El presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró en el Día Internacional de la Mujer que el país galo presentará una nueva resolución para que el derecho al aborto quede consagrado en la Carta de los Derechos Fundamentales  de la Unión Europea.

          Recientemente sucedió una votación histórica en el Parlamento francés y además, por una abrumadora y avasallante mayoría, quedó aprobado el aborto como un derecho constitucional: de los 925 diputados y senadores con derecho a voto, 780 apoyaron la enmienda que concede a las mujeres libertad garantizada para decidir abortar y además hacerlo exigiendo que los hospitales públicos las atiendan sin chistar. Sin cuestionarles el motivo, sin siquiera especular con las malformaciones congénitas… es ya una cuestión de voluntad que eclipsa quizá a la propia conciencia. La voluntad por encima de la conciencia o tal vez, sea el capricho de una mañana o el pleito de pareja o familiar y  termine convertido en un acto de venganza.

          Vivimos una era en que los deseos más individuales están imperando sobre de los deseos de la colectividad; en que el deber queda además subyugado por el querer; atravesamos tiempos fulgurantes, el sendero es cada vez más oscuro y son las minorías las que van guiando el camino de las mayorías.

          Nunca antes habían tenido tanto peso político las minorías y mientras las mayorías se encierran en su particular ostracismo, las  legislaciones van reformándose para beneficiar  a esos menos.

          En Francia, Macron sabe que  tiene un pulso bastante rudo con la ultraderecha que lidera Marine Le Pen que cada día se siente más cerca de gobernar desde el Elíseo.

          El actual movimiento constitucional en un tema tan sensible y siempre polémico que confronta a la sociedad con sus valores humanos, religiosos, ideológicos y políticos.

          Sin embargo, Macron entiende que el feminismo es una máquina de votos. El siglo XXI es un siglo de rostro femenino, ese empoderamiento llegó para quedarse  en un mundo en el que la mayoría de la población son mujeres.

          Que Francia haga este movimiento tiene varias connotaciones: primero recordemos que en su momento la Yugoeslavia comandada por Tito, también elevó el derecho al aborto en su Constitución en 1974. Después de la desintegración del país comunista quedó enterrado dicho derecho.

          Para el país galo hacerlo en 2024 es sentar un precedente para que sea emulado por otros países, que ven a Francia como un modelo a imitar sobre todo en sus ideas progresistas.

          No son pocas las políticas  de izquierda y de ultraizquierda que han echado un guiño a su intención de llevar a cabo en España una votación para que el país ibérico también consagre el derecho al aborto en su Constitución. Eso sí, la Iglesia Católica ya puso el grito en el cielo.

A COLACIÓN

          Entre los diez países más católicos del mundo figuran: Brasil, México, Filipinas, Estados Unidos, Italia, Francia, Colombia, España, República Democrática del Congo y Argentina.

          Los grupos Provida en Francia, muchos unidos a la Iglesia Católica ya anunciaron sendas protestas contra la enmienda constitucional y anuncian además movimientos de defensa de la vida en otros países porque están coordinándose con otros grupos Provida de Países Bajos, Alemania y Bélgica entre otros más. Quieren evitar el efecto contagio.

          Realmente es muy pronto para decir qué tanto calado tendrá lo realizado en Francia,  ya no solo en su vecina España, sino en la propia UE o incluso allende el Atlántico. Lo cierto es que sucede en un momento de enorme descrédito mundial de la Iglesia Católica salpicada de miles de casos de pederestia y de abusos sexuales.

También hay un cambio generacional profundo: los Baby Boomers están muriendo; la generación X está ya muy cerca de terminar su edad fértil pero quedan  los Millennials y la generación Z que están en su etapa reproductiva porque la generación Alfa transita apenas la adolescencia. Así es que serán fundamentalmente las mujeres millennials y las otras de las generaciones que vendrán detrás, las que podrán acogerse a este derecho constitucional en un país, y en un continente, donde tener hijos (ojo fundamentalmente  en los países católicos) es cosa del pasado.

Ahora bien, yo nunca he abortado y no sé si lo hubiese hecho en determinadas circunstancias como una violación o una malformación congénita; sí creo que solo las mujeres podemos tener el derecho a decidir sobre nuestra maternidad, porque somos las que sufrimos las consecuencias, no solo en nuestro cuerpo, sino en la responsabilidad intrínseca derivada de tener un hijo o una hija a la que habrá que proveerle de un bienestar para su crecimiento y su desarrollo. Yo, en lo que estoy en contra, es que abortar pueda convertirse en un capricho o en un acto de venganza y de crueldad. Que abortar sea como decidir quitarse una muela.