Las elecciones europeas no solo son un profundo ejercicio democrático para conformar las diversas fuerzas de representación política de cada uno de los 27 países para llevar su voz y su voto al Parlamento Europeo, también son un termómetro político interno para medir la fuerza política de cada gobierno y de su capacidad de gestión y que tan fuerte o débil se encuentra en el terreno de los apoyos legislativos y ciudadanos.
Otro que ya llevaba meses debilitado es el primer ministro de Bélgica que también se sumó al desánimo de Macron en Francia y decidió renunciar: Alexander De Croo tenía un gobierno de imposibles sostenido por una coalición de siete partidos, en un país donde entenderse políticamente es muy complicado. Su partido de centro-derecha Open VLD solo consiguió el 7% de los votos.
En Bélgica, el partido derechista y nacionalista, la Alianza Neo-Flamenca N-VA ganó con un 22% de los votos seguido de la extrema derecha del partido Vlaams Belang con un 17.5% de los votos.
Y, en Alemania, casi gana la ultraderecha con Alternativa para Alemania (AfD) que se quedó en segundo lugar con el 16.5% de los votos, los cristianodemócratas alemanes ganaron pero en cada elección el margen se estrecha más mientras que los socialdemócratas del partido del canciller Olaf Scholz obtuvieron el 14% de los votos.
En Austria, también la derecha extrema ganó en las elecciones europeas: el partido ultranacionalista FPÖ obtuvo un 27% de los votos, por adelante del partido democristiano ÖVP que es el partido en el gobierno y que habría obtenido un 23.5% de los votos. Y, en España, la derecha radical de VOX, se ha convertido en la tercera fuerza política con 6 eurodiputados. Prácticamente ya están en todas partes frotándose las manos para gobernar.
Solo hay que saber interpretar en clave de sol el signo de los tiempos: las nuevas generaciones quieren un cambio profundo, sienten que el sistema les ha fallado. Hay un tsunami migratorio. Hay un desencanto hacia el futuro económico: Alemania la locomotora de la UE tiene un motor gripado y eso es para llamar la atención y Francia, vive una descomposición social interna bajo el acecho del terrorismo yihadista.
Hay hartazgo, pesimismo, desencanto, ostracismo y hasta miedo. Una mescolanza de sensaciones y sentimientos que entre en los más jóvenes, escasos de memoria histórica, es lumbre entre las manos. Estas elecciones son ya un parteaguas.
A COLACIÓN
Estos partidos que en la UE se abordan desde distintos ángulos señalados de ultraderecha o derecha radical o extrema derecha no escapan en algunos casos, como en Alemania, de ser tachados de fascistas.
Aunque no todos son homogéneos en sus programas sí comparten de forma común que son ultranacionalistas, están en contra de la migración, de los derechos LGTBIQ y son bastante sensibles en cuanto a la crítica que se ejerce desde los medios de comunicación.
En una entrevista para ABC News, Ben Wellings, profesor de política y relaciones internacionales de la Universidad de Monash en Melbourne, señaló que tradicionalmente, los partidos de extrema derecha han sido abiertamente autoritarios, antisemitas y racistas.
En su opinión, estos partidos se han modernizado, cambiado su estructura para presentarse en la actualidad con un programa y sobre todo con una imagen que asuste menos a cierto sector de la población. “Algunos de estos partidos tienen antecedentes de extrema derecha, pero ahora los llamamos partidos de derecha radical”, dijo el profesor Wellings.
El académico recodó que, por ejemplo, en Francia, el Partido de Agrupación Nacional de Marine Le Pen, formalmente conocido como Agrupación Nacional, solía ser un partido político muy autoritario que era abiertamente antisemita. “Pero ya no es ninguna de esas cosas… Dice que se adhiere a los valores republicanos, seculares, que son mayoritarios en lugar de racistas”, dijo.
Pero van orientados sobre todo a captar el voto de las nuevas generaciones. Wellings señala que los observadores políticos atribuyen el giro hacia la derecha al aumento del costo de la vida, a la preocupación por la migración y el coste de la transición ecológica, y a la guerra en Ucrania, preocupaciones que muchos de los partidos han aprovechado.
¿Cómo van a influir con sus 130 escaños en el Parlamento Europeo? Podrían no ser una fuerza minoritaria y no decisiva si lograsen aliarse con el grupo de los Otros que tiene 50 escaños y el de los No Inscritos que suman 45. Son sobre todo, eurodiputados que han ganado un escaño y que vienen de partidos pequeños o de nueva creación que en su mayoría pueden tender hacia la derecha. No se sabe qué tanto hacia la derecha.
El papel más importante del Parlamento Europeo es revisar y aprobar nuevas leyes que rigen un bloque conformado por 27 países y 450 millones de personas. Por ejemplo, está en juego la agenda verde de la UE, muchos partidos de extrema derecha son negacionistas del cambio climático.
El Parlamento también puede tener más dificultades para aprobar nuevas leyes que podrían ser necesarias para responder a los desafíos de seguridad o a la competencia industrial de China y Estados Unidos.
Muy seguramente, en la nueva etapa legislativa, una vez renovada la Presidencia de la Comisión Europea y del Consejo Europeo, habrá presiones para sacar adelante una agenda migratoria mucho más rígida que la actual.