¿Por qué las dudas sobre Diego?
ITINERARIO POLITICO

Excélsior
Ricardo Alemán

Sea por morbo, mala fe, odio o —incluso— hasta por celo extremo por la verdad, lo cierto es que la liberación de Diego Fernández de Cevallos provocó toda clase de especulaciones y dudas respecto de la fecha de su liberación, el monto del rescate, origen del dinero y… hasta la razón por la que apareció con barba crecida, “bien cuidada” y sin los estragos de un secuestro.

Lo curioso del caso es que una mayoría de ciudadanos —según distintas encuestas— no sólo dudaron de la veracidad del secuestro sino que, en el extremo, especularon que se trató de un montaje preparado por quién sabe qué manos perversas, dizque para construir a un hipotético candidato presidencial. En todo caso, y más allá de rumores y especulaciones, lo interesante del caso podría estar en el otro extremo; no en las dudas y sospechas desatadas por su secuestro, sino en el origen mismo de las especulaciones. Pero vamos por partes.

¿Cuáles fueron las principales dudas que desató la liberación de Diego Fernández de Cevallos, luego de haber sido privado de la libertad por más de siete meses?

La mayor duda fue sobre el secuestro mismo. Es decir, buena parte de los ciudadanos de a pie creyeron que no hubo tal secuestro, sino que se trató de un montaje. ¿La razón? Que hasta hoy el PAN no cuenta con un candidato presidencial y que con el escándalo del secuestro, el Jefe Diego se convertiría en el candidato ideal. A la descabellada hipótesis se añadió el despropósito de que la mejor muestra del montaje era que el gobierno federal se hizo a un lado de la investigación. Diego debió declarar que no será candidato presidencial, para echar abajo la locuaz y descocada versión.
En sentido contrario, lo que nunca se aclaró —y que fue combustible para la especulación— fue si en realidad Diego Fernández fue liberado la fecha en la que apareció de manera pública, si la liberación se produjo horas o días antes de lo señalado, y si los secuestradores entregaron a Diego tal como todos los vimos en la televisión. Y es que era evidente que Fernández de Cevallos no había caminado y caminado por horas antes de aparecer en su casa y en los medios; que por lo menos se había dado un baño y se había arreglado para aparecer en los medios…

Lo cierto es que si Diego hubiese aparecido en harapos, derrotado, y sin ánimo, igual no hubiese faltado quien dijera que —por eso—, se había creado un montaje. Hoy nadie sabe con certeza —y seguramente nadie lo sabrá— quién pagó el dinero del rescate, cuánto se pagó, si además de dinero los secuestradores pactaron impunidad o si el gobierno de Felipe Calderón los tiene ubicados y estarían próximos a ser capturados —como se especula en círculos oficiales— o si se trata o no de un grupo guerrillero o de un puñado de vividores que sólo van por el dinero.

Está claro que las razones que convirtieron a Diego Fernández de Cevallos en un secuestrable —según los comunicados de los secuestradores— son las mismas razones por las que muchos dudaron del secuestro, por las que otros tanto expresaron su odio hacia Diego y son las mismas razones por las que no pocos ciudadanos de a pie casi reclamaron a los “misteriosos desaparecedores” que no hayan secuestrado a otros notables que están en el odio colectivo.

Es decir, que para no pocos ciudadanos, el papel criminal  y depredador de los secuestradores del Jefe Diego debe ser visto como una suerte de “vengador anónimo” que debía estar al servicio de los “ciudadanos buenos”. ¿Por qué? Porque los secuestradores debían hacer lo mismo que hicieron a Fernández de Cevallos, a otros mexicanos “odiados”.
Por increíble que parezca, resulta que en las redes sociales —las mismas en donde floreció la especulación y las dudas de la veracidad del secuestro de Diego— no pocos malquerientes del ex candidato presidencial, no pocos impugnadores del PAN y de los gobiernos azules, propusieron que los secuestradores extendieran su actividad hacia otros famosos del poder. Es decir, que a través de las redes sociales, no pocos ciudadanos proponen convertir el secuestro en brazo vengador de la intolerancia. Eso sin contar a aquellos que se dijeron molestos con los secuestradores, que cometieron el “pecado” de liberar al Jefe Diego. Ver para creer.

