¿Por qué huyó a EU la familia de Marisela?
ITINERARIO POLITICO
EXCELSIOR

Ricardo Alemán

Con toda razón, muchas voces han cuestionado severamente la política migratoria desplegada en la frontera sur, que contrasta con los reclamos del gobierno mexicano por el trato grosero y discriminatorio a los mexicanos que cruzan el Río Bravo.

Más aún, en semanas y días recientes la preocupación es mayor, debido a la creciente violencia desplegada contra los migrantes centroamericanos que son vejados, extorsionados, robados, secuestrados y asesinados por bandas del crimen organizado, durante su paso por México en busca del “sueño americano”. Y todo ello a causa de una deficiente política migratoria —de manera especial en la frontera sur—, que en realidad ha estimulado una mafia paralela que igual extorsiona, chantajea, levanta, al tiempo que genera nuevos ricos producto de la corrupción.

Lo curioso del caso es que, al tiempo que —con toda razón— muchos mexicanos cuestionan severamente la ausencia de una efectiva política migratoria y políticas públicas para atender el creciente problema de la migración en el sur del país, familias completas de mexicanos deben huir literalmente del país, en busca de seguridad, porque el gobierno mexicano tampoco es capaz de brindar seguridad a sus ciudadanos.

Y es el caso de la familia de Marisela Escobedo —la madre que fue acribillada frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua, luego de que su hija fue asesinada y el criminal exonerado por jueces corruptos—, cuyos integrantes debieron huir a Estados Unidos ante las crecientes amenazas de muerte que han recibido desde que Marisela Escobedo fue asesinada.
Lo más kafkiano del asunto —y por ello más ofensivo— es que, en descargo de la responsabilidad del gobierno de Chihuahua por la huida de los familiares de Marisela Escobedo, la secretaria de gobierno, Graciela Ortiz González, aseguró que la autoridad “le brindó a la familia toda la seguridad que requería”. Aún así, la familia se fue. ¿Qué significa la declaración de Graciela Ortiz? ¿Cómo entender una declaración de esa naturaleza?

Lo cierto es que el gobierno de César Duarte parece no aprender, no entender, o de plano se confirma como un gobierno de cínicos. ¿Por qué? Porque nadie en su sano juicio puede confiar en el gobierno de Chihuahua —y menos pueden confiar los familiares de Marisela Escobedo—, si ese gobierno nada hizo por encontrar al asesino de Marisol —la hija de Marisela—, si ese gobierno nada hizo por sancionar a los jueces corruptos que dejaron en libertad al criminal de Marisol —una vez que Marisela prácticamente hizo el papel de investigadora y agente del Ministerio Público—,y si ese gobierno nada hizo por proteger a Marisela Escobedo, por impedir su muerte a manos de sicarios del crimen organizado.

¿Cómo pretende la señora Graciela Ortiz González que los hijos y demás parientes de Marisela Escobedo confíen en el gobierno de Chihuahua, después del drama que les arrebató a Marisol y a Marisela; que les arrebató la seguridad y los marcó de por vida? ¿Dónde tienen la cabeza los funcionarios del gobierno de Duarte como para hacer esa declaración? Está claro que nadie reclama lo imposible; un poco de talento para medio aparentar eficacia. Pero tampoco es tolerable que la sociedad pretenda ser burlada a cada paso, a cada declaración.

Y es que no se requiere ser adivino para entender que los familiares de Marisela Escobedo huyeron a Estados Unidos, no porque rechazaran la seguridad que les ofreció el gobierno, no por ingratos que desprecian al hombre bueno que gobierna Chihuahua… No, se fueron porque antes y durante la gestión de Duarte, el de Chihuahua es un gobierno fallido; porque en esa entidad reina la ingobernabilidad y porque los que mandan son los criminales. Lo demás, no es más que cinismo.
Y lo peor que nos podía pasar, dijo un prócer del partido de Duarte, “es convertirnos en un país de cínicos”. Y todo indica que estamos cerca. Al tiempo.

EN EL CAMINO.
Y si existen dudas del creciente cinismo del poder público, de los políticos, basta mirar el papelón de Cristian Vargas, el dipuhooligan, quien protagonizó un escándalo, golpeó a un vecino, causó daños en propiedad ajena y otros delitos y… ¡quedó libre gracias al fuero! ¡Y, claro, sigue siendo diputado del PRI! ¿Nadie lo pondrá en orden..? ¿Hasta cuándo van a solicitar su desafuero, lo harán pagar sus cuitas y será sancionado como cualquier ciudadano de a pie? O será que estamos ante un intocable y cínico

Corrosión
Búho no ha muerto
Pedro Ferriz
 

Llegó a su fin el año del Bicentenario. Un ciclo de nuestra historia que muchos pretendimos capitalizar como un parte aguas que nos permitiera marcar una raya entre el México que somos y el que pretendemos. 2010 nos deja lecciones y tareas. Formas que tenemos y nos duelen. Otras que carecemos y nos duele no tener. El por qué, que nos mantiene estancados está ligado con un juego de privilegios que hacen el coctel perfecto para no avanzar. ¿Por qué tanta negligencia? El entramado de corrupción que hace funcionar a México está produciendo una casta de “nuevos ricos” que se aferran a un complejo sistema de corrupción-obstaculización del desarrollo.

Si no le entras al esquema de las dádivas, no operas en la cuna de sus beneficios. ¿Qué es así?… ¡Todo! ¿Quieres venderle comida a Pemex… postes de luz a la CFE… pavimento a la SCT… medicinas a la Secretaría de Salud… sábanas al IMSS… o papelería a la Función Pública? Lo que se te ocurra, de lo que quieras que tenga que ver con estas u otras actividades: ligadas, correlacionadas, aisladas, sesgadas, iguales o diametralmente opuestas.

