Esta vez, el “Rebaño Sagrado” dio un manotazo de autoridad, a pesar de ingresar a la Liguilla como octavo de la clasificación, ante el equipo que durante el torneo demostró ser el más regular, principalmente en el aspecto defensivo.

Los factores se combinaron, y si bien el Guadalajara logró poner de manifiesto quién es quién en el balompié mexicano, esto se conjugó con la tradicional “maldición del superlíder”, que se repite una y otra vez como un reflejo más de la irregularidad que enferma al futbol mexicano.

Consistentes o no, las Chivas lograron la ventaja que el pasado lunes pareció ideal para el propietario del equipo, Jorge Vergara, al manifestar que superar al rival por dos goles de diferencia pudiera ser una ventaja idónea para que se diera el siguiente paso en la búsqueda de volver a repetir la hazaña del torneo Apertura 2006, cuando el cuadro rojiblanco conquistó su último título en el futbol mexicano, clasificándose a la “Fiesta Grande” de la misma manera que en esta ocasión, siendo el “patito feo”, tal y como lo consignara José Luis Real días atrás.

Arellano resultó ser un jugador clave que apareció en un momento determinante, pues cerca del final de la primera mitad puso al frente a su equipo, anotando luego de casi seis meses de no mandar la pelota al fondo de las redes -su último gol lo consiguió en la Jornada 17 del Apertura 2010, en el mes de noviembre.

Y aunque los Tigres intentaron oponer resistencia en el segundo tiempo, al aprovechar las facilidades que normalmente brindó durante el torneo el equipo del “Güero” Real, al permitir que le arrebataran la ventaja, la historia no estaba escrita tras el gol de cabeza de Jesús Molina.

Otro de esos factores extraños que se presentaron anoche, en una inolvidable velada para Chivas, fue la anotación de cabeza de Mario de Luna, quien convirtió así su segundo gol del torneo, aunque lo más raro llegó después…

El equipo menos goleado de todo el torneo, recibió tres goles en 90 minutos, privilegio al cual sólo Cruz Azul había tenido acceso en los últimos tiempos.

Un penal decretado al minuto 63 y convertido por Marco Fabián dos minutos después, liquidó las aspiraciones de los felinos, cómodos con el empate durante casi un periodo, pero que a final de cuentas terminó por desnudarlos.(El Universal)