EN EL CAMINO.
Por cierto, y si existen dudas sobre la fuerza del Jefe Diego, basta echarle una mirada a la respuesta de Marcelo Ebrard, cuando le preguntaron sobre Fernández de Cevallos. “No creo en los que se dan por muertos”, dijo.

Mi mensaje
Jacobo Zabludovsky 

Sería sencillo en la forma, sincero en el fondo, en materia de buenos deseos de una espartana austeridad y si de algo se hiciera abuso, sería de lo breve. Hasta ahí, punto.

Lo ideal sería abstenerse de discursos, ¡otro discurso!, uno más al rollo diario que padecemos como invencible lluvia de palabras a prueba de paraguas. Si cada mañana desayunamos declaraciones untadas al mollete, ¿qué necesidad tenemos del gran fin de fiesta anual, beneficio y despedida por toda la compañía cuya actuación hemos aplaudido en matiné, tarde, moda y noche durante larga temporada llena de éxitos con el entusiasta aplauso del respetable. Desde el Teatro de la Tesorería hasta los foros de Cancún, pasando por los patios del Palacio, la gira ha cosechado triunfos y el reconocimiento de la crítica más respetada. ¿Para qué el mensaje de año nuevo?

Por una razón definitiva: es costumbre y la costumbre es ley. Su ausencia, y asumo la responsabilidad de lo que digo, sería peor que el mensaje. Daría lugar a rumores, bulos, borregos y fantasías, algunas inventadas por enemigos políticos, cuyos alcances serían incalculables. El mensaje es un mal menor ante el riesgo de la falta de mensaje. Por lo tanto, hagámoslo lo mejor posible. Esto es lo que yo haría.

Sencillo. Acudir a los maestros del género en un intento de imitar su forma: “Decían que por el paseo marítimo había aparecido una cara nueva: una dama con un perrito”. O: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre: un tal Pedro Páramo”. Son ejemplos. Admito que nada hay más difícil de imitar que lo sencillo. El estilo complicado es característico de la casa; habría que cambiar a los escritores porque es imposible cambiarles el estilo. No descartar la posibilidad de acudir a los “evangelistas” del portal de Santo Domingo, sabios en el arte de hacerse entender sin tanto cuento.

Sincero. Equivale a decir la verdad. Hablaría de seis millones de analfabetas. Del contraste espectacular entre los ricos, unos cuantos, sobre los pobres, más de la mitad de la población. De la falta de oportunidades para los jóvenes que no encuentran lugar o no pueden ingresar a escuelas superiores si su prioridad es comer. De la inseguridad que obliga a los particulares a morir defendiendo su rancho o buscar en los pantanos los pedazos de su hijo asesinado. De la corrupción en todos los niveles. De la marginación de los pueblos indígenas. La destrucción de bosques y manglares y el agotamiento de manantiales. La falta oportuna de camas de hospital, medicinas y atención eficaz. La sospechosa administración de la justicia. La desconfianza en la policía. La distancia cada vez mayor entre esto, lo que tenemos y somos, con lo que otros países de similar desarrollo al nuestro han logrado en calidad de vida. Hablarnos como adultos sería una sorpresa inolvidable.

Deseos. Bastará con un “feliz año” aunque puede omitirse sin temor de que alguien lo note.

Brevedad. En la traducción de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera la narración de cómo fue creado el mundo requirió menos de 800 palabras, la mitad de las que forman este artículo, la milésima parte de las que suelen integrar un discurso político. Desde: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, hasta: “Y bendijo Dios el día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”, entre esas dos frases se describe la creación del universo. Cualquiera otra historia, si partimos de la lógica elemental, no merece una palabra más. Sí menos.

Agradecería la compañía de mi esposa que se ha mantenido a lo largo del sexenio en lugar discreto, a pesar de estar en todo. Su imagen es la de una mujer joven y madura a la que los lambiscones sexenales no han logrado marear ni mover de su sitio familiar. Mantiene una imagen de sencillez. No es el rebozo, convertido en su prenda habitual, lo que la hace cercana a sus paisanas. Es un saber estar en su sitio. Merece mención especial. También la merece, por otras causas, Diego Fernández de Cevallos, rescatado de dos agonías: la suya y la de su partido a quién del cielo le cayó el candidato presidencial más oportuno de la historia.