Todo en México está atado a la corrupción. El gran problema es que todos sabemos que es así, pero nadie está de acuerdo en dar el primer paso para corregir la situación. “La casta de los privilegiados que podría cambiar el esquema putrefacto en el que nos desenvolvemos resulta su principal beneficiaria, lo que hace imposible acabar con el cáncer que nos carcome. Uno de los grandes fracasos del PAN en estos dos sexenios que lleva operando, es que no corrigió, sino que aumentó el recurso de la corrupción hasta democratizarlo a todos los niveles del desempeño y funcionamiento del país. Hoy resulta prácticamente imposible encontrar una sola actividad que esté exenta de la inevitable presencia de la corrupción. Todo el aparato que mueve el engranaje del país, es un enorme monumento a la descomposición. ¡Todo! Este es el más grande de los obstáculos que identifico dentro de la Revolución del Intelecto. De aquí deriva la violencia, injusticia, ignorancia, estulticia, inoperancia y todo aquello que se aferra al México del que venimos. Un país que se resiste a tomar el camino de la perfección.

El lado positivo que vi nacer con el año, fue el nacimiento de la ciudadanía. Hombres y mujeres dispuestos a dar la batalla para ser ciudadanos conscientes, beligerantes, demandantes, intolerantes y dispuestos a empezar el largo camino de corregir todo aquello que aqueja al país.

Ciudadanos que no perdonen ni olviden. Ciudadanos activos dispuestos a presentar un frente de batalla contra todo lo que nos frena, ata, deteriora y devalúa como sociedad. Gente crítica, con capacidad de entender y corregir. Gente honesta que prefiera ya no ser parte de la interminable cadena de contubernios que genera la corrupción. Dispuestos a romper círculos aberrantes que denigran a la actividad nacional.

Si queremos llevar a México a los niveles que aspiramos, deberemos estar dispuestos a pagar el costo de la pretensión. No habrá progreso sin dolor. Tenemos que asumir la enorme deuda que nuestra historia tiene con un concepto nuevo que debemos reconocer. Se llama honestidad. Definición que hoy sólo puede ser entendida por uno de cada diez mexicanos. No claudicaremos hasta no ver revertida la proporción. Necesito saber si estás conmigo… ¡Si estás dispuesto!

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A secretarios de dependencias. Directores de paraestatales. Gobernadores de estados. Presidentes municipales. Legisladores y funcionarios públicos. A los empresarios, beneficiarios de la actividad de corromper. Si esto funciona —ahorita— se les debería estar cayendo la cara de vergüenza. Ojalá.

El mundo de los inocentes
Desde la Cabina
Martín Espinosa

Vengo de estar una semana por Centro y Sudamérica y, en todos los casos, al platicar con los ciudadanos de a pie me di cuenta de una constante: la clase política del continente sigue en picada y los pueblos creen cada vez menos en sus gobernantes. Con cierto pesimismo, a pesar de la mejoría económica que han registrado recientemente países como Panamá, Colombia y las llamadas hasta antes del 10 del 10 del 2010, es decir, del décimo día de octubre de este año que está por terminar, Antillas Holandesas, hoy conocidas como la Holanda del caribe e integrada por Aruba, Curazao y Bonaire, sus habitantes ven con cierto pesimismo la actuación de sus gobiernos, más orientados a ver por sus propios intereses que por los de sus pueblos. Aunque —claro— existen sus honrosas diferencias.

Por ejemplo, hoy en día no se mueve la hoja de un árbol en el caribe holandés si la reina Beatriz de Holanda no lo autoriza. Sin embargo, su escasa población (Bonaire tiene apenas 14 mil habitantes) goza de innumerables beneficios en materia de educación, salud y desempleo. Los proyectos de crecimiento son impresionantes en cuanto a turismo se refiere. En los próximos diez años sus gobiernos esperan un crecimiento exponencial de la infraestructural turística en más de mil por ciento, lo que les dejará gran cantidad de divisas.

Hoy en día, el debate en esas pequeñas “colonias” que se disputaron hace varios siglos españoles, franceses, ingleses y holandeses, es la legalización de las drogas tal y como sucede ya en varios países de Europa.

Panamá es otro cantar. Su principal ingreso, como lo ha sido desde principios del siglo XX, es el Canal, que diariamente genera ganancias millonarias en dólares y su industria de la construcción ha tenido un fuerte repunte en los últimos años. “Estamos creciendo para arriba”, dicen los panameños con cierto orgullo. Y uno lo constata con la gran cantidad de edificios que están actualmente en construcción, uno de ellos del multimillonario estadunidense Donald Trump. Sin embargo, su población piensa que deberían estar mejor socialmente ya que hay muchos barrios sumamente pobres donde la gente apenas y tiene lo necesario para vivir. Simplemente no creen en el reporte oficial sobre los ingresos que anualmente les deja el cruce de los barcos por el canal de Panamá y que tiene que ser pagado en efectivo al momento de cruzar por esa magnífica obra de ingeniería de 1914. Desde que los estadunidenses cedieron la administración del Canal a las autoridades panameñas, el primero de enero de 2000, los ingresos son exclusivamente para el gobierno local. Los habitantes del pequeño país creen que se recauda más de lo que el gobierno dice oficialmente.

Pero esa es la historia de los políticos en muchas partes del mundo. Luego de la fuerte crisis económica de 2008 y que golpeó fuertemente al mundo durante 2009, los pueblos de Latinoamérica van viendo con ojos de escepticismo la incipiente recuperación de sus naciones. Una constante que se repite en muchos lugares es la baja calidad de los servicios, ya sean públicos o privados. En el ambiente se respira una insatisfacción del ciudadano por los servicios que recibe, pero lo más crudo del fenómeno es que él forma parte del círculo vicioso: si recibo un mal servicio, yo doy también un mal servicio en lo que hago.

