De acuerdo con el Foro de la Industria Nuclear cada vez más países apuestan por la continuidad de sus centrales nucleares, con autorizaciones para operar entre sesenta a ochenta años como sucede con Estados Unidos.

Los 422 reactores actualmente en operación, en un total de 33 países, producen alrededor del 10.5% de la electricidad mundial. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), con datos a diciembre de 2022,  hay 58 unidades en construcción en dieciocho países entre los que se encuentran China, India, Corea del Sur, Rusia y Turquía.

Concretamente, China es el país del mundo que más reactores construye. Cuenta con 55 unidades operativas y diecinueve reactores más en construcción. A China le sigue India, con ocho reactores en construcción, así como Rusia y Turquía con cuatro cada uno y Corea del Sur con tres.

En 2022, Egipto inició la construcción de su primera central nuclear; tras los Emiratos Árabes Unidos en 2021, es el segundo país árabe con energía nuclear.

Los siguientes son los países con más cantidad de  reactores nucleares:   1) Estados Unidos con 92; 2) Francia con 56; 3) China con 55; 4)  Rusia con 37; y, 5) Corea del Sur con veinticinco.

Poco se habla de los riesgos mientras se ensalzan sus cualidades: la energía nuclear está a punto de vivir un boom provocado por el cambio climático y las prioridades de las políticas verdes de fomentar energías renovables, limpias y eficientes.

          China está construyendo nuevas plantas nucleares que deberán estar listas antes de 2035 y Estados Unidos, tiene como meta añadir 300 reactores a su capacidad actual antes de 2050.  Ambos quieren garantizar su independencia energética en un mundo más inestable  y con una política internacional incierta.

          Hace unos días (21 y 22 de marzo) se llevó a cabo en Bruselas la I Cumbre de Energía Nuclear a la que asistieron representantes de cuarenta países y tras un intenso debate, una mayoría,  acordaron firmar un compromiso para apoyar la energía nuclear como alternativa “real” ante los combustibles fósiles.

          Hasta el lugar de convenciones, conocido como Expo de Bruselas,  se dejaron ver primeros ministros, asesores relacionados con la instrumentación de las llamadas políticas verdes; directores de empresas y de organismos internacionales.

Alexander De Croo, primer ministro belga, puso el acento en la grave dependencia energética que padecen los europeos incapaces de cortar su subordinación hacia Rusia porque necesitan de su gas y de su petróleo.

          El gobernante belga reiteró que su país está dispuesto a invertir en  más energías renovables así como en la producción de hidrógeno y en la tecnología nuclear.

A COLACIÓN

          Desde la invasión rusa a Ucrania (el 24 de febrero de 2022)  tras las sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados europeos, la Unión Europea (UE) ha incrementado un 60% sus importaciones de gas y de petróleo estadunidense y han apostado más que nunca por las energías renovables a tal punto que éstas ya aportan más del 30% de la producción energética de varios países como, por ejemplo, España.

          Sin embargo, no es suficiente. Y, la retórica de los países más industrializados ya no pasa únicamente por tener socios fiables en el terreno energético (no quieren proveedores que los chantajeen por razones geopolíticas o geoeconómicas) sino por lograr su autosuficiencia energética como estrategia de seguridad económica nacional.

          A dicho cónclave asistió otro de los convocantes: Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que no perdió la oportunidad para reiterar que la energía nuclear no genera las altas emisiones de carbono como acontece con el petróleo y sus derivados.

De hecho, al término de  dicha Cumbre, fue signado un convenio por treintaicuatro países (entre los que figuran China, Japón, Estados Unidos, Arabia Saudita, Reino Unido y Francia)  en aras de detonar el potencial de la energía nuclear mediante la adopción de medidas como la creación de condiciones favorables para apoyar y financiar de forma competitiva la prolongación  de la vida útil de los reactores nucleares existentes; la construcción de nuevas centrales nucleares y el despliegue temprano de reactores avanzados.

Al parecer en el siglo XXI, la respuesta a las energías fósiles será la energía nuclear; sin embargo, es necesario tener un protocolo internacional en materia de energía nuclear, las centrales requieren de muchos cuidados y los isótopos de un tratamiento especial.  Los errores que hoy se comentan al respecto de tener una legislación internacional en la materia, serán los graves daños del mañana. Hay que tener precaución.