Ofrecería rendir cuentas claras y mostrar, como Machado, lo ligero de mi equipaje. Entregaría a mi sucesor la banda (la del pecho) sin mancha alguna. Como garantía de mis promesas renunciaría a cualquier fuero legal y me pondría a disposición de tribunales confiables en el caso de alguna reclamación en torno al desempeño de mis tareas. Me reintegraría a la vida austera.

Si yo fuera presidente

Cuidar a derechohumanistas
Manuel Camacho Solís

Cuando los defensores de los derechos humanos están en peligro, todos estamos en peligro. Están en peligro la democracia y el Estado de derecho.

Las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y los activistas que defienden esos principios pueden estar amenazados por un Estado autoritario o por fuerzas criminales. En uno o en otro caso, su efecto nos daña a todos.

Hay gobiernos como el de Pinochet en Chile o de Videla en Argentina que abiertamente violaron los derechos humanos. Para ellos los defensores de los derechos eran vistos como enemigos del régimen, como aliados de sus adversarios políticos. No dudaron en ejercer el poder a su disposición para acallarlos, expatriarlos o asesinarlos. La concertación chilena, con su triunfo, abrió un camino de corrección. En Argentina, el gobierno de Alfonsín inició un cambio de fondo.

Hay situaciones donde la represión o persecución de los activistas de derechos humanos no puede identificar con tanta claridad a un sujeto ejecutor. El peor de los mundos es donde el tiro de gracia puede provenir de cualquier lado y quedar impune. Guatemala vivió muchos años donde hubo demasiadas víctimas y casi completa impunidad.

En nuestro país es muy grave que las y los defensores de derechos humanos estén en riesgo y se sientan en riesgo. Hechos recientes como el asesinato de Marisela Escobedo, quien encabezaba la protesta por la impunidad que protegía al asesino de su hija, o las amenazas de muerte contra el sacerdote Alejandro Solalinde que protege los derechos humanos de inmigrantes centroamericanos desde Ixtepec, Oaxaca, con su albergue Hermanos en el Camino, son ejemplos que deberían llevar a todas las autoridades y a los más diversos grupos de la sociedad a reaccionar con mayor coordinación, oportunidad y efectividad.

Cualquier duda, no hará sino perpetuar el peligro. Ya no hay tiempo para esperar un cambio político. Los derechos humanos, y las vidas y libertad de sus defensores, deberían ser prioridad nacional. Hay que desplegar su defensa desde todos los frentes.

Desde el frente de los medios de comunicación. Entre más contundente y generalizada sea la condena a los crímenes y las amenazas, mayor será la protección a los luchadores de los derechos y, también, la protección a los propios periodistas y a la libertad de expresión.

Desde el frente de la procuración y administración de la justicia, para hacer el mayor esfuerzo, sincero y eficaz, para sancionar a los responsables. Cada caso que se resuelve positivamente alienta a la sociedad y fortalece a las instituciones. Cada caso que es abandonado a la inercia, la tortuosidad burocrática, la impunidad o la complicidad debilita a la sociedad y hace cada vez más difícil mantener el apoyo social a las instituciones de gobierno.

Desde el frente social. No sólo la solidaridad de las demás organizaciones de derechos humanos y de las comisiones gubernamentales y legislativas correspondientes, sino de otros sectores organizados de la sociedad, o con voz, que contribuyan a elevar el costo de quienes agreden a la propia sociedad.

Desde el frente internacional. Mediante la solidaridad de otras organizaciones y de los gobiernos. No hay razón alguna para diferir de otros gobiernos cuando estos presionan a favor del respeto a los derechos humanos de sus nacionales. En vez de reaccionar como si se tratara de una crítica habría que tomarlo como una oportunidad de fortalecimiento a una posición de principios y de alto valor para la seguridad de la sociedad.