Y así, la vida va

Ese ha sido nuestro 2010 que en tres días estaremos despidiendo con bombo y platillos. Ojalá que 2011 sea mejor, con salud, mejoría en la calidad de vida de los ciudadanos, pero, sobre todo, con el deseo de romper esa cadena de cierto pesimismo que se percibe en muchos habitantes de la región latinoamericana.

Beatriz Paredes
San Martín y la COP16

San Martín Texmelucan, Puebla, es un municipio entrañable para mí. En mi infancia, era el paso obligado de los tlaxcaltecas que nos trasladábamos hacia la capital del país. Recuerdo como si fuera ayer cuando nos aproximábamos a los alfalfares que llenaban de verde intenso todo el paisaje, en las fértiles tierras del Valle de San Martín que contrastaban con los ocres y amarillos de la zona oriente de Tlaxcala, donde yo vivía. Era tierra buena. Y agua. Y campesinos alegres y sonrientes. Buenas cosechas y elotes tiernos, que se “mercaban” en la plaza de San Martín, ese enorme tianguis donde se encontraba de todo, y era punto de reunión de los habitantes de la región, pequeñas y medianas poblaciones de lo que se denominó el Valle Poblano–Tlaxcalteca que, siglos atrás, divisaban, desde las alturas de los promontorios donde construyeron sus pirámides, los cholultecas y los enigmáticos pobladores de Cacaxtla. Algunos sostenemos que fue en esa zona donde se civilizó el maíz.

En el devenir del tiempo constaté la transformación de San Martín. El arribo del “progreso”, en esa obsesión por la industrialización que equiparaba desarrollo con el establecimiento de fábricas, cualesquiera que fueran éstas, y cualquiera que fuera el monto de los salarios que los obreros recibieran. Hubo un gran alboroto cuando se construyó el gasoducto, porque los campesinos de la región, ejidatarios minifundistas de pequeñas parcelas, no querían perder unos metros de sus preciadas tierras, autorizando la colocación de los enormes tubos, para que fluyeran los energéticos, savia vital de los nuevos tiempos. Pero el “progreso” es implacable. Y el poder que acompañaba las decisiones de Pemex, también. Dimes y diretes exigiendo indemnizaciones, modestas recompensas que otorgaban quienes arrebataron las tierras de los ancestros. Llegaron las grandes máquinas con sus manazas de hierro y abrieron los túneles para colocar las arterias de acero del México “moderno”.

Y San Martín se transformó. Y aquel tianguis colorido de todos los productos imaginables de la tierra bien labrada empezó a comercializar automóviles viejos y autopartes, y después del mercado quedaba un enorme basurero de chatarra. Y empezaron los rumores de que tal o cual fábrica estaba contaminando el agua, que la cuenca Atoyac-Zahuapán y las aguas subterráneas, a flor de piel, se estaban enfermando.

Pero el “progreso” siguió, imparable.

Las ventajas de San Martín para la expansión industrial sin taxativas ni restricciones medio ambientales eran grandes. A dos horas de la ciudad de México, a cinco del puerto de Veracruz, con acceso inmediato a las autopistas, con un aeropuerto a 15 minutos, pero, sobre todo, con agua limpia, y con un gasoducto que facilitaba el tránsito de la energía.

La conciencia nacional fue sacudida por el accidente en San Martín, el domingo 19 de diciembre, donde la explosión de un oleoducto ocasionó la muerte de 29 personas y dejó 52 heridos, así como innumerables pérdidas materiales y gran deterioro medioambiental.

Ya se había dicho, en la COP 16, que en México el mayor volumen de contaminación y de gases de efecto invernadero los causa el sector energético. Obviamente, por diversos factores, no solamente por la acción de Pemex y la CFE, las grandes empresas paraestatales del sector, pero lo cierto es que por las características del sector energético mexicano el Estado tiene una injerencia enorme, ya sea como regulador o como responsable, a través de sus empresas, de lo que acontece, y especialmente en las repercusiones del funcionamiento de las mismas.

La realización de la COP en México, además del enorme aprendizaje que proporcionó, de la proyección para el país, —felicidades a la SRE y a la canciller por el trabajo realizado— reclama un ejercicio de congruencia al gobierno mexicano, en consonancia con los propósitos que expresó en la COP 16.

En el fondo, de lo que se trata es de impulsar un nuevo modo de desarrollo, donde el avance industrial no sea a costa del deterioro de la naturaleza y la acumulación no implique la depredación del medio ambiente o la generación de tóxicos que vuelvan inviable la pervivencia humana. Esto, que conceptualmente es aceptable para todos, a la hora de traducirse en políticas públicas afecta un entramado de intereses y de concepciones cortoplacistas que dificultan la aplicación de las políticas correctas.

El primer desafío para la actual administración federal va a ser encuadrar a Pemex en el cumplimiento de los parámetros medioambientales correctos, y en la puesta en práctica de una política de seguridad en sus instalaciones y ductos, en la transformación de las emisiones que genera, en el reciclamiento de los excedentes energéticos y subproductos, derivados de sus procesos productivos, y en el impulso a la producción de energías limpias, renovables que cambien el patrón energético del país.

San Martín Texmelucan fue un grito de alerta, de cómo las medidas de protección y seguridad de la paraestatal son insuficientes o inexistentes, y de cómo el modelo de crecimiento que el país ha vivido durante décadas ha sacrificado al medio ambiente y la generación de un entorno armónico entre el hombre y la naturaleza. Las víctimas del accidente merecen indemnizaciones justas, y la región, inversiones que reparen los daños causados.

