El mundo necesita de gentes de compromisos verdaderos, para que puedan mejorar las condiciones existenciales de todos; también de otras políticas más transparentes que luchen contra las injusticias y la corrupción, así como de líderes que alberguen en sus corazones la lucha por la dignificación de todo ser humano, máxime en un momento en el que abundan tantos sembradores de odio.

Desde luego, la dignidad es un término clave en ese todos nosotros, en el que estamos llamados a colaborar y a cooperar como una prole de pueblos y ciudades.

Precisamente, el repunte de la economía mundial de la que tanto se habla en los últimos tiempos, puede ser una gran oportunidad para invertir en ese ansiado desarrollo sostenible que todos nos merecemos. De lo contrario, ¿qué decencia podrá hallar una persona que no tiene qué comer o el mínimo necesario para poder vivir? Así sucede lo que sucede, un incremento de la migración como jamás, pues todos tenemos derecho a superar la adversidad y a buscar una vida mejor. Por otra parte, si no estamos dispuestos a arriesgarnos, ¿dónde está nuestro decoro? Al parecer, la dignificación de toda vida no está prevista aún en esta red global, más comercial que humana. A mi juicio este es el mayor desconsuelo posible.

Indudablemente, estamos llamados a ser familia, o si quieren tronco dignificado. En este sentido, tenemos que felicitar a algunas asociaciones, instituciones, e inclusive a la misma Naciones Unidas, que están jugando de forma ejemplar y activa un rol catalizador en esta área, creando más parlamentos e interacciones entre países y regiones, e impulsando el intercambio de usanzas y las oportunidades de apoyo. No podemos continuar discriminando a nuestro antojo vidas humanas. Todos nos merecemos ser uno mismo y que prevalezca el sentido humano, la ley sobre la tiranía del poder, el respeto y la consideración sobre todo lo demás. Dicho lo cual, conviene recordar que en el año 2016, la Asamblea General de la ONU aprobó un conjunto de medidas durante la primera cumbre en la historia sobre los desplazamientos de migrantes y refugiados, donde se reafirma la importancia de la protección internacional de estas almas y se subraya la obligación de los Estados de mejorarla. Este documento allana el camino para la aprobación de nuevos acuerdos mundiales en 2018, que esperamos celebrar: uno sobre refugiados y otro sobre la migración organizada, regular y en condiciones de seguridad. Buena falta nos hace que esto se produzca. No es de recibo este sistema económico globalizado que nos daña tanto. Es hora de que en el centro de todo esté el ser humano, y no el dinero.

Algunos poderosos, no solo han traicionado al bien común por el que hemos de luchar todos, también desean robarnos la dignidad y hasta la esperanza de poder salir de las penurias. De ahí, que frente al asistencialismo, tengamos que impulsar la cultura del trabajo decente, con la eliminación de cualquier trabajo negro que nos esclavice. Aunque la protección social es asequible, incluso en la mayoría de los países de bajos ingresos, aún tenemos cuatro mil millones de personas en el mundo que carecen de ella. Por ello, es de justicia promover el empleo, que por sí mismo ya es proteger a la ciudadanía. Es evidente que donde no hay actividad, suele faltar también el aprecio y el empuje para salir todos adelante. Sabemos que invertir en los trabajadores y en la innovación y estimular el comercio y el dialogo social es esencial para enfrentar el crecimiento del desempleo mundial, según la última edición del informe sobre tendencias del empleo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), pues pongámonos en el camino de la acción conjunta de todo ser humano, no tanto como mero sujeto de producción, sino en el ser como individuo dotado de una nobleza decisiva.

Ya está bien de que se nos trate como meros objetos lucrativos o de deseo, y que después se nos deseche cuando no servimos, cuando estamos enfermos o somos ancianos. Es nuestra responsabilidad, la de todos, detener estas miserias humanas. Sin duda, debemos actuar urgentemente para proteger las garantías fundamentales y la dignidad, lo que significa llevar a los responsables ante la justicia. Realmente hoy existe una necesidad imperiosa de crear más oportunidades para la migración regular y la prevención de situaciones que propician la trata, como son la pobreza y la exclusión. Ojalá reflexionemos sobre ello, y aminoremos la explotación sexual o el mismo trabajo forzado. Hay que poner fin a tanta esclavitud, con la ayuda legal y la información compartida para el desmantelamiento de las redes criminales que se lucran con el sufrimiento y las carencias de las personas vulnerables debido a conflictos o indigencia. Perdamos el miedo, seamos dignos de nosotros mismos, y reivindiquémonos como estirpe meritoria y fraternizada, según nuestro espíritu libre y sin ninguna coacción mercantilista. ¡Dignifiquémonos!