Para las autoridades de los tres niveles de gobierno, la protección de los activistas no debería ponerse en duda, ni sujetarse a ninguna condición. Ellos son como los canarios que en las minas detectan la presencia de gas para evitar a tiempo una explosión fatal. Sin ellos, sin su convicción y valentía, la sociedad estaría en un mayor peligro. El cuidado de los defensores de los derechos humanos debe ser prioridad de todos. Nos concierne a todos

Coordinador del Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA)

Mafia…
Heterodoxia
José Antonio Álvarez Lima

Zonas de baja gobernabilidad o francos Estados fallidos, son nuevas circunstancias políticas que la globalización ha generado. La constante del siglo XXI parece ser la creciente debilidad de los Estados nacionales.

Somalia, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Guatemala, Sierra Leona, Costa de Marfil, Moldavia, Kosovo… Son países completos que malviven bajo diferentes grados de caos; o donde, en amplios territorios, la ley del más fuerte se impone sobre la escasa fuerza del Estado.

La apresurada salida de los colonialistas europeos de África y Asia en los 60 y después el derrumbe de la Unión Soviética en los 80, dejó, por muchos lugares, un imprevisto vacío de poder que, desafortunadamente, fue ocupado por mafias delictivas conformadas por los ex policías de los antiguos servicios de espionaje y seguridad.

Estos grupos violentos, se adueñaron de las armas y los despojos de los antiguos regímenes y han organizado impresionantes ejércitos de delincuentes transnacionales.

El tráfico de armas, drogas y personas han sido su campo de acción. Ya asentados en nuevas regiones sus métodos violentos incluyen el secuestro, la extorsión y el asesinato.

Desde los años 80 y hasta ahora las zonas ingobernables del mundo no han hecho sino consolidarse y crecer. En ningún sitio han sido regresadas al redil de la ley. Al contrario. Nuevas regiones de África, América y Europa están ahora amenazadas por la delincuencia organizada transnacional.

Es el caso de nuestro México. Si bien no somos un Estado fallido; amplias zonas del país están gravemente contaminadas por la violencia y la inseguridad, y cada día se agranda la mancha del problema.

Nuestra vecindad con el mercado ilegal de drogas más grande del mundo, el derrumbe del autoritarismo presidencial, el fracaso de la transición democrática y una incontrolable corrupción e impunidad han propiciado el crecimiento de enormes bandas delictivas.

Los viejos paradigmas de moralismo nacionalista no nos sirven para nada. Muy poco nuestro deteriorado aparato institucional de seguridad y justicia.

Estamos en grave riesgo, mientras nuestra clase política está enfrascada en grotescas y suicidas luchas de poder. Pocos se ocupan de buscar soluciones y acciones de consenso que movilicen a la sociedad.

La alarma lleva sonando varios años. La han tocado ciudadanos ejemplares como el señor Martí, la señora Wallace y la señora Escobedo. La sociedad ha hecho oídos sordos a los avisos. No ha habido nuevas movilizaciones. El miedo y la inconciencia han paralizado las voluntades. La seguridad del país se deshace, mientras la sociedad permanece aletargada o busca patéticas soluciones individuales. Una lástima.

La Familia, en Iztapalapa
Pepe Grillo

Las investigaciones de la PGR y la SSP federal las llevaron a la misma conclusión:

La Familia Michoacana del crimen organizado decidió multiplicar sus células delictivas en el Distrito Federal.

Y escogieron a la delegación Iztapalapa como su principal centro de operaciones.

Por aquello de que La Familia está muy vista, allí operan con los nombres de: La otra administración, La empresa, o La resistencia.

A ver si el GDF o la delegación Iztapalapa quieren ayudar a combatir a estos grupos.

 

¿También “iban de paso”?

 

La duda es razonable porque al iniciar el gobierno de López Obrador, en el DF se advirtió de la presencia de los “Mara Salvatruchas”.

El entonces jefe de la policía, Marcelo Ebrard lo negó, dijo que “son dos tipos que van de paso”.

Tampoco aceptaron combatir “las tienditas” del narcotráfico que se multiplicaban en Iztapalapa.

La Familia es riesgo mayor que los “mara”, y colores políticos aparte, el GDF debe colaborar.

 

Todo pasa por Aduanas

 

La piratería causó daños a la industria nacional por más de 975 mil millones de pesos.

Lo dijo Mike Margain, vocero de comité de propiedad intelectual de The American Chambers.

Una encuesta, dice, mostró que 8 de cada 10 mexicanos compra cds, dvds, programas de cómputo, ropa, calzado, juguetes, relojes, etc.