Se hizo la COP 16 en nuestro país. Espero que no quede en un gran escaparate de buenos deseos y propósitos. Lo único que dará sentido al enorme esfuerzo de negociación y convocatoria es que realmente se apliquen las resoluciones. México está comprometido. Queremos verlo.

Alberto Aziz Nassif
2010, el año más violento

Cuando la rutina de la violencia se impone, los balances anuales se convierten en un indicador de malas noticias. La singularidad del año 2010 en México ha sido ser el año más violento en décadas. Las cifras son impactantes, van ya más de 30 mil muertes en los últimos cuatro años, y en los primeros 11 meses del año se acumularon, según la Procuraduría General de la República, 12,456, más todas las del mes de diciembre. Nada asegura que los próximos dos años no vayan a superar estas cifras y entonces tendremos el sexenio más violento desde hace un siglo.

El recorrido de la muerte tuvo impactos que marcaron al 2010 y cada registro aumentó la capacidad de indignación y de temor. Temprano aparecieron los 14 jóvenes asesinados en Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez; más tarde llegaron asesinatos múltiples en las casas de apoyo a drogadictos, varias matanzas a lo largo del año en el estado de Chihuahua, que termina con la peor estadística del país. Hace unos días la muerte de Marisela Escobedo, frente al Palacio de Gobierno, ha desfondado de un golpe las últimas resistencias de una realidad que inunda a un territorio sin autoridad. Esta madre de familia pagó con su vida el reclamo de justicia para su hija asesinada, y deja constancia de un sistema judicial que no funciona. Mientras tanto, la impunidad crece y se apodera de los espacios públicos. Por más visitas y operativos que puso en marcha Felipe Calderón, la situación de violencia, muerte y destrucción en Chihuahua sólo se incrementó durante 2010.

La muerte de los 72 migrantes centroamericanos, en agosto pasado, fue otro de los golpes que sofocaron el ánimo y puso al descubierto el infierno de estos actores anónimos e invisibles, que pagan con su vida el tránsito por un territorio sin ley y sin orden. La política migratoria del Estado mexicano está en su peor nivel. En lugar de procesar a los responsables, la matanza quedó en la impunidad y sólo se hizo, de forma tardía, el cambio de la titular del área y luego, como premio, se le dio el segundo puesto en el partido gobernante. Otro caso que generó un alto impacto fue la captura del niño sicario de 14 años, El Ponchis, con una carrera de más de tres años en las filas del crimen organizado. Su confesión fue la de cuatro asesinatos que hizo por degollamiento de sus víctimas.

La penetración del narcotráfico y el crimen organizado en la vida política y en las instituciones no fue una novedad del 2010, pero lo que sí sucedió este año fue la irrupción de una tendencia más visible que dejó el asesinato de varios presidentes municipales, un candidato a gobernador del PRI, un ex gobernador y el desafuero del primer narcodiputado federal. Otra parte del problema tiene que ver con la captura de los gobiernos municipales, que, según un estudio, ya se calcula que el 73% de los ayuntamientos están capturados o bajo el control del crimen organizado (EL UNIVERSAL, 23/XII/2010). Si la impartición de justicia tiene amplios huecos por donde se cuela la impunidad, este año también se hizo presente de forma más preocupante la fuga de reos de las cárceles, que se ha dado por decenas, lo cual implica que el círculo criminal termina por cerrarse.

Cada día crece el mapa de la violencia, que se ha vuelto el principal problema para la ciudadanía. El país libra una guerra sin control, con una estrategia repetitiva y fallida. En 2010 el país se cubrió excesivamente de cadáveres, ejecuciones, narcofosas, asesinatos y captura de capos, que sólo anuncian nuevas caras y más matanzas. Termina un año en donde el gobierno hizo el intento de dialogar con la sociedad para debatir la estrategia de combate al crimen organizado, pero no se cambió ni un centímetro la ruta. Las propuestas de reformas legislativas quedaron atoradas —otra vez— entre los intereses de un sistema político que no genera consensos.

Termina un año en donde la celebración del Bicentenario y el Centenario fueron una parafernalia costosa y poco significativa. Se va el 2010 con las mismas inercias de los años anteriores, pero ahora con la certeza de que los próximos dos años estarán dominados por la lógica electoral. ¿Qué importa que siga la violencia y se acumulen los cadáveres?, ¿qué importa que no haya reformas?, ¿qué importa que sigan matando a las madres que piden justicia o a los periodistas que hacen su trabajo, o a los migrantes que buscan trabajo en Estados Unidos? No importa, mientras los políticos sigan con un altísimo financiamiento público, acceso a la televisión y los burócratas privilegiados tengan sus bonos de riesgo. ¿Qué importa si el 2010 fue el año más violento…?

Investigador del CIESAS

México SA
-El cuentacuentos, vía Twitter
-Desempleo real: 17% de la PEA
-Calderón: ¿algo de qué presumir?
Carlos Fernández-Vega

Imbuido por el espíritu navideño, al inquilino de Los Pinos no se le ocurrió mejor puntada –vía Twitter, desde luego– que presumir uno de sus cuentos más sobados: el del bajo” desempleo”, aderezado con “cifras históricas” en generación de plazas laborales en el sector formal de la economía. Una y otra vez repetido a lo largo de su estancia en la residencia oficial, todo indica que el susodicho cree que los mexicanos le creen.

Recién escribió en Twitter: “A pesar del fuerte incremento de la población en edad de trabajar, el desempleo en México es de alrededor de 5 por ciento. En Estados Unidos de 10 por ciento, en España de 20 por ciento… De enero a noviembre se crearon en México 962 mil nuevos empleos formales, ya descontadas las bajas. La cifra más alta en la historia… La cifra es neta, es decir, a los empleos nuevos registrados se descuentan bajas y renuncias y resultan 962 mil nuevos empleos”. Un poco más y lo publica el día de los inocentes.

