Mientras Israel sigue con los bombardeos indiscriminados asesinando a cientos de civiles palestinos en la Franja de Gaza (y también en Cisjordania) las automotrices en Europa están retrasando la entrega de diversos modelos a sus clientes aduciendo problemas en la producción porque hacen faltan chips y algunos semiconductores que no llegan a tiempo porque en el Mar Rojo, los terroristas hutíes están atacando a los cargueros con grandes contenedores que, desde Asia hacia Europa, deberían hacer una ruta mucho más rápida accediendo al Canal de Suez por el estrecho de Bab-el-Mandeb. Esa ruta, que es la más corta, no es de momento segura.
Por el Canal de Suez navegan cientos de cargueros que movilizan entre el 12% al 17% del comercio mundial; no solo con energéticos también con muchas otras materias primas y otros bienes intermedios esenciales como son los chips y los semiconductores.
Los ataques contra 25 cargueros de diversos países, por parte de los hutíes, armados con drones, helicópteros y hasta con misiles lanzados contra barcos cisternas para hacerlos volar por los aires sin miramientos amenazan con provocar una guerra naval en el Mar Rojo y encarecer el comercio mundial. Para más inri, traernos más inflación en momentos en que nuestros bolsillos se han desangrado a costa de los precios y los bancos centrales no solo en Estados Unidos, también en la Unión Europea (UE) creen que la política de constante alza de tasas de interés (en aras de detener a la inflación) este año verá su fin.
La economía mundial está en manos de la geopolítica que sigue estrujándonos. Prácticamente desde que estalló la crisis de las subprime en Estados Unidos y que contagió con su efecto boomerang a varias partes del mundo, fundamentalmente a la UE, desde 2008 solo se ha ido hilvanando una crisis detrás de otra.
Se han ido concatenando una espiral de crisis, a penas salimos de una y en un período corto de tiempo, entramos en otra para orbitar devastados por la destrucción de capital, de puestos de trabajo y del empobrecimiento del grueso de la población.
La UE apenas intentaba salir de la larga década afectada por los efectos de la crisis subprime y luego llegó el mazazo de la pandemia del coronavirus y los lockdown y todas las muertes, que dejó aquí, allá y en todos sitios.
Cuando creímos que ya nada podría sorprendernos, la Rusia de Putin preparaba una invasión a Ucrania, una de las economías que son granero de Europa y de otras partes del mundo, pero también proveedora de materias primas energéticas.
El nuevo frente en Medio Oriente abierto con la asonada bélica de Israel contra la Franja de Gaza, tras los atentados terroristas perpetrados por Hamás y la Yihad Palestina el 7 de octubre en varios kibutz, ha provocado una respuesta aplastante por parte de las fuerzas militares israelíes. No se le ve fin y los palestinos han cumplido ya tres meses siendo bombardeados, mañana, tarde y noche.
Sin agua, sin luz, sin víveres, sin hospitales, el moderno genocidio del siglo XXI, al que la prensa extranjera no puede acceder a la Franja de Gaza, porque el gobierno del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no quiere testigos de sus atrocidades.
La demora en la conclusión de sus bombardeos hace temer lo peor: a la economía no le gusta la incertidumbre, ni la volatilidad, ni el nerviosismo. Lo peor es no poder planear el horizonte ni de corto, ni de mediano plazo, porque no se sabe si terminará complicándose el escenario bélico y la afectación al comercio mundial será mayor.
A COLACIÓN
Ahora mismo, un carguero que antes demoraba una semana o hasta nueve días en cruzar el Canal de Suez, actualmente demora entre 12 a 14 días en dar la vuelta y bajar por el Cabo de Buena Esperanza para rodear África y llegar a Europa.
En términos monetarios time is money. Eso significa que cada carguero tarda más tiempo en llegar con su mercancía a puerto y por ende, se encarece el costo del flete ya están repercutiendo entre un 15% a un 25% en el precio de cada flete, de momento, aunque hay estimaciones que apuntan a un 30% a finales de febrero si esto persiste.
Los precios de los commodities vienen padeciendo estragos altamente sensibles a muchas variables de forma directa e indirecta. Desde la guerra biológica del coronavirus sufrieron serios reveses en su cadena de producción y de distribución, ambas no han logrado restablecerse del todo y ya cargan los efectos de la invasión rusa a Ucrania y las históricas sanciones de Occidente contra la economía rusa.
La prolongación del conflicto bélico de Israel contra Hamás que deja ya un reguero de muertos inocentes civiles palestinos es la peor noticia que podemos tener. Sí, Israel está geográficamente muy lejos, pero estratégicamente muy cerca y, hoy en día, para comer sin que los alimentos nos cuesten una millonada necesitamos que el mundo esté en paz.