Para los europeos sus nexos con América Latina siguen siendo imprescindibles, no solo por intereses económicos, comerciales y de inversiones también por razones culturales.

          Sin embargo, esas relaciones no logran el boom deseado porque hay una falta de claro entendimiento político en un momento en que el reloj latinoamericano se ubica a la izquierda del populismo y en Europa, las manecillas se orientan hacia los extremos populistas de derechas.

          El entendimiento entre ambas orillas del Atlántico debe darse, tarde o temprano, porque de por medio está China y sus tentáculos mediante la Nueva Ruta de la Seda y el acercamiento de Rusia con varios gobiernos latinoamericanos.

           Para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen, el interés primordial pasa porque la región no dé un paso atrás en los valores democráticos a cambio de sucumbir ante nuevas tentaciones autoritarias.

 Desde Bruselas temen perder por razones ideológicas y políticas su influencia en América Latina y el Caribe y ver cómo se enfrían (todavía más) las relaciones con unos socios que son muy relevantes porque la CELAC está formada por 651.13 millones de personas.

 La UE pretende defender los valores democráticos y sacudir un maná de inversiones con su Global Gateway para dar un caudal de inversiones a ALyC en áreas verdes y para proyectos sostenibles; sobre todo para países que cumplan con los estándares democráticos y de derechos humanos.

          Pero puede ser que el picaporte del dinero no sea todo lo suficiente: desde hace más de una década algo está cambiando en América Latina y el Caribe, en esa América que es al mismo tiempo un mosaico de américas  que de repente parece tener una línea conductual y después termina rompiéndose.

   Esa ALyC que cada vez está más cercana de China y empatiza con Rusia con ese coqueteo ideológico que ha sostenido a lo largo del tiempo sobre todo después del final de la Segunda Guerra Mundial y que ha sido una forma de posicionarse contra el llamado imperialismo yanqui aunque se dependa de los dólares.

 A China y a Rusia les favorecen que no tienen un pasado colonial como sí acontece con los países del continente americano en su relación con el continente europeo. Y hoy los vientos no  son alisios, sino huracanados.

A COLACIÓN

Europa y los 33 países de América Latina y el Caribe comparten una historia en común y una serie de  valores; y, por ende, es necesario revitalizar dichos nexos históricos.

 La UE ve un peligro las derivas autoritarias de Venezuela y de Nicaragua  y observa con lupa la situación en Haití, Perú, Bolivia y Guatemala; y a México con sus elecciones presidenciales del próximo 2 de junio así como a  Brasil, con la retórica de Luiz Inácio Lula da Silva.

 Lo único cierto es que la UE y América Latina y el Caribe se necesitan mutuamente: “La UE es el principal inversor en la región y su tercer socio comercial exterior y juntos mueven más de 235 billones de euros en materia comercial”.

Ahora  bien es verdad que China va comiéndose poco a poco el pastel latinoamericano a tal grado que en 2021, China y América Latina y el Caribe, registraron un volumen de comercio por 451 mil 591 millones de dólares, un flujo que creció 41.1% respecto de 2020. El volumen comercial chino en la región viene aumentando anualmente a tasas considerables en comparación con los flujos de Estados Unidos y de la UE.

 Y mientras pasaban esos ocho años y los europeos se tomaban el té sin acordarse de ALyC, China elaboró una red de contactos comerciales y políticos en la zona por medio de un acercamiento muy descentralizado que le permite apoyar a muchos países con recursos y asistencia técnica.

 La Nueva Ruta de la Seda es un maná para las economías latinoamericanas; de por medio hay,  900 mil millones de dólares, anunciados por el gobierno de Xi Jinping para ejercerlos hasta el año 2049. La UE requiere de una hábil estrategia de acercamiento con América Latina basada en el respeto y el fomento inversor, que la gente local sienta un respaldo inversor y no un expolio.