De entrada, durante su estancia en Los Pinos, la tasa oficial de desempleo abierto (Inegi) se ha incrementado 47.5 por ciento (hasta noviembre pasado); no aclara que de sus “cifras históricas” en generación de empleo en el sector formal de la economía casi cuatro de cada 10 corresponden a plazas eventuales y mayoritariamente de uno a dos salarios mínimos, y que, en fin, los 962 mil puestos presumidos son, prácticamente, los únicos generados a lo largo de sus cuatro años en la residencia oficial, de tal suerte que los resultados son igual de mediocres que los reportados por sus antecesores e igual de insuficientes para atender la demanda real de la población. ¿Algo de qué presumir?

Para dar una idea, en los últimos 15 años se generaron oficialmente 4.8 millones de empleos en la economía formal, registrados por el IMSS. En igual periodo, la demanda real de plazas laborales en dicho sector se estima entre 15 y 18 millones, de tal suerte que en el mejor de los casos sólo uno de cada tres mexicanos en edad y condiciones de laborar lograr colocarse en el mercado formal. ¿Y el resto? Desempleo, informalidad, narco o exilio económico.

Como se ha comentado en este espacio, la especialidad de los gobiernos panistas es presumir “logros” inexistentes, especialmente en lo que a empleo se refiere. En el calderonato ha sido cosa de todos los días. Por ejemplo, a lo largo de su estancia en Los Pinos la generación de empleo formal debería sumar entre 4 y 4.5 millones de puestos de trabajo para atender la demanda real; presume 962 mil (sin considerar la previsible caída que se registrará en el último mes de 2010, estimada en 250 mil plazas), lo que se traduce, ya con las cifras actualizadas, en que, como máximo, sólo 24 de cada 100 mexicanos en edad y condición de laborar pudieron colocarse en la economía formal en los 48 meses que Calderón lleva en la residencia oficial.

Eso por el lado de la generación de puestos de trabajo, pero, ¿cuál es la situación real en materia de desempleo en el país? ¿Es correcta la aseveración de que la tasa es menor en México que en Estados Unidos? Pues bien, lo documenta el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la UNAM (Empleo y desempleo durante el desgobierno de Felipe Calderón 2006-2010): “Podemos afirmar que para junio de 2010 el total de la población desempleada en México sumó 8 millones 83 mil 471 personas (3.2 tantos más que las cifras oficial). Y que la tasa real de desempleo es de 15.3 por ciento y no de 5.3 por ciento que marca la tasa de desocupación oficial”. De hecho, con cifras actualizadas a noviembre pasado ese indicador había crecido a 17 por ciento.
El CAM ha construido una tasa de desempleo para México partiendo del reconocimiento de que en el país ese indicador no se mide de acuerdo con los parámetros de la Organización Internacional del Trabajo (que sí se utilizan en, por ejemplo, Estados Unidos y España, ejemplos citado por Calderón), “lo que le permite al Inegi encubrir, para el segundo trimestre de 2010, a 5 millones 597 mil 546 personas disponibles que no reporta como desempleadas, junto a los 2 millones 485 mil 925 que sí reconoce como desocupados. De hecho, el mismo Inegi reconoce que la tasa de desocupación no mide el desempleo”.

El citado centro de la UNAM señala lo siguiente: “Si en mayo pasado el gobierno federal califica como el mayor logro en 17 años la recuperación, hasta ese momento, de 382 mil plazas de entre 701 mil perdidas, ¿cómo habría de calificarse que en lo que va del sexenio sólo en el subsector informal de los hogares el empleo se haya incrementado en un millón 444 mil 329 personas, lo que representa un aumento de 11.24 por ciento? Además, respecto de la población ocupada, el total de trabajadores informales representaba 54.1 por ciento a finales de 2006, en comparación con el 55.04 por ciento que representa en este año. Entonces, ¿cómo es posible que México, con una tendencia de la tasa de crecimiento del PIB que difícilmente ha rebasado el 3 por ciento en los últimos años, tenga una tasa de desempleo menor que la mayoría de los países miembros de la OCDE? Considerando que para el crecimiento y desarrollo de una economía es fundamental la creación de nuevos y mejores empleos, el mayor crecimiento del PIB permite generar mayores empleos”.

Por lo anterior, pregunta: “¿Por qué mientras en México para 2009 la tasa de desempleo, según el gobierno federal, fue de 5.4 por ciento, en Estados Unidos fue el doble, es decir, 10.4 por ciento? Existe una contradicción entre la caída del PIB (-6.5 por ciento) de la economía mexicana en contraste con la de Estados Unidos, que creció 0.9 por ciento del PIB. Este mismo comportamiento es prácticamente igual en casi todos los países de la OCDE; es decir, en todos las naciones creció el desempleo en función del crecimiento de la economía. La realidad muestra que el comportamiento del desempleo existe independientemente de la estadística y de su manipulación”.

Pero el inquilino de Los Pinos es feliz y vive en el éter, y ninguna realidad, por cruda que sea, le borrará la sonrisa.

Las rebanadas del pastel

Los que sí son históricos, sin comillas, son los niveles de violencia, inseguridad, corrupción e impunidad que registra el país. En la negra consciencia de quienes dicen combatir al crimen organizado queda el asesinato de muchos mexicanos inocentes y de otros que se ven obligados a dejar el país (más allá de quienes lo hacen por razones económicas) ante la permanente ausencia de justicia. Marisela Escobedo y su familia, entre los más recientes…. Un enorme beso a Marianita en su noveno aniversario.

Los desaparecedores desaparecidos
José Blanco

Una payasada dura el lapso que va del estallido de la carcajada a su desvanecimiento unos segundos después. Por ejemplo, la aparición de Diego Fernández de Cevallos.