La evasión fiscal es de casi 126 millones de pesos, señaló.

Las personas de 25 a 44 años compran más piratería que entra por las aduanas.

 

Invierten en otros países

 

En Sudamérica nuestros empresarios invirtieron en 2010 más de 42 mil 200 millones de dólares.

Por la razón que sea, esa inversión hace falta en México a los mexicanos sin empleo, y la mitad se va a Brasil.

Gobiernos y ProMéxico corroboraron las cifras:

Grupo Carso, Telmex, Televisa, Cemex, Bimbo, Femsa invierten en Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay.

FHB, el PRI sabe gobernar

El PRI se consolidará en 2011 como mejor opción de gobiernos, como partido ganador, un partido que si sabe gobernar.

Consejero político del tricolor, convocó a gobiernos, legisladores a conjuntar esfuerzos para enfrentar a la inseguridad y el crimen.

El país reclama medidas enérgicas para tranquilidad de la sociedad, el próximo año debe ser año de resultados, es justo y urgente que los mexicanos vivamos tranquilos, enfatizó el ex gobernador.

No cancelen la mica del IFE

Que el Senado podría pedir hoy al gobierno un decreto que alargue la validez de las credenciales del IFE con terminación 03.

Evitaría que las micas dejen de servir el viernes como identificación.

La propuesta del ex perredista Tomás Torres es apoyada por varias comisiones de senadores.

México SA
-Desastres naturales en AL
-Costo económico: 50 mil mdd
-Terremotos en Haití y Chile
Carlos Fernández-Vega

Más allá de los desastres que en 2010 causaron y causan los políticos que dicen representar y cuidar los intereses de sus supuestos gobernados, las catástrofes naturales en América Latina afectaron a cerca de 14 millones de personas y arrojaron daños económicos que se aproximaron a 50 mil millones de dólares a lo largo del año que está por concluir, monto por demás considerable dado su impacto negativo en el desarrollo y el brutal efecto en el de por sí enclenque erario regional.

La de cierre de año es fértil temporada de balances de todo tipo y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) decidió no excluirse, de tal suerte que divulgó el suyo en materia de Desastres y Desarrollo: el impacto en 2010, en el que subraya, si bien por el monto de los daños y pérdidas y por el número de personas fallecidas, que el impacto es disímil entre los países de la región, pero lo cierto es que Chile, Haití y Brasil resultaron ser los que más sufrieron en la región, aunque los costos económicos fueron considerables en términos absolutos para México, Brasil y Colombia, e incluso para Santa Lucía, en términos relativos por el tamaño de ese país.

El evento más dramático de 2010, evalúa la Cepal, fue sin duda el terremoto en Haití, que afectó a más de millón y medio de personas y causó la muerte de más de 220 mil, desplazó a más un millón 760 mil personas de sus lugares de vida normal y cerca de un millón 300 personas que hasta el día de hoy están en campamentos o refugios temporales con graves riesgos, como se constató con la incidencia de cólera, además de inseguridad alimentaria y carencia de servicios sociales y cobertura de necesidades básicas de agua y saneamiento. El costo económico para este país representó alrededor de 110 por ciento de su producto interno bruto.

A lo largo de 2010 se registraron eventos climáticos extremos, particularmente en el arco continental de la cuenca del Caribe (desde México a Colombia y Venezuela en la cuenca del Caribe) y en la región andina (particularmente en Ecuador y Bolivia), sobrepuestos a una reducida capacidad de las cuencas y ecosistemas frágiles: Laderas inestables y humedales y napas saturadas para poder asimilar el impacto excesivo y repetido de las lluvias y tormentas en la región, es decir, que se suma variabilidad y cambio climático a degradación ambiental para potenciar el riesgo y ocasiona los daños y pérdidas observados. Esta situación de riesgo incrementado –presente en otras regiones en desarrollo, particularmente en el sudeste asiático y en la zona subsahariana de África– ha llevado a la aplicación de la metodología de evaluación de desastres en numerosos casos en el marco de la asociación del sistema de Naciones Unidas con el Banco Mundial y la Unión Europea. Estos eventos han sido paradigmáticos y han definido cambios en la orientación política y deberían llevar a cambiar las políticas de gestión del riesgo mediante instrumentos de adaptación y mitigación, lo cual generaría sinergias con las medidas necesarias para enfrentar los procesos de cambio climático y deberían ser además consistentes y reforzar los objetivos de desarrollo económico y social.

