El mundo arriba roto y desangrado al 75 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada por la Organización de las Naciones Unidas.
Hace unos días, Estados Unidos vetó en el Consejo de Seguridad una resolución para un inmediato alto al fuego en Gaza, en una guerra que Israel libra contra Hamás como venganza por los actos terroristas perpetrados en varios kibutz que dejaron mil 200 personas asesinadas a manos de los terroristas. A la fecha, no hay una cifra precisa de cuántos palestinos han caído muertos a causa de los bombardeos que ya van camino de cumplir tres meses.
Estados Unidos ha enviado 15 mil bombas a Israel para que siga bombardeando Gaza mientras el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, habla de una campaña que durará años al estilo de los norteamericanos en Afganistán o en Irak.
Para como han ido evolucionando los conflictos, la humanidad llega con varios cuestionamientos al respecto de la vulneración de los derechos fundamentales de las personas y la situación de sus libertades.
Y no solo por las guerras e invasiones: en Reino Unido, su primer ministro, Rishi Sunak, pretende trasladar a Ruanda a todos los inmigrantes ilegales y en Corea del Norte, así como en Afganistán, sus habitantes están imposibilitados de volar libremente hacia otro país siquiera para ir de vacaciones. Además, el Banco Mundial, subraya que la pandemia incrementó de nuevo la pobreza a nivel global: alrededor de 1 mil 650 millones de seres humanos viven con menos de 3.65 dólares; todos los días luchan por sobrevivir, su miseria restringe sus libertades.
Derechos y libertades, ambas fueron las consignas que los países quisieron plasmar en una carta universal, tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Se buscaba, tras el horror de la guerra y de la destrucción, el ideal de construir un mundo mejor: más pacífico, más igualitario, con mayores oportunidades en el que no hubiera ni seres humanos de segunda o tercera categoría ni las libertades más esenciales restringidas. En la actualidad, una cuarta parte de los seres humanos están atrapados en algún conflicto bélico.
Hay quienes aprecian que ese ideal plasmado en el papel, en 30 artículos, está hoy más lejos de alcanzarse, el propio Volker Türk, habla de un retroceso tanto en el renglón de los derechos, como de las libertades, a nivel mundial.
“A pesar de los grandes avances, todavía estamos lejos del mundo previsto por los redactores de la Declaración y nos encontramos luchando con un decidido retroceso de los derechos. Sin embargo, sería un error descartar la Declaración como una reliquia de una época más benigna y optimista”, en palabras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Sus redactores, de acuerdo con Türk, salieron de una época asolada por círculos viciosos de destrucción, terror y pobreza y, ante una división ideológica cada vez más profunda, no se dejaron intimidar para trazar un mapa hacia un mundo más pacífico y justo, en reconocimiento de la humanidad compartida y de la necesidad del valor igualitario.
Algunos de esos derechos, recogidos el 10 de diciembre de 1948, abordan con total claridad el derecho a vivir libre de discriminación y tortura; el derecho a una alimentación adecuada y el derecho a la educación; entre otros más.
Y si bien, la Declaración Universal de los Derechos Humanos ha sido un factor de inspiración para movimientos contra el Apartheid, para incluir a la mujer en el voto ciudadano y reconocer sus derechos como persona, madre y trabajadora prevalece actualmente un sentimiento de obsolescencia y de continúa violación de sus preceptos que lleva a la decepción y al desánimo en cierta parte de la población.
De acuerdo con el índice de Libertad Humana 2022, coeditado por el Instituto Cato y el Instituto Fraser, más del 94% de la población mundial vive en jurisdicciones que enfrentaron una reducción de la libertad humana y solo Suiza se considera como el país con mayores libertades.
¿De qué va este índice de Libertad Humana? De evaluar la libertad en el mundo, junto con la libertad económica; la libertad civil, la libertad de expresión y la libertad personal.
A COLACIÓN
El informe hace alusión a cómo la desinformación, el discurso del odio y la manipulación de la información en Internet y en las redes sociales están erosionando la libertad de expresión y causando confusión, apatía y desánimo en los ciudadanos.
“Las principales causas del continuo declive de la libertad humana a pesar de los numerosos esfuerzos para aumentarla incluyen el aumento del autoritarismo, la vigilancia gubernamental y las restricciones a las libertades civiles. Los gobiernos autoritarios están limitando cada vez más la oposición política y la libertad de los medios de comunicación y el uso de tecnologías de vigilancia está socavando la privacidad individual. Además, la inseguridad económica y la desigualdad están erosionando los derechos sociales y económicos, lo que lleva a una disminución de la libertad humana”, según el informe.
El declive de las libertades humanas conduce a una disminución del crecimiento económico, un aumento de la pobreza, una disminución de los derechos políticos y civiles, una mayor corrupción y el debilitamiento de las instituciones democráticas.