El gobierno panista permitió al llamado Jefe que, una vez “aparecido”, permaneciera desaparecido por su propia voluntad, a preparar la aparición oficial. Con la grandilocuencia ranchera que siempre lo ha guiado, pensó en una aparición mediáticamente espectacular y resultó un acto que sólo le faltó la bola roja en la nariz.

Se aliñó muy pensadamente, vaya usted a saber con cuántos inteligentes asesores; se dejó una barba que tendría la función de que el respetable abriera la boca asombrado y “apantalladísimo”, e intentó fabricar un nuevo personaje para reincorporarse a la vida pública y política.

El gobierno panista lo balconeó publicando la fecha en que fue liberado (11 de diciembre), confesando al mismo tiempo que encubrió lo que seguramente fue una petición del propio Jefe. Con ese destape el Jefe comenzó a convertirse en jefecito: darle la oportunidad de decidir tiempo y forma de su “aparición” y hacer después un show perfectamente kitsch de principio a fin.

Así que entre el 11 y el 20 el jefecito se allegó todas las geniales ideas con las que haría esa aparición. Acaso, entre ellas, el “manifiesto” en tres partes que “explicaría” las razones de la desaparición. Muchas cosas comenzaron a volverse obvias velozmente. El jefecito era una “desaparecido” desde el principio y no un secuestrado. Aceptado así por el propio gobierno. Se “aparece” el 20 de diciembre, pero el gobierno de Calderón decide no encubrirle la fecha y forma decidida por el jefecito e informa que fue el 11 cuando fue liberado. Esto tuvo que decidirlo Calderón, y el jefecito fue gravemente disminuido con ese destape.

El “manifiesto” resultó también un documentito de izquierdismo light, salpicado de expresiones de Marcos y de AMLO, como lo percibiera inmediatamente Julio Hernández López.

El “manifiesto” no es, por supuesto, una proclama antisistémica, aunque sus autores digan de dientes para afuera que no les gusta la vía de las armas, aunque están dispuestos a tomarlas contra la injusticia. Para los desaparecedores, que continúan desaparecidos, y que uno empieza a sospechar que no van a aparecer, no existe el Estado, las clases sociales, la explotación obrera, la burguesía, ni nada de ese horrible lenguaje que irrita a los liberales. Se nos presentan como unos robinhoodes dispuestos a vivir en país de leyes que no sea un país de ricos y pobres. El documentito podría haber fingido mejor si al menos hubiera dicho: un país de unos cuantos ricos y un inmenso pobrerío.

El jefecito habló mucho con sus desaparecedores, dice. Parece sugerir que da la razón sobre la injusticia a sus amables captores, pero que, desde luego, él es un hombre de leyes; no puede estar de acuerdo con la violencia de las armas. Por ahí quería el jefecito ir dibujando su nuevo perfil.

El documentito habla contra la injusticia, y empieza con lo que parece una cita de Bertolt Brecht. Los desaparecedores ignoran que Brecht también dijo que “las revoluciones se producen en los callejones sin salida”. Bien harían estos suavecitos desaparecedores de anotarla entre sus citas citables, porque hace tiempo que en México los gobiernos panistas han estado creando, incansablemente, callejones por todas partes. Lo han hecho a golpe de desgobierno, de ausencia de oficio político, de desconocimiento supremo de la sociedad pobre mexicana, que es la mayor parte de la población.

El rotundo fracaso de la “aparición” del jefecito, por otra parte, está creando más turbulencias en el partido al que pertenece. El aparecido parece no haberse enterado de que el PAN cambió por un jefe que vive en Los Pinos, que ya mostró que le disgustó el acto teatral ranchero con el que el desaparecido apareció y que parece dispuesto a que el jefecito no vuelva a ser factor de decisión en las filas panistas. Ya veremos.

De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, el cambio radical de la estructura económica del mundo es un hecho sin retorno, y se construye vertiginosamente. Apenas en 2017 la economía del G-7 será del mismo tamaño que lo que empieza a llamarse los BRIC+3 (Brasil, Rusia, India, China, más Turquía, Indonesia y Corea del Sur). A los BRIC está sumándose Sudáfrica (cuyo mayor socio comercial es China). Esto aumentará el tamaño del conjunto. Y apenas en 2030 el G-7 representará 30 por ciento del PIB mundial y los BRIC+3 habrán alcanzado 40 por ciento. Esta será, absolutamente, otra economía mundial.

México está fuera de ambos grupos. Es el hecho y la tendencia de hoy. ¿Pero qué está haciendo el gobierno panista de cara a ese nuevo mundo? Absolutamente nada. Está ocupado con el jefecito, con los jefes de todas las bandas de delincuentes que pueblan el país. Está también muy ocupado creando callejones brechtianos que dibujan un futuro lleno de promesas: desdichas sociales continuas, subdesarrollo para la eternidad. Ojalá y el futuro de México no empiece a crearse en esos callejones.

Pepe Grillo
LA OPINION
PGJDF no ve a La Familia

La procuraduría capitalina contestó a PGR y SSP-f: “Hasta ahora no se han detectado células de La Familia o Los Zetas en el DF”.

Las dependencias federales señalaron antes que La Familia ha convertido a Iztapalapa en su “centro de operaciones”.

Declaraciones de cabecillas de la organización e investigaciones de federales confirmaron la presencia de La Familia Michoacana.

Y que ese cártel del crimen organizado opera con nombres de La Otra Administración, La Empresa y La Resistencia.

Pero como hace años con las narcotienditas y los Mara Salvatruchas, la PGJDF lo niega categóricamente.

 

¿No le quiere entrar?

 

Miembros de La Familia capturados, como El Vaquero, El Peluchín, El Güero dijeron que su jefe en el DF es Juan Carlos Muñoz Salgado.

