En 2015, Jeffrey D. Sachs, explicó en Madrid la evolución de una serie de modelos climáticos y  su impacto en el agua dulce que advertían que el Mediterráneo sería una de las regiones del mundo más afectadas por una combinación fatal de falta de lluvias, escasez de agua y desertificación.

          Sachs que entonces era el director de The Earth Institute at Columbia University, comentó que el cambio climático dejaría una desertificación muy fuerte en el sur de España, a tal punto  que tendrá el clima del desierto del Sáhara y de las zonas más áridas de Marruecos. Y, sentenció, que los futuribles hablaban de lluvias escasas no solo en  el país ibérico, sino en la mayor parte de Europa.

          España ya registró un año rojo: en 2022, la Agencia Estatal de Meteorología (Amet) informó que la temporada de lluvias  fue la más crítica desde 1965.

          Además, de las menores precipitaciones,  está sumándose que el período estival va adelantándose  y es más prolongado con termómetros subiendo y rompiendo marcas.  El mes de julio de 2022 fue el más seco de los últimos quince años y también el más caluroso desde 1961.

          El meteorólogo José Miguel Viñas habla de patrones anormales en el comportamiento de la atmósfera que vienen detectándose desde hace cuatro años no solo en España, sino en otras partes de Europa y del mundo.

          Las consecuencias están a la vista de todos: casi diez millones de personas en España (una población de 47.42 millones de habitantes) padecen cortes de agua desde municipios y ciudades en el norte; hasta, municipios y ciudades del sur de Andalucía.

Incluso en ciudades con costa se ha quitado el agua de los grifos para enjuagarse la arena de la playa y este verano varios ayuntamientos exigirán que las piscinas se llenen con agua del mar.  Los gimnasios van avisando a sus clientes que solo podrán utilizar una ducha rápida de cinco minutos; mientras los hoteles se quiebran la cabeza, para limitar a los turistas, a quienes piden que sean razonables y no desperdicien el agua.

          Y es que no hay agua, al menos no suficiente. De acuerdo con el Ministerio para la Transición Ecológica, el nivel de los embalses dedicados al consumo humano continúa en 13.5 puntos por debajo de la media de la década y los embalses de uso consuntivo (para consumo humano y la agricultura) se encuentran al 40.5 por ciento.

          Hay varios ríos con afluentes muy afectadas como son: el Duero, el Miño, el Ebro; las Cuencas Internas de Cataluña así como el río Tajo, el Guadiana, el Júcar, el Segura; el Guadalquivir, el Barbate y la Cuenca Mediterránea Andaluza.

          La misma situación que alarma, por ejemplo, a Alemania con el  río Rin: la escasez de agua está impactando a la cadena de suministros. El Rin nace en el cantón suizo de Graubunden en el sureste de los Alpes suizos; forma parte de la frontera entre Suiza y Liechtenstein; Suiza y Austria y de Suiza con Alemania y fluye a través de la Renania alemana y los Países Bajos  para  desembocar en el Mar del Norte.

A COLACIÓN

          La sequía en Alemania está afectando el caudal del Rin a tal punto que podría dejar de ser navegable y causar estragos a la economía germana: en varios lugares, la profundidad ha descendido por debajo de un metro; en algún tramo estrecho cerca de Coblenza, el nivel fue de solo 56 centímetros en 2022 cuando debería de ser de dos metros.  Por el Rin navegan todos los barcos que surten a Alemania y que llegan después a Países Bajos y hasta el Mar del Norte.

          El gobierno alemán está alarmado por el impacto económico que esto traerá a las empresas; algunas como Basf reciben a través del Rin un 40% de las materias primas que requiere, según Reuters.

          Hay escenas dramáticas en otros países europeos: el  lago de Montbel, en el suroeste de Francia, está vacío en más de un 80%, con los barcos varados  en el club náutico. En el norte de Italia, los turistas pueden caminar hasta la pequeña isla de San Biagio, a la que normalmente solo se llega en barco, desde la orilla del lago de Garda.

Un mapa de las sequías actuales en Europa perteneciente al   Programa Copernicus de la UE muestra los daños provocados por las escasas precipitaciones tanto en las zonas norte y sur de España;  el norte de Italia; el sur de Alemania y en toda Francia.

El ministro francés para la Transición Ecológica, Christophe Béchu, advirtió que Francia deberá hacer frente a una sequía intensa porque habrá un 40% menos de agua; lo que significará, prolongar las restricciones.

          Europa camina hacia las restricciones permanentes de agua e incrementos en el precio del suministro del líquido. Los ayuntamientos quieren penalizar, no solo el desperdicio, sino concientizar a la población del uso del vital líquido a través de su encarecimiento.

Claudia Luna Palencia

Journalist Economist Writer
Correspondent in Spain Revista Vértigo