En el Parque Zoológico “Benito Juárez” de Morelia, la equidad va de la mano con el respeto; los hechos han demostrado que las mujeres son las grandes cómplices y aliadas en la protección y preservación de especies animales, en una labor que rompe esquemas tradicionales, ocupando y realizando acciones que antes eran vistas como “exclusivas” de los hombres.

Vania Isabel González Luna, Jefa de la Unidad Operativa de Atención a Reptiles del Zoológico de Morelia, es una joven mujer que rompe esos esquemas “tradicionales” al dedicarse precisamente al cuidado de algunos de los huéspedes más misteriosos y peligrosos del parque.

Ella cuenta que está ahí no sólo porque le gustan los animales, “me preocupan las especies, no tiene voz ni voto, me gusta mi trabajo porque aporto un granito de arena, sin educación no hay conservación, me encanta la parte médica, soy una persona de retos y es diferente la medicina en animales silvestres”.

Con 132 hombres y 55 mujeres trabajando por el bienestar y conservación de especies animales, la dirección del Zoológico confía en el trabajo de esta profesional egresada de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México, en el 2012.

Sus actividades dentro del Herpentario del Parque, inician con un recorrido diario para verificar el estado de salud de los ejemplares, “me encargo de revisar que estén sanos a través de medicina preventiva, que consiste en un monitoreo de heces y sangre, exámenes físicos, alimentación adecuada, que los terrarios cubran con las necesidades básicas de hábitat de los diferentes reptiles y si algún ejemplar presenta signos de enfermedad, se atiende inmediatamente dando una atención oportuna, trabajamos en planes de manejo y proyectos de conservación y educación”.

A sus 30 años de vida, ha dedicado 12 en la atención de mamíferos, aves y reptiles; ese trabajo le ha traído más cosas buenas que malas experiencias y le ha permitido salir avante en situaciones de riesgo, como aquella vez que desparasitaba a unos monos, “nunca pensé que un animal tan bonito y pequeño pudiera lastimarme; el macho alfa de la tropa no permitía que la cría comiera su alimento con desparasitaste, entonces se desesperó, logro salir y me atacó hacia la cara, por surte logré cubrirme con el antebrazo y comenzó a morderlo, lo pegué al cuerpo para hacer fuerza y quitármelo de encima”.

La experiencia fue difícil pero no la acobarda, porque aprendió desde los 8 años que un médico veterinario salva vidas, “lo supe cuando mi madre me regaló un perro, se enfermó y lo llevamos al veterinario, en ese momento supe que había una profesión que salvaba animales, comencé a investigar y a ver documentales, a los 18 años entre a la universidad y al mismo tiempo me inscribí como voluntaria en el Zoológico de Chapultepec”.

Tampoco el machismo vivido la echa para atrás, “sí, quizá se piensa que no podemos hacer mucho por ser mujeres, y que es un trabajo exclusivo para hombres por los riesgos que conlleva el manejo de animales silvestres, pero no hay tal, la equidad y el respeto no tienen sexo”, dice mientras acaricia su abultado vientre.