El informe anual publicado por Global Carbon Project, durante la COP28, reveló que el total de CO2 emitido a la atmósfera, lejos de reducirse, obtiene un nuevo récord en 2023, con 40 mil 900 millones de toneladas.
En este estudio elaborado por científicos quedó al descubierto que las políticas de descarbonización no son homogéneas a nivel global porque el grado de compromiso adquirido depende de cambios en las políticas públicas y del financiamiento a la transición ecológica. Así, mientras Europa y Estados Unidos, presentan reducciones en sus emisiones fósiles, en general están aumentando en el mundo.
La descarbonización no va con la rapidez deseada y el propio titular de la ONU llegó a decir a todas las delegaciones presentes en Dubái que el mundo intenta salvar un planeta en llamas con una manguera de combustibles fósiles.
Tampoco ha gustado que el empresario petrolero, Al Jaber, haya sido nombrado presidente de la COP28 mientras se insiste por parte de los científicos en la urgencia de acelerar la transición de las energías fósiles por energías renovables y limpias.
De acuerdo con el informe referido, las emisiones de CO2 en 2023 aumentarán en India (8.2%) y China (4%) y en cambio, descenderán en Estados Unidos (-3%); también en la Unión Europea (-7.4%) y en otros países del mundo (-0.4%) pero la tendencia será alcista principalmente en los países más económicamente atrasados.
Pero además de que las emisiones por CO2 son un dolor de cabeza para la humanidad, también el clima empeora: el pasado verano fue el más caluroso jamás registrado, incluso los países nórdicos que antes gozaban de temperaturas medias de entre 19 y 21 grados padecieron temperaturas cercanas a los treinta grados. Las regiones sur y fundamentalmente las ubicadas en la franja del Mediterráneo tuvieron más días promedios en que la temperatura superó los 40 grados centígrados. La sequía se agudizó en el hemisferio sur, no solo porque se profundizó la desertificación, también por la ausencia de lluvia.
El informe de la OMM dado a conocer indicó que el clima extremo tuvo un gran impacto en todos los continentes: “Las inundaciones provocadas por el ciclón Daniel en el Mediterráneo azotaron Grecia, Bulgaria y Turquía, y mataron a miles de personas en Libia. Madagascar, Mozambique y Malawi sufrieron uno de los ciclones tropicales más fuertes llamado Freddy, en febrero y marzo; mientras que el ciclón tropical Mocha, en mayo, fue uno de los más intensos jamás observados en la Bahía de Bengala”.
Algunos de los peores calores extremos se sintieron en el sur de Europa y el norte de África en julio, donde los termómetros alcanzaron los 48.2 grados centígrados en Italia y los 50.4 grados centígrados en Marruecos.
Los incendios también se aceleraron a nivel mundial: la temporada de incendios forestales de Canadá quemó un área más de seis veces mayor de lo normal, lo que también causó una grave contaminación por humo en las áreas densamente pobladas del este de Canadá y el noreste de Estados Unidos. El incendio forestal más mortífero del año fue el de Hawái, con al menos 99 muertos”.
A COLACIÓN
En el último quinquenio, la ONU ha recurrido a un discurso apocalíptico para ver si los políticos y gobernantes reaccionan pero sigue siendo lenta la respuesta.
La paradoja es que, mientras se culpa a las energías fósiles de buena parte del desastre medioambiental, el Pentágono reconoció el envió de 15 mil bombas a Israel; a su vez, el año pasado, Corea del Norte probó, lanzó y detonó 70 misiles balísticos de todo tipo de rango y de carga en varia partes del océano y también en el interior de cadenas montañosas en territorio norcoreano.
En la guerra por la invasión de Rusia a Ucrania que va camino de cumplir dos años, se han lanzado centenares de misiles, miles de bombas y utilizado centenares de drones.
El dictador ruso, Vladimir Putin, avisa además de que su país regresará a los ensayos nucleares mientras el Pentágono realiza pruebas para una nueva bomba nuclear más potente que la de Hiroshima para la que ya busca financiación en el Congreso. El proyecto es para la bomba B61-13.
¿Acaso no contaminan las bombas, los misiles, las pruebas nucleares y misiles balísticos? ¿No causan un mayor deterioro de la capa de ozono y contribuyen al efecto invernadero?
Durante la COP28, fue el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, el que criticó en todos los tonos el efecto de las guerras: “¿Cuántas toneladas de carbono emiten los misiles que cruzan el cielo y caen sobre civiles inocentes, especialmente niños y mujeres hambrientas?
El líder carioca recordó que el año pasado, solo en armas el mundo gastó más de 2 mil millones de dólares que, remarcó, podrían utilizarse para financiar la transición ecológica en países con problemas de presupuesto. En esto del cambio climático, hay mucha, pero mucha hipocresía.