Hay un golpeteo constante contra la democracia, una corriente a nivel mundial que intenta minar el poder de las urnas a través de provocar confusión, desánimo y polarización entre la población. Un disenso tan ríspido, con el miedo como factor esencial.

          Tenemos dos economías que son las líderes del mundo pero que son dos polos yuxtapuestos; cada una enarbola banderas diferentes y si bien ya no es la lucha entre el capitalismo y el comunismo sí lo es de las democracias versus las autocracias. Lo que está en juego es la democracia y la libertad.

          En China, por ejemplo, el actual mandatario Xi Jinping, es un moderno emperador que se quedará en el cargo hasta que la muerte lo separe de él. La Constitución es solo el instrumento para legitimizarse en el poder como el otro dictador, Vladimir Putin, en  Rusia.

          Las autocracias han encontrado la fórmula para readaptarse a la globalización y a la economía de mercado. Han sabido jugar con esas reglas de la competencia, sin embargo, los cambios son más cosméticos (y casi nulos) en materia política.  Así se tienen autocracias con economías de mercado.

   Hasta el día de hoy la pugna ideológica concede al liberalismo económico la llave para la democracia, el uno no se puede entender sin lo otro, así lo aducen analistas como Norberto Bobbio con argumentos sólidos que conceden al Estado liberal la taumaturgia de crear un Estado democrático.

En la línea que va del liberalismo a la democracia, son necesarias ciertas libertades para el correcto ejercicio del poder democrático. Bobbio señala que el poder democrático permite garantizar  la existencia y la persistencia de las libertades fundamentales.

          En su libro, “El futuro de la democracia”, Bobbio  argumenta que la prueba

histórica de esa interdependencia está en el hecho de que, el Estado liberal y el Estado democrático, cuando caen, caen juntos.

          El resurgimiento de los totalitarismos utiliza a la democracia, a sus propios canales y también al incremento de la apatía ciudadana en cada elección, para  usar recovecos en la ley a fin de reformar la Constitución y a partir de asambleas constituyentes iniciar procesos que tienen de todo menos los ingredientes de una democracia que evita la concentración del poder en manos de una persona así como de un partido político. Reformar a la Constitución para restarle participación al Legislativo y darle más potestades al presidente.

            Los nuevos totalitarismos y autocracias son una realidad amenazante:  corren el riesgo de extenderse como si fuera una pandemia, el poder es la droga más potente, la  mayor adicción y no hay vacunas  lo suficientemente fuertes: lo saben en Venezuela primero con Chávez y Maduro; con los sandinistas en Nicaragua; en Bolivia… ahora es China con Jinping y Rusia  con Putin.

Y en cada país cuyos líderes retornan, una y otra vez, incesantemente al poder  porque ese afán protagónico y hasta cierto punto mesiánico (elegido por el destino o bien por una fuerza divina para resolver los problemas nacionales)  se convierte en una obsesión.

            Las reformas comienzan poco a poco y luego terminan abruptamente arrollándolo todo: primero, van por reformas constitucionales atacando el núcleo duro de los artículos que impiden la reelección  para ablandarlos o de hecho eliminarlos para restar las trabas; si dos mandatos consecutivos son el límite se quitan las trabas mediante un proceso avalado por el Legislativo en una asamblea constituyente; después van más allá con la reelección consecutiva o ilimitada y terminan dándole al presidente todo el cofre completo. Son los nuevos totalitarismos y autocracias de mercado.

            ¿Quién le va a decir a la todopoderosa China que no puede reformar su Constitución para legitimar la entronización de su mandatario? ¿Alguien le va a refutar o cuestionar dicha potestad política a la economía que hoy en día  también enarbola el estandarte de la globalización y el liberalismo económico?

A COLACIÓN

            ¿Será Washington y su consenso de la democracia y el libre mercado (el orden de los factores no altera el producto según sus premisas) el que cuestionará que el Partido Comunista recobre su papel protagónico y hegemónico en el país más poblado del mundo?

Desde hace tres quinquenios se habla del sui generis modelo económico del gigante asiático catalogándolo de “socialismo de mercado”, “socialismo neoliberal” o bien “economía de mercado socialista” que no es otra cosa más que un modelo mixto en el que los grandes sectores industriales medulares continúan en control estatal, con planificación quinquenal,  empero el Estado ha dejado ciertas áreas de la economía al arbitrio de la mano invisible.

Entonces, ¿es la democracia liberal el mejor sistema del mundo? Con todo y sus defectos sí lo es. La contracara es muy peligrosa porque ofrece un espejismo y al salir de él solo queda el bolsillo raído y las libertades destruidas.