Que también opera en Nezahualcóyotl, Texcoco, Chimalhuacán y Chalco.

Confesaron que trafican con drogas, extorsionan, secuestran, roban coches y cobran “cuota” a empresarios para no hacerles daño.

La PGJDF dijo que colabora con federales en el combate a la delincuencia organizada, pero que no han terminado esas reuniones.

¿No les informan, o no quieren ser informados?

 

Se los dijeron en 2002

 

Lo que la PGJDF no ve, lo sabe la ALDF y la SSPDF desde mayo de 2002, cuando fue detenida Patricia Buendía, alias Ma Baker.

Se les informó que también en la GAM y Venustiano Carranza había narcotienditas y que Neza y Ecatepec eran refugio de narcos.

Lo que denunciaron ahora la PGR y la SSP-f, es el paso que se veía venir, pero que nadie quiso atender en el DF, se quejan en Iztapalapa.

 

Sólo amenazas al sacerdote

 

De los centroamericanos secuestrados, nada.

Los gobiernos federal y de Oaxaca “intervienen”, pero ni siquiera saben cuántos desaparecieron.

Y el sacerdote Alejandro Solalinde, que desde hace mucho ayuda a los migrantes, es amenazado de muerte.

Porque dijo que secuestran Los Zetas, con ayuda de Maras y empleados del gobierno de Ulises Ruiz.

De Centroamérica piden noticias, y vienen inútilmente por informes.

¿Hasta cuándo les dirán qué pasó?

¿Quién los vigila?

Los productos milagro no son más que engaño y fraude al comprador.

Denunciados por especialistas y médicos, estos productos son los que más se ven y escuchan en radio y televisión.

La diputada Cristina Díaz, del PRI, le entró al tema.

Pide que la Secretaría de Salud y Cofepris informen del control y monitoreo para evitar fraudes… y riesgos.

Que después de su descanso los diputados la apoyen.

Insisten en la gran alianza

Marcelo Ebrard fue a Edomex y al regresar dijo que el PRI tiembla ante la elección de gobernador.

Ayer en televisión temblaban los dirigentes del PAN en el estado.

Pedían “hasta a Yeidckol”, sumarse a la “gran alianza” contra el PRI.

Lo pidieron a Encinas, a López Obrador, al que le cruzaba por delante, como si las elecciones fueran mañana.

Santos inocentes
Sergio Sarmiento

“Es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse porque ya no existen!.

Mateo (2:18)

El 28 de diciembre se recuerda la historia de los Santos Inocentes: la matanza que narra el evangelista Mateo de los niños menores de dos años de edad en Belén y sus alrededores por órdenes de Herodes. Los dos milenios de distancia no han disminuido el horror que sentimos por esos presuntos hechos.

Ningún gobernante ha ordenado específicamente una matanza de niños en estos tiempos aciagos que vive México. Pero niños y adolescentes asesinados ha habido muchos en este 2010 y en los años anteriores.

Menores de edad eran la mayoría de los muchachos que participaban en una fiesta en Villas de Salvárcar, Ciudad Juárez, el 31 de enero de este 2010 y que fueron atacados por un grupo de sicarios. Catorce murieron, de los cuales once no alcanzaban los 18 años. En su deseo por mantener la idea de que sólo los criminales sufren las consecuencias de la violencia, el presidente calificó tanto a los agresores como a las víctimas de pandilleros en una apresurada declaración hecha desde Tokio, Japón. Después tuvo que retractarse públicamente, cuando quedó de manifiesto que las víctimas eran jóvenes estudiantes que jugaban en un equipo de futbol americano. Las autoridades dijeron posteriormente que el ataque fue producto de un error; un grupo de sicarios, al parecer, confundió a los jóvenes con miembros de una banda rival.

Siete menores, el más pequeño de ocho años, estuvieron entre los 10 muertos el 28 de marzo en un ataque a una camioneta en Pueblo Nuevo, Durango. El comando armado que los agredió les disparó y les arrojó ganadas.

En Ciudad Mier, Tamaulipas, el 3 de abril de este 2010 Bryan y Martín Almanza, de 5 y 9 años de edad, fueron muertos en un ataque perpetrado no por sicarios sino por efectivos del ejército. En un principio la Secretaría de la Defensa argumentó que los niños, que iban en un vehículo con su familia, habían sido víctimas de un fuego cruzado. Después se comprobó que el fuego cruzado nunca existió.

Alejandro de León Castellanos, de 15 años, fue muerto también por soldados. También su padre murió en los disparos. En esta ocasión la Sedena afirmó que la camioneta en que viajaba su familia no se había detenido en un retén. Una vez más resultó después que no había existido ningún retén. La camioneta simplemente empezó a rebasar a un convoy militar en la carretera, lo cual fue pretexto para que se le disparara.

Por lo menos cinco menores de edad estuvieron también entre los 13 muertos de la colonia Horizontes del Sur, en Ciudad Juárez, del 23 de octubre. Uno de los fallecidos tenía nueve años de edad.

Numerosos menores había al parecer entre los 72 migrantes asesinados en San Fernando, Tamaulipas, en agosto y entre la cincuentena de indocumentados levantados en Oaxaca en diciembre y que se presume han sido también ejecutados.

La lista de niños asesinados en la guerra contra el narco es grande y creciente. El periódico Reforma registraba en su Ejecutómetro el 4 de noviembre la muerte de 276 menores de edad asesinados nada más en los 10 primeros meses del 2010.

Nadie sabe cuántos niños fueron presuntamente asesinados por Herodes y sus soldados tras el nacimiento de Jesús. Me dicen que Belén era un pueblo muy pequeño y habría quizá un par de docenas de niños menores de dos años en la comarca. En este sentido la matanza de los santos inocentes que se lleva a cabo todos los años en México es mucho mayor que la ordenada por Herodes en Belén.

