opinion

Dispersa la sufrida atención de los españoles entre los éxitos futbolísticos, que a tantos alborozan, y las penurias económicas, que a muchos aquejan, un libro recientemente publicado sobre política internacional quizá tenga dificultades para encontrar hueco entre las lecturas veraniegas, pero como aborda un asunto de permanente interés para el mundo en que nos ha tocado vivir, creo conveniente recomendarlo.
Su autor, Javier Jiménez Olmos, es un militar profesional con experiencia en misiones internacionales de la OTAN, posteriormente transmutado en doctor en Paz y Seguridad Internacional por la UNED, que tiene cosas interesantes que exponer y lo hace en Del choque a la alianza de civilizaciones (Icaria – Antrazyt, Barcelona 2012). El empeño es arduo y el itinerario elegido está lleno de obstáculos: conducir al lector desde las ideas del profesor Huntington, aquel que en 1993 propuso la teoría del “choque de civilizaciones” como fórmula universal para analizar el fenómeno de los enfrentamientos bélicos internacionales, hasta el proyecto que con el nombre de “alianza de civilizaciones” planteó en 2004 el presidente del Gobierno español ante la Asamblea General de Naciones Unidas, y que posteriormente fue asumido por su Secretario General, convertido en una iniciativa propia de la ONU y apoyado internacionalmente desde diversos ámbitos.

He de empezar reconociendo que la teoría de Huntington me sedujo inicialmente. Profesionalmente educado (¿o deformado?) en los estudios básicos de la geopolítica clásica, trasladar a la cartografía los enfrentamientos entre grupos humanos tenía una lógica irresistible al trazar sobre el mapamundi unas claras líneas de enfrentamiento que parecían explicarlo todo. Por aquel entonces llegué a utilizarla en un seminario del zaragozano Centro Pignatelli -del que también es colaborador el autor del libro citado-, no sin provocar polémica entre algunos participantes.
No fue necesario que los neocons estadounidenses, que la abrazaron con entusiasmo, demostraran lo erróneo de la teoría con sus malhadadas intervenciones militares en Oriente Medio y con la descontrolada y nefasta metástasis de su “guerra contra el terror”, para descubrir que lo que parecía encomiable sobre el papel era, en realidad, una peligrosa elucubración; y que, llevada a la práctica, solo podía conducir a continuadas catástrofes, como así ha ocurrido.
El autor rebate contundentemente la teoría del choque, aduciendo datos estadísticos, que aclaran algunos aspectos de la polémica (como el apabullante belicismo de Occidente en relación con el mundo musulmán), y acudiendo también a un variado repertorio de citas. Como esta de Habermas: “El tema del choque de civilizaciones es a menudo el velo tras el que se difuminan los sólidos intereses materiales de Occidente, por ejemplo, el interés de disponer de los yacimientos petrolíferos y asegurar el abastecimiento de energía”.
Descartada definitivamente, pues, la teoría del choque, le queda al autor en la segunda parte del libro la mucho más ardua tarea de convencer al lector de los beneficios de la alianza de civilizaciones, de la que Federico Mayor Zaragoza dice: “Alianza para conocernos, para respetarnos, para el diálogo sosegado, para la transición desde una cultura de violencia e imposición a una cultura de diálogo y conciliación”.
El autor estudia detenidamente la viabilidad de esta propuesta, que a algunos se nos antoja casi utópica. Analiza los escollos más visibles. El sistema internacional basado en la ONU es el primero. De sobra es conocido el hecho de que el compromiso de los Estados occidentales con la democracia es relativo: la apoyan cuando favorece los intereses propios o la deforman a su medida cuando los resultados no son los esperados. Por eso, algún analista opina que encargar a la ONU el desarrollo de la alianza de civilizaciones es asesinarla antes de nacer.
Otro escollo sobre el que el autor reconoce que la alianza pasa bastante de puntillas es el de los derechos de la mujer en el mundo islámico. ¿Cómo cabe concebir una alianza con países donde “la mujer musulmana padece numerosas formas de injusticia y desigualdades y goza de un estatuto jurídico de lo más deplorable y precario”?, según declara una destacada feminista marroquí.
Por último, aunque no se incluye en el libro comentado por razones cronológicas, una Europa sumida en una grave crisis económica que pone en revisión sus fundamentos, y cuyo sentido de unidad, solidaridad y objetivos comunes se tambalea, tampoco parece estar en condiciones de prestar la atención necesaria a ese doble frente, geopolítico (a lo largo del Mediterráneo) y social (la creciente demografía musulmana dentro de la Unión Europea), en el que se están dirimiendo estas cuestiones. Habrá o no rescate para bancos o Estados, subirá o bajará la prima de riesgo y se alcanzarán o no los objetivos del déficit. Pero el problema del entendimiento entre Estados y sociedades dispares, con intereses enfrentados, seguirá ahí y tarde o temprano habrá que abordarlo. Cuanto más se demore su planteamiento, más difícil será resolverlo.