En términos económicos, el mayor costo corresponde a Chile por el terremoto de febrero pasado: alrededor de 30 mil millones de dólares; para Haití la Cepal reconoce una pérdida superior a 7 mil 250 millones; en Guatemala casi mil 600 millones por la erupción del volcán Pacaya, la tormenta tropical Agatha y otras depresiones; en la isla caribeña de Santa Lucía, alrededor de 280 millones, monto representativo del 36 por ciento de su PIB. Para el caso mexicano el organismo regional anota pérdidas por 5 mil 300 millones de dólares, pero no precisa las causas.
De acuerdo con la Cepal, “hay evidencia científica creciente que confirma que el cambio climático ha incrementado la intensidad de los ciclones y de las tormentas tropicales principalmente a través de su efecto sobre la elevación de la temperatura atmosférica y de la superficie del mar. Si este comportamiento se agudiza en las próximas décadas, los países de la región y muy particularmente Centroamérica, la región Andina y el Caribe, potencialmente enfrentarán eventos climáticos más devastadores. Este incremento de las amenazas pone de relieve las vulnerabilidades existentes en estas sociedades en los ámbitos social, económico y ambiental, ampliando sustancialmente el riesgo asociado a desastres naturales. Las causas de la mayor intensidad de estos fenómenos tuvieron su origen en procesos de industrialización de los países hoy desarrolladas, y a los que las naciones de nuestra región en su mayor parte han contribuido de manera mínima. Son, sin embargo, como Guatemala, muy amenazados por el propio cambio climático y muy vulnerables debido a insuficiencias en la institucionalidad para recuperar el desarrollo”.

En periodos de crecimiento bajo o de crisis económica y reducida capacidad fiscal y de inversión en los países, los requerimientos para la recuperación y reconstrucción posdesastre se han dificultado o han sido postergados, y en términos generales han sido siempre incompletos y sin incorporar medidas necesarias para compensar las amenazas sufridas. La gestión del riesgo frente a las amenazas de eventos naturales, por tanto, ha sido por décadas insuficiente. Al sumarse a ello la tendencia de las amenazas a multiplicarse, hacerse más frecuentes y severas, las consecuencias económicas, sociales y ambientales se han elevado notoriamente. En términos cuantitativos el efecto acumulativo es realmente muy severo. De otra parte la heterogeneidad regional queda en evidencia al medir el impacto de los desastres en las distintas subregiones de América Latina y el Caribe evidenciando, en general, consecuencias más severas en las subregiones con países de menor tamaño, menor desarrollo relativo, mayor dependencia del medio ambiente para su producción y menor diversificación y tecnificación de la misma”. Por ello, desde el punto de vista nacional, los planes de desarrollo deben incluir como uno de los pilares fundamentales la gestión de riesgo para reducir la exposición tanto del capital físico y humano y hacer más fácil la recuperación a estos países.

Las rebanadas del pastel

Según el Banco de México, la inflación en la primera quincena de diciembre fue de 0.19 por ciento (la más baja desde 2004 para un periodo igual) y de sólo 0.12 por ciento en la canasta básica. ¿El doctor “catarrito” sería tan amable de indicar al respetable en qué planeta checa el movimiento de los precios?

COLAPSO MORAL
Talla Política
Denise Dresser

El asesinato de la activista Marisela Escobedo. La desaparición y muerte de migrantes. El robo a los oleoductos de Pemex que provoca una explosión en Puebla. Las marchas en favor del grupo criminal La Familia en Michoacán. La inseguridad que crece día con día a pesar de los esfuerzos del gobierno de Felipe Calderón. Síntomas de lo que el escritor Michael Lewis llama un “colapso moral”. Ese punto al cual llega una sociedad que ha perdido la cohesión, el sentido colectivo, los valores compartidos, el mapa mental que permite funcionar como país. Difícil reconocer que es así. Más difícil aun terminar el 2010 sabiéndolo.

