La peor noticia que como seres humanos y ciudadanos de un mundo globalizado podemos tener es que  impere la ley del más fuerte y sean pisoteados el derecho internacional, los tratados, los acuerdos, las convenciones y sean ninguneados los organismos multilaterales.

          Un futuro que  ignore la arquitectura del derecho internacional y del multilateralismo abre la puerta  a la ley del viejo oeste: el matón del barrio impondrá sus reglas y sus condiciones. ¡Peligroso!

          El allanamiento a las instalaciones de la Embajada de México en Ecuador por parte de las fuerzas de seguridad de Quito para detener al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glass es una flagrante vulneración del derecho internacional y de la Convención de Viena  que regula la inviolabilidad de las sedes diplomáticas extranjeras.

          Signada en 1961 por representantes de 81 estados, la Conferencia de Viena sobre Relaciones Diplomáticas es un marco común en el ejercicio de la diplomacia entre los países; sienta las bases del funcionamiento de la misión diplomática y establece los privilegios y derechos de los respectivos embajadores en los países de destino.

          Cada embajada es un pedacito de la soberanía en el extranjero de su respectivo país. No solo dentro de ese marco de inmunidad están los consulados o el edifico que alberga la embajada también sucede con la casa del embajador.

          Con  toda razón el gobierno de México ha retirado a todo el personal de su delegación diplomática en Ecuador y está llevando a cabo las instancias y procedimientos internacionales correspondientes para elevar una queja a las  más altas instancias a fin de que el gobierno del presidente Daniel Noboa reciba alguna sanción. Es más, el país azteca debería cancelar cualquier acuerdo comercial o económico con Quito.

          Lo cierto es que ésta no será una grieta pequeña en las relaciones internacionales en la región y muy seguramente tendrá consecuencias en las reuniones multilaterales en el marco de la OEA; la CELAC y de otros organismos. Será trascendental el posicionamiento que tomen los países latinoamericanos al respecto.

          Como relevante será la respuesta que se dé desde la ONU, la Corte Internacional de Justicia y en el seno de la OEA; lo que no puede suceder es que este atropello quedé sin consecuencias.

          El riesgo de que no suceda un castigo duro contra Ecuador es que en los tiempos actuales que corren esto pueda convertirse en una espiral de sucesos que se repitan en otros países por agravios; por represalias; por roces; por terrorismo o por simple provocación.

A COLACIÓN

          No tenemos la arquitectura en derecho internacional y en multilateralismo perfecta pero es perfectible. El mundo ha cambiado vorazmente con la Era Digital y las amenazas cibernéticas más las guerras híbridas representan una realidad que no se contemplaba en dicho marco teórico-conceptual de décadas atrás.

          Sin embargo, lo tenemos y es loable. El problema más grave es que la erosión es acuciante. El derecho es un acuerdo entre caballeros basta con que ambas partes lo reconozcan, lo respeten y lo practiquen para que  éste exista.

          El meollo es cuando uno no lo respeta y el otro lo secunda. Consumatum est. Entonces, cada uno toma la ley en sus manos y hace lo que se le venga en gana.

          Atacar una embajada debería ser un casus belli. Curioso pero hasta el momento nadie se ha atrevido. Ni siquiera Estados Unidos que el 4 de noviembre de 1979 sufrió el secuestro de 66 diplomáticos y ciudadanos norteamericanos por parte de un grupo de estudiantes que entraron al consulado y a la embajada norteamericana en Teherán.

          Ha sido la crisis más larga  que se tenga memoria: concluyó  el 20 de enero de 1981 y le costó la reelección al entonces presidente Jimmy Carter. Y no, no le declaró la guerra a Irán.

          Hay otros hechos igualmente dramáticos.        El 27 de septiembre de 1975, militantes de extrema izquierda prendieron fuego a la Embajada de España en Lisboa como protesta  por los cinco fusilamientos anunciados por el dictador  español Francisco Franco; y también España vivió otro hecho terrible esta vez en Guatemala.

          Aconteció el 31 de enero de 1980 cuando la policía guatemalteca entró a la Embajada de España que estaba invadida por un grupo de campesinos; en ese rifirrafe murieron 37 personas uno de esos campesinos era el padre de la premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú.

          Volvimos a saber de incidentes diplomáticos a raíz de Julián Assange, fundador de Wikileaks y buscado por la justicia americana tras filtrar cientos de documentos clasificados por Internet.

          El 19 de junio de 2012, Assange pidió asilo político en la Embajada de Ecuador en Londres para evitar ser extraditado a Estados Unidos; en dicha legación pasó casi siete años hasta que el presidente Lenin Moreno dijo que Assange era una molestia diplomática para su país: le retiraron la nacionalidad ecuatoriana que le habían concedido en 2017 y fue finalmente detenido por las autoridades británicas dentro de la Embajada de Ecuador. Estos incidentes nos hablan del papel vital que ejercen las legaciones diplomáticas, por ende, su protección en el marco del derecho internacional  debe ser blindada.