A este monstruo ya lo conozco: el populismo es malo para la salud de las democracias y es un cáncer para la sociedad, porque termina polarizándola y sumiéndola en el discurso del odio.
Esta hidra es hábil porque sabe engañar, juega con las carencias y con las expectativas; con los sueños y fundamentalmente con el rencor; de ése rencor social se nutre y retroalimenta.
Hace unos días, en una entrevista con el escritor Fernando Savater, le compartí una reflexión personal: le dije que, durante años, desde España se criticó toda la vorágine populista que iba carcomiendo a las democracias latinoamericanas. Sin embargo, el país ibérico, finalmente ha caído en las garras de la hidra, sin ni siquiera preverlo.
Hay teóricos brillantes como Ernesto Laclau que desmenuzan los orígenes del populismo y de las políticas populistas tomando como mosaico a América Latina.
Así, los estudios sobre populismo latinoamericano constituyen casi un subgénero de los estudios sobre la región. “En ese contexto se ha establecido una cronología política desde los populismos clásicos de Lázaro Cárdenas, Juan Domingo Perón y Getulio Vargas; los neo-populismos de Carlos Salinas de Gortari, Carlos Menem, Alberto Fujimori, Fernando Collor de Melo y los populismos del siglo XXI o radicales al estilo de Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, Evo Morales y Rafael Correa; entre otros”.
El populismo nunca llega solo, no surge por generación espontánea, siempre hay un caldo de cultivo y casi siempre es producto de un deterioro económico en la clase media trabajadora que pierde calidad de vida. Y, que avizora su futuro inmediato, con desazón y desasosiego.
Las crisis económicas recurrentes en América Latina han sido abono fértil para los populismos imperantes. En España, el parteaguas fue el golpe económico tremendo de la crisis de las subprime de 2008 que llegó importada desde Estados Unidos pero que hizo mella en España y en muchos otros países de la Unión Europea.
Reventó la burbuja inmobiliaria y la crisis del ladrillo arrastró a las familias, a sus deudas, a sus hipotecas y éstas a los bancos y la contaminación al sector financiero y a la economía real fue brutal. La recesión fue larga.
El primer gran movimiento social que sacó a la calle a la clase media que había sido afectada por el golpetazo económico se vio cristalizado en el Movimiento-15M en 2011. Muchos colectivos de toda España tuvieron contacto por vez primera porque los unía el mismo drama.
Así surgieron las acampadas ciudadanas y los movimientos de protestas y los líderes se dieron cuenta que juntos sumaban más mientras en las universidades profesores como Pablo Iglesias hablaban a sus alumnos del fracaso del modelo capitalista y ponían el foco en que los empresarios y los banqueros eran los malos de la película.
De ese germen brotó Podemos en 2014 y prendió como un cohete con su discurso que hablaba de una democracia disfrazada; de una España de pobres y súper ricos. Con Iglesias, que siempre soñó con asaltar el cielo del poder, llegó al gobierno una casta de oportunistas y ambiciosos que han puesto sus necesidades personales por encima de su deber como gobernantes. El populismo genera caudillos, erige figuras monolíticas sobre de las que orbitan las decisiones y hasta el país da vueltas alrededor de sus requerimientos.
A COLACIÓN
La España actual tiene cierto tufillo bolivariano. Solo alguien como Chávez o Maduro podrían irse cinco días a su casa a reflexionar si quieren continuar gobernando. Alguien como Fidel Castro en Cuba que erigió un sistema en el que nadie movía un dedo si él antes no pestañeaba.
Ayer domingo los corresponsales no recibimos la agenda del gobierno de la Moncloa que incluye las actividades que desempeñará el presidente al día siguiente, así como, sus respectivos ministros. Nunca había sucedido, hasta que el presidente Pedro Sánchez, se fue a reflexionar hace cinco días pertrechado en la Moncloa para dilucidar si quiere o no seguir siendo presidente de España.
Pero no solo eso. Tampoco ha tomado la llamada a sus ministros, su contacto ha sido muy escaso y con contadas personas: la vicepresidenta María Jesús Montero, también titular de Hacienda y Félix Bolaños, ministro de la Presidencia. El populismo ejerce una forma de poder omnímodo donde la figura del presidente es el eje y se convierte en un tótem a venerar y cualquier cuestionamiento es inaceptable.
Cuando quien ejerce el gobierno se siente por encima de las leyes, de las instituciones, de los partidos, de los legisladores, de la Constitución y hasta de la democracia y todo lo manipula para su propia conveniencia lo que está haciendo es destruir y no construir. La voluntad popular en las urnas, el año pasado, le dio la victoria a Alberto Núñez Feijoó, del Partido Popular y no ha podido gobernar, porque el perdedor de las elecciones, esto es, el socialista Pedro Sánchez se alió con los grupos que quieren destruir a España; que no se sienten españoles, ni quieren a los españoles, ni quieren la historia de España y reniegan del himno, del rey y hasta de su bandera. Hoy Sánchez decide si se queda o se va de la Presidencia, cualquiera que sea su decisión, el daño ya es mayúsculo. La hidra se cree invencible…