Pero todo indica que, a pesar de los avances democráticos que ocurrieron en la década pasada, llevamos un buen tiempo sistemáticamente saqueando y maltratando a México. Y la culpa no es sólo de la clase política rapaz; la responsabilidad también reside en ciudadanos que emulan las peores prácticas que ocurren en los pasillos del poder: evaden impuestos, pagan mordidas, se vuelven cómplices de la corrupción que denuncian. Peor aún, no confían en sus compatriotas. La ausencia de ese valor fundamental para la consolidación democrática y la prosperidad económica, como lo escribiera Francis Fukuyama en su libro Trust, lleva al surgimiento de una sociedad atomizada, corroída, descompuesta.

Nos hemos acostumbrado al saqueo colectivo; hemos aprendido que el país funciona así. Allí están los estratosféricos salarios y bonos y pensiones y beneficios de los que arriban al sector público. Allí está un sistema educativo que ni siquiera sabe cuántos maestros y burócratas tiene, mientras los mantiene de forma vitalicia. Allí está un sistema de seguridad social que genera incentivos para la informalidad, mientras desparrama recursos. Allí está el gasto público repartido entre los gobernadores, un hoyo negro que evade la fiscalización. Allí está el país paralelo, resistente al cambio y atorado en las costumbres extralegales, antiinstitucionales, informales.

Casi no importa donde termina el desperdicio y comienza el robo; lo primero enmascara y propicia lo segundo. Se asume que cualquiera que trabaja en el gobierno puede ser sujeto de la corrupción, de la complicidad, del encubrimiento. Quienes tienen tratos con miembros del sector público asumen que siempre se puede llegar a un acuerdo personal tras bambalinas. Quienes pasan su vida en el “servicio público” emergen con mansiones multimillonarias y casas de fin de semana en los destinos más codiciados. Quienes no encuentran un Estado capaz de ofrecer seguridad personal buscan la protección ofrecida por capos en lugar de policías.

El rasgo cultural -tanto causa como síntoma del colapso moral- es la resistencia de tantos mexicanos a pagar impuestos. La vasta mayoría de los trabajadores autoempleados hace trampa, evade, soborna, promueve la contabilidad creativa. Los mexicanos nunca han aprendido a pagar impuestos, y no lo han hecho porque pocos son penalizados. Es una ofensa social menor, como cuando un hombre no le abre la puerta a una mujer, o habla con la boca llena. En México el nivel de evasión es extraordinariamente alto y el nivel de recolección es deprimentemente bajo. Como la mayoría de los mexicanos, a excepción de los contribuyentes cautivos, no paga, la sanción a personas que no lo hacen parecería arbitraria. Y quienes son detectados practicando la evasión o la elusión llevan sus casos a las cortes, donde languidecen durante años. Mientras tanto, millones de mexicanos insisten en pagos en efectivo, ocultan o lavan dinero, logran la condonación. El sistema tributario facilita que la sociedad entera haga trampa.

La cantidad de energía social que se dedica a doblar la ley en México es monumental. Y lo peor es que hemos perdido la capacidad para la sorpresa ante lo que debería ser visto como comportamiento anormal. El Estado mexicano no sólo es corrupto; también corrompe. Eso lleva a que los mexicanos tengan pocas cosas amables que decir sobre sí mismos o sus compatriotas. En lo individual, los mexicanos son generosos, leales, amables. Pero en lo colectivo demuestran lo peor de sí mismos: evaden impuestos, sobornan a políticos, mienten para obtener un beneficio personal. La total ausencia de fe social se convierte así en un círculo vicioso. La epidemia de la mentira, la trampa, el robo y la corrupción hacen imposible la vida cívica y el colapso de la vida cívica simplemente instiga patrones cada vez peores.

La única esperanza ante este diagnóstico desalentador se encuentra en esos mexicanos -empeñosos, valerosos, combativos- que se niegan a participar en el colapso moral de su país. Los que insisten en la transparencia en lugar de la opacidad. Los que optan por la construcción en vez de la destrucción. Los que se niegan a ser parte del desmantelamiento. Y que ante lo que contemplan rehúsan esquivar la mirada o perder la fe. Como escribiera famosamente Margaret Mead: Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos puede cambiar al mundo. Es la única cosa que lo ha hecho.