(Cerrar el corazón al don de Dios, que nos habla en el silencio, tiene como efecto encerrarse en nuestras miserias y ceñir el corazón al desprecio del afecto del hermano).
I.- CON EL HACER DE LA PALABRA;
EL FOCO DEL QUEHACER
Con la palabra sustento mis sueños,
con los sueños repisan mis deseos,
con los deseos domino mis miedos,
con los miedos sorteo mis andares,
con el único deber de hacer camino.
Hemos de caminar buscando la luz,
recorriendo el abecedario de los días,
yendo a corazón abierto y adelante,
poniendo oído y apartando sobornos,
que nadie se hizo malo súbitamente.
Retornemos al desapego del dinero,
cultivemos el jardín de la ofrenda,
plantemos voto de reconciliación,
dejando florecer el gozo del amar;
viéndose en el otro, encontrándose.
II.- CON LA ACCIÓN DE LA PALABRA;
EL ESPEJO DE LA REACCIÓN
Como ser social, asociamos signos,
para comunicarnos con los demás,
mediante el vestido de las imágenes,
los gestos del abrazo y de los besos,
y la grandeza de la buenas acciones.
Somos la expresión interna del alma,
que quiere y nos inquiere al tiempo,
una manifestación externa del cuerpo;
pues toda vida interior está sostenida,
por el espíritu y la gracia existencial.
Pongamos empeño en la gramática;
asentemos constancia en el ejercicio,
seamos acólitos de acción y verdad,
servidor de aquel que nada en la nada,
hermano que parte y comparte gozos.
III.- CON EL DON DE LA PALABRA;
EL HORIZONTE DE LA APERTURA
Todo viene del cielo y al cielo vuelve,
únicamente hay que abrir bien los ojos,
para acoger y recoger la vida y amarla.
Hay que tomar en serio todas las sendas,
dejarse querer y despojarse de mundo.
La caída nos ciega, el verbo es un don.
Desposeídos nos mostramos al cosmos;
y, purificados por dentro, ascenderemos
sin más, con las vivencias convenidas,
del humano en el ángel transfigurado.
Sólo Jesús puede liberarnos de la carga,
quitarnos las noches que nos zarandean
las conciencias individuales y colectivas,
pues de la cruz rebrota el amor en verso,
y al verso volvemos con el beso de Dios.