Fuero para agredir. Christian Vargas, el llamado dipuhooligan, agredió el 26 de diciembre a una mujer en la delegación Gustavo A. Madero porque supuestamente le había robado unas joyas. El hijo defendió a su madre; pero el diputado priista, que iba en estado de ebriedad y acompañado de dos hombres, lo atacó entonces a él. En esta ocasión el legislador fue consignado, pero el ministerio público lo dejó en libertad después de una hora. Tenía fuero por ser diputado.

Destierro
Guadalupe Loaeza

Tomamos ya la decisión. Créanme que no nos fue nada fácil. Al contrario, había días en que nos sentíamos totalmente abrumados, llenos de dudas e incertidumbres. “¿Cómo es posible que osemos siquiera plantearnos la posibilidad?”, nos preguntábamos atormentadísimos en medio de nuestros insomnios. Nos sentíamos culpables, traidores, ingratos e incluso, cobardes.

Confieso que en toda mi vida, jamás imaginé que llegaría a esos extremos. Cuando escuchaba de gente que se había visto forzada de tomar esa determinación, de inmediato, exclamaba, escandalizada: “¿Cómo pueden actuar de esa forma? ¿Qué les pasa? Qué falta de solidaridad y de amor por su país, ahora que son más necesarios que nunca?”. Me parecía tan incomprensible e imperdonable su osadía, que al momento de enterarme optaba por incluirlos en mi muy personal lista negra. Ahora los entiendo tan bien. Seguramente a ellos también les ha de haber costado mucho trabajo llegar a esa conclusión.

Lo peor de todo es que temo que no se han arrepentido ni un ápice. Al revés, como están las cosas, se han de congratular por haber tenido la visión y el ánimo, y por supuesto, el dinero para hacerlo legalmente o bien, el arrojo, para hacerlo ilegalmente.

¿Que si lo hemos comentado con nuestros hijos? Llevamos meses hablando del mismo tema. Con ellas y ellos hemos llorado, nos hemos enojado, angustiado y hasta aplicado la ley del hielo por algunos días. Nos era tan doloroso hablar del asunto, que decidimos ponernos una fecha límite para anunciarles lo que habíamos decidido terminantemente. Así fue. En la cena de Navidad, después de habernos dado nuestros regalos, habernos tomado fotos y haber brindado con champaña, les anunciamos: “Nos vamos del país. Nos autoexiliamos.

Estamos demasiado decepcionados de cómo van las cosas: de la violencia, de la economía, de las escasas oportunidades de trabajo, de las perspectivas. Nos vamos al destierro, es el país el que nos ha expulsado. No nos mal interpreten, por favor. No somos traidores, ni malos mexicanos; somos ciudadanos a los que las autoridades han, prácticamente, arrojado del país. No nos juzguen. En unos años nos comprenderán y hasta aplaudirán nuestra acción”. Todos nos escuchaban en silencio, con la boca abierta y con las lágrimas en los ojos. No faltaba quien nos lanzara miradas de absoluta desaprobación. Mi nieto, el mayor, el que mejor comprendía la situación, empezó a llorar. Era horrible. Sentía la boca seca. Por su parte, Enrique caminaba de un lado al otro, como león enjaulado. A lo lejos, se escuchaba una cantata de Bach, especialmente triste. Las velas de los candelabros se consumían más rápidamente que lo normal. El árbol de Navidad, comprado en el mercado de Valle de Bravo, se veía viejo y seco, en otras palabras, fuera de lugar. Las hijas de Enrique estaban desconsoladas. Mis hijos no hallaban qué decir.

Culpable como me sentía, retomé mi discurso: “No, no los estamos abandonando. Simplemente en este país, no hay lugar para los viejos. Dentro de pocos años, nos convertiríamos en una carga demasiado pesada para la familia. Si nos vamos del país ahorita, tenemos oportunidad de ser aceptados en una sociedad más evolucionada, en donde los adultos mayores pueden aportar su experiencia. No, no queremos terminar en un asilo del tercer mundo. ¿Qué de qué vamos a vivir? Nos ofrecen a los dos trabajo en una universidad estatal de Arizona. Yo me iría como bibliotecaria de la Sección ‘Hispana’ y Enrique, como ayudante de laboratorio.

Viviremos en unas cabañas cerca del Campus Universitario, especialmente acondicionadas para los empleados de la universidad de origen ‘hispano’. No, no se nos oculta que las relaciones entre las autoridades de Arizona y la población mexicana no son precisamente cordiales. Pero curiosamente fue la única que nos aceptó, aunque con un salario ciertamente modesto”. El ambiente se sentía particularmente denso. Mis nietos más pequeños estaban cada vez más inquietos. Nuestros hijos estaban demudados. “¡Qué Navidad tan pinche!”, exclamó furioso uno de ellos. No le faltaba razón. Pero, ¿cómo explicarle lo doloroso y desgarrador que era para nosotros el haber tomado esa decisión?

Poco a poco, hijas, hijos, nietos y familia política se fueron despidiendo de nosotros. Unos con mucho amor y otros, con amargura. De pronto, nos quedamos solos, Enrique y yo en la penumbra, nada más con los foquitos del árbol que no dejaban de centellar. En la chimenea quedaban únicamente algunos carboncillos encendidos. Las velas estaban completamente consumidas. Afuera hacía un frío endemoniado…

Ay, mis queridas lectoras y lectores. ¿Saben qué día es hoy? Inocentes palomitas que se dejaron engañar. Por lo que a mí respecta, no me iré NUNCA de este país tan dolorosamente entrañable. ¿Y Enrique? Tampoco.