la fiesta cervantina, acogió aproximadamente a 5 mil personas, que   disfrutaron  los mismo del dejo de tristeza y profundidad de los pireris, los Hermanos Dimas, que de la Danza del pescado que representa la captura del exquisito y escurridizo pescado blanco por parte de los isleños que salen a navegar en busca de su alimento.

En la parte intermedia del espectáculo que duró 2 horas 30 minutos se vivió el rito y el misticismo ante la Procesión de las Uananchas, donde cuatro mujeres se encargaron de llevar a la Virgen del Rosario sobre sus hombros, mientras una niña llevó copal, a la par de acompañarles los cantos y el sonido de la chirimía, instrumentos en peligro de perderse ya que pocas personas en Michoacán lo saben elaborar.

La Kuinchekua estuvo conformada de tres partes: la Bienvenida a la Fiesta con la Banda de Ichan; el Intermedio, sección donde se realizan las procesiones y danzas a la virgen y, finalmente, la Despedida para agradecer los frutos recibidos.

Los asistentes a la Alhóndiga admiraron la Danza de los Moros, baile de influencia árabe, española y purépecha, altamente reconocida en Zacán; la Danza de los Kurpites (los que se juntan o se reúnen) y la Danza de los viejitos, quienes portan máscaras que parodian a los españoles de tez blanca, que envejecen más pronto.

Brillaron asimismo, la presencia de los grupos musicales como Pindékuecha, que gracias a la investigación de su director, Juan Zacarías y al compromiso de sus  jóvenes intérpretes ha logrado rescatar parte del patrimonio inmaterial de la meseta  y los ensambles de las dos tierras calientes de Michoacán, la de Apatzingán y la de Huetamo, con sus sones  y baile de tabla acompañado por  Nueva Alma de Apatzingán.

De esta manera, Michoacán mostró en su Fiesta Grande, a la que asistió la directora del Festival Cervantino, Lidia Cacho, Magdalena Ojeda Arana, en representación del gobernador de Michoacán, Leonel Godoy Rangel y Jaime Hernández Díaz, secretario de Cultura;  su diversidad cultural, con claros elementos  que bien marcan diferencias entre los pobladores de una región  y otra, pero  unificado para brindar en Guanajuato una rica expresión de cultura popular.

Cabe señalar que la Kuinchekua, fue un festival de los pueblos indígenas, impulsado por el entonces director del Instituto Michoacano de Cultura, Jaime Hernández Díaz y que durante tres días en la Casa de la Cultura de  Morelia,  congregaba todas las voces de los pueblos de Michoacán y representaba las danzas que tienen sus orígenes desde la época prehispánica y colonial, y que hoy en día permanecen vivos en diversos momentos de la vida de las comunidades: festejos religiosos como la navidad, el corpus (fiesta de los oficios), fiestas patronales y rituales religiosos.

La música es un elemento muy importante para el desarrollo de estas manifestaciones, como la tradicional banda de viento, encargada de anunciar al pueblo, con sonecitos y abajeños, que la fiesta está por comenzar, las orquestas, los pireris quienes interpretan las poéticas canciones p´urhepecha; la alegre voz y baile que acompañan a la música de arpa y tamborita, los minueteros, cascabeles y sonajas acompañando a las danzas en los festejos religiosos.