Desde la invasión rusa a Ucrania (el 24 de febrero de 2022) tras las sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados europeos, la Unión Europea (UE) ha incrementado un 60% sus importaciones de gas y de petróleo estadounidense y han apostado más que nunca por las energías renovables a tal punto que éstas ya aportan más del 30% de la producción energética de varios países como, por ejemplo, España.
Sin embargo, no es suficiente. Y, la retórica de los países más industrializados ya no pasa únicamente por tener socios fiables en el terreno energético (no quieren proveedores que los chantajeen por razones geopolíticas o geoeconómicas) sino por lograr su autosuficiencia energética como estrategia de seguridad económica nacional.
Hace unos días en Bruselas se llevó a cabo la I Cumbre sobre la energía nuclear, a la que asistieron primeros ministros, empresarios del sector, asesores de gobierno y reguladores internacionales.
De hecho, al término de dicha Cumbre, fue signado un convenio por treintaicuatro países (entre los que figuran China, Japón, Estados Unidos, Arabia Saudita, Reino Unido y Francia) en aras de detonar el potencial de la energía nuclear mediante la adopción de medidas como la creación de condiciones favorables para apoyar y financiar de forma competitiva la prolongación de la vida útil de los reactores nucleares existentes; la construcción de nuevas centrales nucleares y el despliegue temprano de reactores avanzados.
La energía nuclear fue defendida en dicho encuentro como una fuente de energía limpia, fiable, asequible y barata que no depende de la fluctuación de los mercados internacionales, ni de la geopolítica o del rumbo de la geoeconomía. Sin embargo, no se pueden obviar sus enormes riesgos.
A COLACIÓN
Si bien la energía nuclear no genera las emisiones de gases de efecto invernadero que calientan el planeta, sin embargo, deja una huella digital en su cadena de suministro y genera residuos: “Los residuos radiactivos se definen como cualquier material derivado del uso pacífico de la energía nuclear que contiene isótopos radiactivos para los cuales no se prevé la reutilización; la mayor parte de los residuos nucleares generados proviene del combustible nuclear gastado en las centrales nucleares”.
En la reunión de Bruselas participó Komura Masahiro, viceministro parlamentario de Asuntos Exteriores de Japón, otro de los impulsores de la energía nuclear a pesar del enorme problema que arrastra su país tras el desastre de la central nuclear de Fukushima.
El año pasado, Japón formó parte de un total de veinte países que acordaron triplicar la capacidad de energía renovable a nivel mundial para 2050 y ya han pasado trece años del accidente en la central nuclear de Fukushima; el 11 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9.0 que duró seis minutos, provocó un tsunami con olas de 40 metros.
Entonces, once reactores nucleares de cuatro centrales eléctricas se apagaron automáticamente cuando detectaron las vibraciones del terremoto. Las barras de control cayeron en los núcleos, deteniendo la fisión nuclear del uranio.
La planta de Fukushima Daiichi, administrada por la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (TEPCO), había planeado usar generadores diésel de emergencia para bombear continuamente agua de enfriamiento a estos reactores. Pero en una hora, los generadores inundados fallaron.
Cuando las bombas se detuvieron, el agua en los núcleos comenzó a bajar y los reactores empezaron a hervir; el vapor acumuló una enorme presión generando gas hidrógeno. TEPCO declaró una emergencia y temiendo lo que se avecinaba, el gobierno evacuó a miles de personas en un radio cada vez más amplio alrededor de la planta de energía.
Una explosión de hidrógeno destrozó uno de los reactores y el almacenamiento de combustible gastado se quemó, liberando más radiación. Finalmente, tres reactores resultaron gravemente dañados.
El gobierno nipón solo reconoce una muerte certificada por radiación; sin embargo, más de 164 mil personas fueron evacuadas y forzadas a dejar sus casas, sus tierras y todas sus posesiones. Hasta la fecha, 43 mil personas siguen refugiadas.
Después de este desastre dejó de hablarse de la energía nuclear hasta que la invasión de las tropas rusas a Ucrania volvió a ponerla en el centro del debate. Todavía hay escepticismo sobre si un renacimiento nuclear es una buena idea.
Los beneficios se destacan por encima de los riesgos y los perjuicios. Como resultado del accidente, sucedió una lluvia radiactiva que incluyó muchos radioisótopos volátiles, como yodo-131, cesio-134, cesio-137 y xenón-133. De estos, el cesio-137 comprende la mayor parte de la contaminación a largo plazo, que permanece en el medio ambiente durante décadas.
Los científicos nipones intentan discernir cuánto tiempo durará el daño en el medioambiente y, junto con la empresa TEPCO, llevan a cabo una estrategia para desmantelar Fukushima. Pero primero deben determinar el grado de contaminación nuclear en la zona: en el aire, en la tierra y en el mar… hay de riesgos a riesgos sin duda.