Nos encontramos en una sociedad en la que la inmediatez se ha vuelto importante, vital, suprema.

Los medios de comunicación se baten en batallan banales por dar primicias.

Los usuarios de redes sociales luchan inconscientemente por dar noticias, opiniones, reacciones, ante cualquier evento social, cultural o político.

Esta parte de la inmediatez tiene que ver con la transparencia en la información. Mientras más rápido se conoce un evento, una situación, menos riesgo de corrupción, manipulación o desvío de la información, lo cual, en México, fue una constante que tuvo su punto culminante en la elección presidencial de 1988.

Pero esa inmediatez tiene también un lado negativo. Precisamente el hecho de ser inmediata tiene como trasfondo la falta de reflexión. Al final, la información que conocemos suele ser imprecisa (al menos en alguna parte) y para ello no hace falta más que leer tres o cuatro periódicos y se podrá apreciar que la inmediatez ha llevado a la imprecisión como constante.

También esa inmediatez se refleja en los planes de gobierno y las políticas públicas. Estamos en presencia de la inmediatez como el objetivo final de la política. A pocos políticos les importa el país, la ciudad o el barrio que tendremos o que queremos tener en diez años. No son Estadistas.

Pero también esa inmediatez afecta nuestro modus vivendi fuera de la política. Estamos imbuidos en el día a día, sin precisar qué haremos o qué queremos en los próximos meses, años, décadas. Es la inmediatez de la sociedad, de las relaciones interpersonales. Cierto es que la imprevisibilidad de los acontecimientos afecta nuestro planes, nuestras acciones, pero también resulta necesario precisar que sin un plan de vida, político, social, más allá del día de hoy, de la noticia de mañana o de la reacción inmediata a nuestras acciones, nuestro sentido de vida, de sociedad, nuestra superación en todos los ámbitos queda de lado.

¿Cómo cambiar esta dinámica? Será difícil, pero tendremos que aprender que, por ejemplo, las nuevas tecnologías no están peleadas con nuestra capacidad de reflexión. El hecho de contar con Twitter o Facebook permite mayor comunicación, pero debemos pasar de la vorágine de la inmediatez a la vorágine de la interacción, lo que implica dos partes -las que interactúan-, lo que implica un cambio. Pasar de yo (egoísta) en el que se mueve la sociedad, al nosotros (inclusivo) que traería mucho más beneficios.

En materia política, esto significa dejar de pensar en cómo me beneficia cierta acción, sino en cómo nos beneficia la misma acción.

En esencia, podemos sostener que la inmediatez (en su lado negativo) no es sino un reflejo del sujeto como ente solitario, que piensa en lo que le beneficia, lo que opina, lo que se dirá de él, lo que siente.

Pasar a una etapa distinta, precisa de pensar en el ¨nosotros¨ como nuevo ente social, político y de vida. No se trata de dejar de lado la inmediatez. Se trata de dejar de lado la indiferencia de la inmediatez.