(Todos tenemos alguna miseria, lo importante es saber caminar por la vida, con la dicha de la sonrisa en los labios y el regocijo de vivir ofreciéndose)

I.- EL LAMENTO DE LA QUEJA

Cada día me desvela el clamor de los pobres,

me sobrecogen sus gritos vertidos en soledad,

me horrorizan  sus ahogos vividos en silencio,

me estremecen sus sollozos volcados en ruta,

hasta removerme y conmoverme el corazón.

La queja de la cruel injusticia me atormenta,

me impide remontar con todos mis empujes,

pues parte de la carga es tan tuya como mía,

lo que nos pide cultivar los vínculos de amor,

y ceder modos materialistas que nos apartan.

Debemos asumir todos con todos ser familia,

extender bien la mirada y abrir bien los oídos;

para que tanto los gozos como las amarguras,

se vivan en comunión y cohabiten en unidad,

ya que tan valioso como darse es el donarse.

II.- FIDELIDAD CON EL HERMANO

La obligada guardia a la que somos llamados,

nos ruega a concurrir ante la voz del mendigo,

que se hace presencia viva en nuestro interior,

cuando se nos agitan las esencias del espíritu,

ante el dolor ajeno como si fuera dolor propio.

Rompamos toda traición con obras de apego;

las mil perversidades con clemencia curativa;

el millar de aventuras y desventuras frívolas,

higienicémoslas con agua de fuente cristalina;

será un buen hacer para prevenir deslealtades.

Todos andamos por esa indigencia mundana,

que nos excluye a su libre antojo y capricho,

que nos aprecia o desprecia a su ruin anhelo,

obviando la lealtad que todos nos merecemos,

y evadiendo la rectitud que nos pide la mente.

III.- CUIDAR LA FRAGILIDAD

Pararse y repararse en el cuidado nos alienta,

debemos estar cerca para asistirnos uno a otro,

nadie puede caminar por sí mismo  y valerse,

los sin techo requieren  lecho para protegerse, 

y los desconsolados demandan ser consolados.

Entre esos frágiles están los niños por nacer,

que son los más solos a ese soplo inclusivo.

Les negamos comparecer quitándoles la vida,

prohibiéndoles venir a reconstruir existencias,

descartando el rugido viviente de estar y ser.

Los que somos, hemos de custodiar lo creado;

ese mundo diverso que nos une y acompaña,

ese ámbito de acaríciame y no me atormentes,

esa humanidad de víveme y no me apagues,

puesto que todo está emparentado al quererse.

Víctor Corcoba Herrero