La empresa calificadora Moodys, acaba de difundir un análisis del efecto del cambio de fórmulas de distribución de participaciones vigente desde 2008, mencionando que “surgen ganadores y perdedores con el cambio de fórmula“. Más vale tarde que nunca, ya que han pasado cinco años de que entraron en operación las mismas, han pasado muchas cosas –incluso un planteamiento de Controversia Constitucional- , ha aparecido en lo medios muchas veces información sobre el efecto negativo del mismo para varias entidades e incluso este espacio lleva el mismo tiempo de señalarlo, planteando siempre opciones. Lo han hecho por supuesto funcionarios fiscales estatales desde el Comité de Vigilancia y la propia Comisión Permanente.
No obstante lo importante de que la calificadora destaque la dimensión de las consecuencias de dicho cambio, se queda a la mitad del análisis de la misma, ya que omite al comparar los pesos específicos de los elementos utilizados en las nuevas fórmulas, que en todos los casos las variables se ponderan por la población, lo que se traduce en que las participaciones se distribuyan hoy sólo en base a la población domiciliada, además de que no existe ningún elemento compensatorio adicional, como las reservas de contingencia y de compensación, que se crearon con el cambio de fórmulas de 1990, las cuales por cierto fueron producto del consenso mayoritario entre las entidades federativas y las autoridades hacendarias. Por lo mismo este breve análisis también se queda corto en el monto de los impactos, que son más extremos tanto para los ganadores, como para los perdedores.
La ponderación por la población, anula cualquier incentivo al esfuerzo recaudatorio local, ya que lo único que cuenta es el número de habitantes domiciliados en las entidades federativas y los municipios. Simplemente si se hace el ejercicio de comparar el coeficiente de las participaciones con el porcentaje poblacional, existe una correlación casi perfecta.
Claro, más vale tarde que nunca, es bueno que Moody’s analice los resultados de la aplicación de las “nuevas fórmulas” y concluye que ha sido negativa para algunas entidades, las más, y positiva para otras, las menos.
Cuando se presentó la propuesta oficial al Congreso en diciembre de 2007, no presentada ante la Comisión Permanente de Funcionarios Fiscales, se decía que la fórmula reconocería el mayor PIBE y premiaría el esfuerzo recaudatorio local. Dada la suma cero, ello implica que unos ganan y otros pierden, ya que la bolsa es limitada y sólo se puede romper a partir de la transferencia de nuevas responsabilidades recaudatorias a los gobiernos subnacionales o el incremento del porcentaje participable, como también hay más de 30 propuestas al respecto.
Un factor que ha suavizado la velocidad de la gradualidad, es que la Ley de Coordinación Fiscal señala que la recaudación obtenida nominalmente en 2007 se mantendría en los años subsecuentes con los mismos coeficientes, los de la fórmula vigente desde 1991. Al incremento de las participaciones a partir de 2008, se les aplica el nuevo coeficiente, esto es el similar al porcentaje poblacional. En 2009 la recaudación nominal bajó, por tanto fueron inferiores a lo programado ese año y se pagaron con los coeficientes vigentes a diciembre de 2007. Otra historia fue el FEIEF que compensó parte de la pérdida en 2009, y la totalidad en 2011 y 2012, el cual se distribuye con los nuevos porcentajes.
Moody’s omite en su cuadro sobre la proporción del Fondo afectado por la nueva fórmula, los años 2008 y 2009. Inicia la gráfica en 2010, donde se observa lo siguiente: 2010, 83 % con la vieja fórmula y 17 % con la nueva; 2011, 75 y 25 %; 2012, 69 y 31 %; así hasta llegar a 2017, con 55 % y 45 % respectivamente. Los grandes perdedores son entidades federativas como Tabasco, DF, Campeche, Nuevo León, Chiapas, etcétera y grandes ganadores como el Estado de México, Puebla, Veracruz, Guanajuato, Guerrero, Michoacán y Oaxaca entre otros de acuerdo a la nota comentada.
Independientemente del monto exacto de las ganancias y las pérdidas, de que no se reconozca la ponderación, o se omitan 2008 y 2009, este ejercicio muestra una tendencia, cuya conclusión es que el destino siempre llega o llegará, si antes no se corrige.